El mundo del flamenco no ha empezado con buen pie 2023 y hoy, 17 de febrero, ha vuelto a sufrir un auténtico mazazo en su línea de flotación más importante: el cante. Este mediodía, la familia de José Cortés Jiménez Pansequito ha dado a conocer el fallecimiento de este artista que vino al mundo en La Línea de la Concepción en 1946, tras no poder superar el tumor cerebral que le fue diagnosticado y por el que se encontraba en estos últimos días ingresado en el Hospital San Juan de Dios del Aljarafe de Bormujos, muy cerca de su residencia actual en Gines.
Casado con la cantaora sevillana Aurora Vargas y padre de tres hijos, sus restos mortales serán trasladados durante la jornada de hoy al Tanatorio SE30 de Sevilla y, tras recibir las exequias por su eterno descanso y posterior incineración, el cementerio de El Puerto de Santa María, lugar del que es Hijo Adoptivo desde el año 2000, será donde encuentre el descanso eterno este cantaor que nos deja para siempre a los 78 años.
Nada más darse a conocer la noticia, las reacciones por parte de familiares, amigos, compañeros e instituciones no han cesado y las redes sociales se han inundado de mensajes de condolencias y pesar por la muerte de un cantaor fundamental de la historia reciente del flamenco.
Artista ‘inclasificable’, para quien el Concurso Nacional de Córdoba tuvo que crear exprofeso el Premio a la Creatividad en 1974, deja como legado artístico una trayectoria profesional cuajada de éxitos compuesta por 32 discos, cuatro números uno en las listas musicales e incontables momentos mágicos sobre los escenarios. Además, en este año 2023 se encontraba inmerso en la celebración de seis décadas ininterrumpidas en los escenarios. Recientemente, el Potaje Gitano de Utrera habia comunicado su decisión de dedicarle a su figura la próxima edición de su festival flamenco de verano con motivo de esta efeméride y tenía también confirmada su presencia en el ciclo Solera y Compás del Tío Pepe Festival de Jerez.
Una vida dedicada al cante
Pansequito siempre tuvo muy claro qué quería ser: artista. Y tan claro lo ha tenido siempre que era habitual escucharle decir que “dos millones de veces que naciera es lo que querría ser”. Considerado como un bastión fundamental de la generación del 27 del cante, su capacidad creativa fue la principal carta de presentación de un artista que consideraba que “si se copia, por muy bien que se haga, la gente se va a quedar con el original” y en esta última época echaba de menos la personalidad de antaño.
Compañero de fatigas en los escenarios de artistas como José Monje Cruz Camarón de la Isla – con quien tuvo gran amistad y consideraba como su hermano-, Alonso Núñez Rancapino, Enrique Morente, Juanito Villar, La Paquera de Jerez, El Turronero, Fernanda de Utrera o Juan Peña El Lebrijano, entre otros muchos, en su etapa en solitario, conformó junto a ellos una generación “difícil de imitar y repetir”, defendiendo siempre a capa y espada “la categoría” como la mejor de las armas de lo jondo cuando era preguntado por la versión flamenca de esa Generación Jonda del 27 de la que formaba parte.
Autor de sus propias letras y éxitos como Tápame, Los gitanos de la cava, Yo me estoy enamorando o No me importa lo que digan, con su partida se cierra otra hoja del libro que recoge en su interior a los artistas que marcaron una época considerada como una ‘Edad de Oro’ del flamenco, que fue capaz de llevar a este género musical a los escenarios más importantes del mundo, en muchas ocasiones, por primera vez.
Más de 60 años en los escenarios de forma ininterrumpida
José Cortés Jiménez Pansequito (La Línea de la Concepción, 1946 – Sevilla, 2023) nació en el seno de una familia flamenca y humilde de la población del Campo de Gibraltar gaditano, trasladándose a temprana edad a Sevilla y posteriormente a El Puerto de Santa María, población de la que es Hijo Adoptivo desde el año 2000 y lugar donde desarrolló gran parte de su infancia y juventud.
En el plano artístico, si bien se puede afirmar de forma oficiosa que sus inicios artísticos tienen lugar en época temprana, en la feria de su ciudad natal de La Línea de la Concepción o bien los tablaos de Málaga, el propio cantaor data su inicio profesional en el año 1963 cuando Manolo Caracol le recluta para su tablao Los Canasteros de Madrid donde, compatibilizándolo con el de Torres Bermejas, coincide con grandes del momento como La Paquera de Jerez, Terremoto, Fosforito, Chocolate o Fernanda y Bernarda de Utrera.
A partir de ese momento, su carrera experimenta una evolución exponencial cuando se incorpora al Ballet Flamenco de Antonio Gades, compañía con la que empieza a recorrer gran parte de la geografía mundial, aun cuando en la década de los 70 decidió volver a Málaga para formar parte de la Taberna Gitana y, posteriormente, del Tablao Los Gallos de Sevilla.
Así las cosas, en 1974, a la edad de 28 años, decide presentarse al Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba y, debido a su forma tan genuina y personal de expresar el cante, el jurado del concurso le concede el Premio a la Creatividad. Este hecho supuso que comenzara a ser uno de los artistas más reclamados dentro de los circuitos de festivales y peñas, actividad que compagina con diversas producciones discográficas.
Entre sus reconocimientos más importantes, cabe reseñar el premio Lucas López de la Peña Flamenca El Taranto de Almería (1985), el Giraldillo al cante de la Bienal de Flamenco de Sevilla (2010), el Compás del Cante de la Fundación Cruzcampo (2010), el premio Flamenco Calle Alcalá del Festival Bankia (2012) o la medalla de la Ciudad de Sevilla (2014), además de ser nombrado Hijo Adoptivo de El Puerto de Santa María en el año 2000.
No obstante, si la trayectoria en los escenarios de Pansequito es digna de mención, no lo es menos la discografía que ha dejado como legado. Junto al sello Moviplay realiza una serie de nueve discos entre los años 1971 y 1978 y que junto la realizada con los sellos Gramusic, Discosa, Musivoz, Fods Records, Zero Return, Kaino Producciones y Bujío Producciones, conforman una extensa colección sonora.
Acompañado al toque por guitarristas de la talla de Paco Cepero, Juan Habichuela, Pepa Habichuela, Enrique de Melchor, Tomatito o Moraito su discografía conforma una herencia musical compuesta por 32 trabajos discográficos entre los que se encuentran temas que, hasta en cuatro ocasiones, llegaron a liderar las listas de radiofórmulas de la época.