Pese a ser el gran fracaso profesional de Giacomo Puccini, por los abucheos en su estreno en La Scala en 1904, Madama Butterfly ha acabado situándose como una de las diez óperas más representadas de todos los tiempos. De un happy end inicial, el que planteaba Madame Crysanthème (1887) de Pierre Loti, al desenlace trágico del cuento de John Luther Long, que retomaría Puccini y sus ayudantes para el libreto original, la heroína trágica encarnada en una geisha japonesa, también transportada al teatro o al cine, ha acabado convirtiéndose en uno de los personajes más absorbentes y humanos de la historia de la lírica universal.
El propio Puccini, que no era habitual que revisara sus trabajo, se bebía y una otra vez esta pieza. "No escucho nunca con placer mis óperas, exceptuando tal vez el último acto de La bohème. Pero ésta sí —por Butterfly—, toda, íntegra, interesándome, entusiasmándome. Tengo conciencia de haber escrito la más moderna de mis óperas". No resulta extraño que ante todo este inventario, la soprano jerezana Maribel Ortega ande estos días con las palpitaciones de una debutante.
Su primera gran aparición protagonista en una producción tuvo lugar hace diez años en el Teatro Villamarta, con la nada fácil Lady Macbeth, y ahora regresa convertida en estrella en ciernes para encarnar a la ingenua y abnegada Cio-Cio San. "Es como si volviera a debutar, es todo un desafío", mantenía esta semana. Bajo la dirección escénica de Pablo Viar y la banda sonora del maestro Daniel Gil de Tejada, Ortega es la protagonista absoluta de esta revisión de un clásico con el que el Teatro Villamarta, que asume una producción que pretende llegar lejos, baja el telón del Centro Lírico del Sur por esta temporada. Antes del estreno de este jueves —20:00 horas; más otro pase el sábado a la misma hora— de esta Madame Butterfly a la jerezana, la soprano insiste en resaltar el "privilegio de poder decir que hace diez años con Lady Macbeth debuté en el teatro y, diez años después, éste sigue apostando por mí. Aunque ya había hecho Madame Butterfly, esto se convierte en un nuevo debú".
La orquesta en uno de los ensayos previos al estreno. FOTO: MANU GARCÍA
Después de muchos ensayos, de adentrarse en un personaje que es "como desnudarse", la soprano desgrana que "estoy entrando a analizar tan minuciosamente todos los detalles del personaje, lo denso que es todo, y el control que hay que tener para no dejarte llevar por la partitura emocional y la música de Puccini, que llega un momento en el que no sabes si eres tú, Madame Butterfly u otra persona. Eso está siendo bastante enriquecedor para mí y vivir esa experiencia rodeado de este equipo es un lujo, me siento mimada y en familia". Las heroínas puccinianas –Tosca, Manon, Mimì, Angelica o Liú– son mujeres predestinadas al martirio y al sacrificio, llamadas a sufrir y a morir, pecaminosas por amor. Butterfly, que incluso reniega de su religión para convertirse, no lo es menos. "Es un título inmortal de Puccini que sigue ejerciendo sobre nosotros una fascinación imperecedera", asegura el director de escena vasco que forma parte de un elenco al que se suman la Orquesta de Córdoba y el Coro del Teatro Villamarta.
Viar, que como asegura el figurinista Jesús Ruiz ha querido ser original yendo "al origen de las cosas", ha querido hacer hincapié en el viaje de la protagonista de lo ilusorio a lo real, y pone el acento en la inspiración en hecho reales de una historia que "llegó hasta nosotros a través de las misiones. Fue una hermana misionera de Luther Long quien trajo hasta América el relato en el que se basó posteriormente el cuento y que dio lugar al libreto original de Puccini. No es sorprendente que el libreto esté repleto de referencias a cuestiones y debates religiosos con temas como la fe, los sacrificios, los evangelios, la caridad…". Por otra parte, sobre el montaje que dirige, también destaca que, de todas las heroínas trágicas de Puccini, "es quizás Butterfly la que más evidentemente es víctima de su propia confusión, o de su propia percepción dislocada entre lo real y lo imaginario, así como del choque brutal y la incomprensión profunda entre dos culturas tan lejanas, como la norteamericana y la japonesa. Se encuentra en el centro de este choque y acaba siendo la víctima propiciatoria de este drama".
Mesa técnica al final del patio de butacas del teatro, en un momento del ensayo del segundo acto de la ópera de Puccini. FOTO: MANU GARCÍA
La conexión con la música de Puccini parte del trabajo del maestro Gil de Tejada, que pone el acento en el "equipo que se ha creado", y en su papel para "resaltar toda la diferencia que hay en la música, de influencia muy oriental". "Puccini se basó en escalas pentatónicas, metió canciones populares japonesas, incluso está el himno del emperador de Japón, y luego hay una música típicamente pucciniana..., entonces mi labor es resaltar todos estos momentos y otros muchos que son delicados, impactantes", explica, y agrega: "Como siempre, la música de Puccini potencia y está íntimamente ligada a la palabra. Hemos trabajado con Pablo (Viar) en un ambiente muy distendido, para realzar al máximo todo y creo que lo hemos logrado".
Ruiz, figurinista cordobés de reconocido prestigio y un habitual en las producciones líricas del Villamarta, incide en el bloque artístico y técnico que se ha creado para la segunda producción operística del teatro jerezano en menos de seis meses, al tiempo que confiesa el poder de esta Butterfly: "Debería de estar curado de ataques lacrimógenos, pero se me han saltado varias veces las lágrimas en los ensayos viendo cómo Butterfly se iba descomponiendo y los demás alcanzaban un grado de incomprensión o de maldad hacia ella realmente impresionante". La historia es archiconocida, pero por si acaso hay que recordar que la trama sucede en Nagasaki, en 1904, donde el oficial de la Armada estadounidense B. F. Pinkerton se prenda de la geisha quinceañera Cio Cio-San, apodada Butterfly. Lo que para él es un pasatiempo, a la espera de regresar a su país y encontrar una esposa "de verdad", para ella supone renunciar hasta a sus creencias.
José Antonio López y Maribel Ortega, en 'Madama Butterfly'. FOTO: MANU GARCÍA
A partir de ahí, en la casa de papel, con jardín zen y un enorme buda, con barquitos de papel sobrevolando la escena, la ruina de la ingenua y frágil enamorada y el hijo fruto de ese matrimonio de conveniencia desencadenarán un fatal desenlace que, por visto y oído muchas veces, no hacemos spoiler si recordamos que acaba en harakiri. Sobre el personaje central del libreto, abunda Maribel Ortega, "es como desnudarse, hablar un poco de mi misma, todos los personajes que interpreto los llevo a una parte de mi vida y suponen eso, desnudarme y, en este caso, dar todas las emociones que, en cierto modo, una mujer puede vivir desde que encuentra el primer amor, las ilusiones, la terquedad por conseguir nuestros sueños... Puccini lo lleva todo al límite emocional y dramático. Es una Madama Butterfly especial y seguro que el público que venga va a disfrutar muchísimo".
El resto del reparto lo integran el tenor italiano Leonardo Caimi y el barítono José Antonio López. El primer encarna al malo de la función, si bien defiende que quedarse en eso sería de un reduccionismo insoportable. Y se explica: "Pinkerton parece ser el malo, pero estoy contento porque con Pablo estuvimos de acuerdo desde el primer día en que es muy simple decir que es el malo, pero hay que volver a 1904 y pensar en lo que se conocía entonces de la cultura de Japón y qué era una geisha; es como pensar hoy en lo que es una escort, una señorita de compañía, pensaban que era su trabajo, y Pinkerton más que malo, es demasiado joven e ignorante de la cultura y de lo que está haciendo, se da cuenta al final cuando ya tiene que irse por no tener el coraje de mirarla a la cara". Como José Antonio López, destaca la "energía" y "amor por hacer arte" que ha encontrado en Villamarta, así como en la dificultad del libreto.
Gil de Tejada dirige a la Orquesta de Córdoba. FOTO: MANU GARCÍA
El barítono murciano puntualiza: "El hilo conductor está en la franja musical y no puedes entrar, hacer lo tuyo y marcharte, tienes que aprender lo de los demás. Yo hago de Sharpless —cónsul de los Estados Unidos en Nagasaki— y tengo que conocer las partes de Pinkerton y Butterfly, y de todos los demás. Tienes que entrar en el color de la orquesta, del que te pide el texto, entrar y salir del personaje naturalmente. Así que pueden imaginar lo difícil que es hacer una Madama Butterfly. Es una producción bellísima desde el punto de vista musical y visual".
Dicen que Puccini admitió en una ocasión que lo suyo no eran las heroicidades. "Me gustan los seres que poseen un corazón como el nuestro, que están hechos de esperanzas y de ilusiones, que tienen momentos de alegría y de melancolía, que lloran sin sollozar y que sufren con un amargor interior". Hay mucho de ese amargor y de ese llanto en esta Butterfly que, aun no pudiendo escapar de su brutal sino, lucha por hallar alternativas, alimentar sus esperanzas y tratar de acercar dos mundos antagónicos basándose en el amor.
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