Durante estos ultimos años vengo observando que no solo en el cine, sino en la cultura general, esta habiendo una revisión de las temáticas planteadas, como si hubiera miedo a tratar cuestiones con otra perspectiva que no fuera desde una perspectiva buenista. No quiero decir con esto que cuestiones como el racismo, la homosexualidad, el aborto, el medio ambiente, no tengan que ser tratados con respeto y veracidad. Simplemente digo que se puede ser critico y a la vez imparcial, sin tener que ser didactico.
Pongamos un ejemplo: en 1978 Pier Paolo Pasolini hizo Los 120 dias de Sodoma, una pelicula brutal y inclemente con el espectador, que muchos espectadores bienpensantes considerarian sádica o repugnante, y lo cierto es que hasta cierto punto lo es. Pero curiosamente ahí reside su importancia y valor, ya que coloca al espectador en un lugar podríamos decir incómodo y crítica de una manera extraordinaria y arriesgada la condicion humana.
Hace ver su propia inmundicia, tomar conciencia de ella sin juzgarla. Ese mismo año él mismo es apaleado y asesinado en extrañas circunstancias en Ostia, cerca de Roma, lo que deja en evidencia que aún la sociedad italiana y por extensión la sociedad mundial, no estaba preparada para una pelicula de esa magnitud. Otra película extraordinaria y poco complaciente con el espectador es Taxi Driver de Martin Scorsese de 1976. Esta película trata sobre un hombre, Travis Bickle (sobrenatural De Niro) que vuelve de la guerra de Vietnam traumatizado y con una sensación de derrota y vacío, propia del que ha sentido cerca y contemplado las brutalidades de la guerra.
Un trauma que le hace identificar en la sociedad un ente destructor que aliena al hombre y le desangra en su ser mas íntimo. Es por eso que su decisión será la de convertirse en un guerrero samurai, que se hace defensor del bien moral (o lo que él interpreta como bien) y acabar con toda la inmundicia moral. Y cierto es que lo interesante de ese relato es que la damisela en apuros no sea la colaboradora politica joven, culta y espabilada, sino la prostituta Iris (extraordinaria Jodie Foster), una lolita de 16 años, mas dañada por la vida de lo que ella cree. Lo más destacado de la película es que no hay un enjuiciamiento moral sobre la temática tratada.
Ejemplo de esta ausencia de juicio de valor es la escena del atraco, donde Travis mata a una persona negra, no porque sea negra, sino por ser delicuente. Scorsese juzga a la sociedad, pero no juzga a los que la pueblan. En las corrientes actuales de pensamiento, que han llegado lógicamente al cine y a las artes en general, desgraciadamente, es habitual adelantarnos a emitir un juicio de valor previo, que dificulta el mensaje. Las personas son etiquetadas de buenas o malas desde un maniqueismo alarmante. Travis, el personaje, no es un héroe al uso. Está evidemente trastornado y odia a la sociedad en la que vive, pero en esa joven encuentra una manera de redimirse, al igual que en otra gran pelicula Veredicto final (1982), de Sidney Lumet. Protagonizada por el siempre genial Paul Newman, el director huye del héroe perfecto que se representa en estas peliculas de abogados, porque Frank Galvin, el abogado de la película, no es ningín Daniel Kafee de Algunos Hombres Buenos.
No tiene el personaje tampoco la locuacidad intelectual y perfecta de los personajes de las series y las películas de Aaron Sorkin. Frank Galvin es un ser mediocre, que antes era un gran abogado, pero el alcoholismo y las pérdidas personales le han convertido en una escoria que deambula por los bares, hablando y bebiendo con los mismos colegas de siempre, como en una novela de Charles Bukowski. Pero un día encuentra a unos padres que tienen a una hija en coma, por culpa de una negligencia médica y decide demandar al hospital, un hospital católico nada menos. A pesar de las presiones, el personaje decide seguir adelante, aunque el camino este lleno de obstáculos, gracias en parte a una joven, Charlotte Rampling, que le impulsa a seguir y a luchar.
Finalmente, gana el caso, pero lo que quiere presentar esta pelicula es que los héroes no siempre se comportan como héroes, ni que las victorias siempre serán satisfactorias. En muchas películas de hoy en día suelen ser personajes moralmente impolutos y no hay cabida para la escala de grises. Estas tres películas se enmarcan en contextos políticos distintos, pero ideológicamente similares, en la de Pasolini gobernaba el partido derechista y catolico de la democracia cristiana, al mando del vampírico, carismático y oscuro Giulio Andreotti. La pelicula de Scorsese se estreno en el pleno Post-Watergate, con la dimisión de Nixon aún caliente y la crisis económica del petróleo en apogeo.
En un clima de decepción y nubarrones palpándose en el país. Por ultimo, en la de Lumet, el director nos presenta la acción en plena presidencia conservadora de Ronald Reagan y con la entrada de la derecha cristiana. Son películas llenas de grises, con personajes que se sitúan en la escala desde la extrema maldad (120 dias) hasta la extrema bondad y honradez (Veredicto final), pasando por la decepción y el fracaso (Taxi driver). Con este artículo no quiero decir que el cine de ahora no sea cine, ni mucho menos, puesto que este articulo sería interminable si tuviera que hablar de las películas actuales que me gustan y los directores que amo. Simplemente quiero decir que cuando haya que tratar temas importantes escapemos de los clichés y seamos más complejos y a la vez libres. Esta exigencia no solo es elevable a la industria sino tambien al público, porque ahí está unos de los placeres de ver una pelicula: debatirla.