Tocata y fuga por bulerías

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El silencio antes de Bach. Preludio, tocata y fuga. El vacío después de Lorca. La tarara, anda jaleo. Leipzig, Granada. La síntesis de dos genios proverbiales extrapolada a la danza, transportada a algo parecido a lo flamenco. ¿Qué es el flamenco? Alma, verdad y matemática. Como la Ofrenda musical de Bach. Como los versos lorquianos de Poeta en Nueva York. Bach elevado a Lorca es infinito. Infinito son los sueños. El tiempo va sobre el sueño. Onírico es el pasaje de la escolanía susurrando la tarara a un fantasmagórico Shoji Kojima. Emerge el niño oscuro como triste sombra. El primer golpe de vista siempre me devuelve La maldición, basada en una antigua leyenda del Japón feudal. Pelo azabache largo sobre su rostro. Una especie de túnica negra de penitente del baile flamenco. Porque puede que esto del arte por el arte tenga mucho de malditismo, de castigo divino. Fundido a negro. El eje de todo esto es Kojima. Suena el órgano de tocata y fuga. Transmutación.

Un pasaje de 'LorcaxBach'. FOTO: MANU GARCÍA

Dos mundos tan lejanos como Bach y Lorca son los que simbolizan el bailaor octogenario del Japón y el maestro danzaor valenciano-cordobés, Premio Nacional de Danza, Javier Latorre. Hace más de medio siglo, Kojima se subió al Transiberiano para un viaje de 11.000 kilómetros y tres semanas de duración para llegar a Madrid. Dejó atrás su formación clásica, su piano y su preparación para ser cantante de ópera y no paró hasta convertirse en bailaor. El adagio de Kojima: solo vale perseguir sueños; solo vale, como en su caso, bailar para respirar. También lleva décadas obsesionado con Lorca. Tanto como lo estuvo con Bach. Podría haber sido Mozart. Lleva décadas codo con codo con Latorre, el maestro que sabe lo que quiere en la escena a cada rato. Como lo sabe la partitura de Juan Gómez Chicuelo cuando acaricia sus seis cuerdas.

Cuando subió por primera vez a la tabla del Teatro Villamarta hace ya casi una década, aún se veía al maestro al que Farina apodó el gitano japonés como algo exótico. Hoy Kojima, su expresionismo abstracto, su baile de haiku, la belleza de las cosas más simples en el taranto final —“un lugar de respeto”, reza la sinopsis—, forma parte del paisaje habitual de una cumbre tan importante para el mundo del baile flamenco y la danza española como es el Festival de Jerez. LorcaxBach, cuyo estreno absoluto ha tenido lugar en la quinta jornada de la muestra, es la síntesis de su imaginario. Un testamento que heredamos todos. Unos lugares comunes hechos de amor al arte y lejos de tópicos y fórmulas estereotipadas. Con sumo gusto.

Tocata y fuga por bulerías
FOTO: MANU GARCÍA
FOTO: MANU GARCÍA

LorcaxBach es amalgama dancístico-flamenca. Es barroco y canción popular. Variaciones jondas, mudanzas  boleras. La caña nana de Navarro, la dulce caña de José Maldonado y Karen Lugo a los ecos de Londro, con sus sombras, con sus trampantojos bauschianos. Con bata (ella) y mantón (él). Moja con agua dura Christian Lozano en su zapateado. En este monumento coreográfico la música y el baile se imponen al discurso teatral, que queda irregular y menos matizado.

El libreto que ha ideado Francisco López, director de escena habitual en los montajes de Kojima y un clásico ya en la dramaturgia flamenca, es de una abundancia que a veces abruma. Viaja rápido el espectáculo: de la rotunda Ana Latorre a los pasos a dos, a los movimiento grupales, al coro. Aparece vibrante, de ida y vuelta, con abanico y como una serpiente con lentejuelas y rebosante de sensualidad la mexicana Karen Lugo; y casi sin tiempo hay una eclosión de clásico español y escuela bolera. Puntas y palillos en un paso a dos entre Carmen Coy y Daniel Ramos que deja sin aliento: no solo por la destreza de la que hacen gala, sino porque lo interpretan todo como si no pasara nada. Y pasa. De hecho, en hora y media no paran de pasar cosas.

Tocata y fuga por bulerías
FOTO: MANU GARCÍA
FOTO: MANU GARCÍA
FOTO: MANU GARCÍA
FOTO: MANU GARCÍA

Desde finales del XVII hasta la Generación del 27, no paran de abrirse caminos en el arte. El piano de Marco Mezquida, coautor de la música con Chicuelo —con permiso de Bach—, suena tan hermoso como las cuerdas de Martín Meléndez, de enorme protagonismo en toda la función. La vidalita de Vallejo. El lagarto y la lagarta. El sueño va sobre el tiempo, flotando como un velero, decían los versos de Así que pasen cinco años, transformados luego en La leyenda del tiempo. Tocata y fuga por bulerías. Las leyendas sin tiempo. Legendarias son las coreografías de Javier Latorre, que se divisan a una legua, en las que se le ve bailando aunque esté entre bambalinas. Y leyenda es el maestro Kojima, a sus 80 años, por su ejemplo de tenacidad, y por lo que comparte y dispone en escena. LorcaxBach es su pequeño tesoro, donde está todo lo que fue y lo que es tras más de medio siglo de abnegada entrega a la danza flamenca.


LorcaxBach. Baile: Shoji Kojima - Javier Latorre - Ana Latorre - Carmen Coy - Christian Lozano - Daniel Ramos - José Maldonado - Kalen Lugo - Pedro Córdoba - Vlada Vest. Cante: El Londro - Monica Navarro. Guitarra: Chicuelo. Piano: Marco Mezquida. Cuerdas: Martín Melendez. Percusión: Perico Navarro. Coreografía: Javier Latorre. Dirección artística: Javier Latorre. Coreógrafos invitados: José Maldonado (Caña y Farruca) - Karen Lugo (Caña y Vidalita) - Pedro Córdoba (Tarara) - Shoji Kojima. Dramaturgia: Paco López. Música: J. S. Bach. Música original: Chicuelo - Marco Mezquida. Diseño de iluminación: Pedro Serrano. Regiduría: Balbi Parra. Producción: Kyoko Shikaze. Lugar: Teatro Villamarta. Día: 25 de febrero de 2020. Aforo: Lleno.