Este fin de semana he visto dos películas escalofriantes, claustofobicas, aterradoras, inquietantes y ESPAÑOLAS. Tanto en la forma como en el fondo, estas peliculas se titulan La Trinchera Infinita y 1898: Los Últimos de Filipinas y en este artículo expondre el paralelismo y las razones por las que considero estas dos peliculas fundamentales. Empezemos nuestro análisis por la primera película.
La trinchera infinita nos muestra la historia de las personas que durante la guerra civil española se escondieron en sus casas, acusadas de crimenes de guerra. Personajes escondiendo sus vidas detras de muros, debajos de escaleras o en sotanos. Este es el caso de nuestro protagonista, Higinio Blanco, un hombre republicano que estuvo escondido durante mas de 30 años en el sotano de su casa junto a su mujer y su hijo, que tuvieron que fingir ser tía y sobrino, para guardar las apariencias. Y es aquí donde reside el infierno, entre estas paredes.
Un hombre escondido, no solo del mundo, sino también escondido de los suyos. Un hombre que para salvar su vida tiene que asumir una no-existencia, no solo frente a los que viven fuera, sino también para su propia familia. Es un hombre olvidado por la historia, en una batalla pérdida que para él no tiene fin. Un último mohicano que ha quedado relegado a coser y a mirar por la ventana o por un pequeño agujero. Mirar la vida desde dentro, desde esa que constituye su unica mirada al mundo exterior. Nuestro personaje observa ese mundo real que él siente en todo momento al borde la paranoia. Será su muerte el momento cumbre de esta película que consigue, como pocas peliculas españolas de los últimos tiempos, ponerte en la piel de ese hombre con un desasosiego que impregna el alma.
Soberbiamente interpretado por uno de los mejores actores de su generación, Antonio de la Torre, y secundada por el personaje de su esposa Rosa (Belén Cuesta), nos hace sentir una época de nuestra historia, la más negra: la dictadura Franquista, desde los ojos de nuestro protagonista. Nos presenta un país encerrado, atrapado detras de un muro que constituye la metáfora psicológica sobre el aislamiento del país. Un hombre que solo sale cuando se da cuenta de la propia insignificancia de su existencia, viendose a si mismo en un maravilloso plano final, el espejo de un horror. Como apéndice a esta película y complementandola por ello, recomendaría la obra Los Girasoles Ciegos. Libro de Alberto Méndez y su adaptacion de Jose Luis Cuerda del año 2008.
Y ahora analicemos la otra película recomendada desde estas humildes líneas: 1898: Los Últimos de Filipinas. Esta película trata sobre la guerra del imperio español (o de lo que quedaba de él) contra los filipinos rebeldes, tratando particularmente sobre el destacamento de Baler y su asedio de 377 dias. Narra la historia real de estos hombres que se atrincheraron en una iglesia luchando por unos ideales y un patriotismo que, poco a poco, se va desvaneciendo para concentrarse en aquellos pocos que quedaron y que asumieron esos ideales hasta el final.
Son particularmente destacables los personajes de Luis Tosar y Javier Gutiérrez (magnificos ambos) y que muestran dos caractéres muy definidos. Dos militares patriotas que no tienen nada que perder y que son dos reliquias olvidadas, como si fueran personajes de la novela Zama de Antonio Di Benedetto. Siguen, como en la novela, luchando por un imperio que se desmorona y que al igual que Higinio son dos seres olvidados que siguen luchando, que siguen batallando por unos ideales que no existen. Pero no solo ellos luchan, sino también todos esos soldados que, recordando un poco a los de Platoon de Oliver Stone, ya no saben por qué luchan y ni siquiera saben usar el arma.
Al igual que nuestro anterior personaje, Higinio, viven encerrados, aislados del mundo, puesto que sólo pocos meses después España vendió las posesiones de Filipinas y Cuba por 20 millones de dolares. Un final que ellos se niegan a aceptar, luchando por ese último resquicio imperialista, roto cuando el militar que interpreta Luis Tosar empieza a abrir los ojos para darse cuenta de la realidad. Como si de la caverna de Platón se tratara, mira a la derrota de cara y ve de repente que el mundo ha cambiado. Y no solo es el mundo el que ha cambiado, lo peor no es eso, lo peor, es que ellos tambien han cambiado.
Siendo estas dos películas unas de las que nos hablan, como pocas, de una parte olvidada de nuestra historia y de personas olvidadas que sufrieron y lucharon por esa Idea que es España, son al fin de al cabo son dos historias de derrota, pero de derrotas que no debemos olvidar nunca, porque como dijo Manuel Azaña "la historia se admite con sus victorias y sus derrotas". Que estas dos películas se estrenen y triunfen son la muestra de que una gran parte de la sociedad esta interesada en saber sobre su historia. Este interés por nuestra historia pone de manifiesto la salud todavia de nuestra sociedad española. Esperemos que siga siendo así.