El tercer libro del doctor Moreno
Conozco hace muchos años a José Moreno Garrido, Pepe Moreno para los amigos y doctor Moreno para tantos pacientes a los que ha ayudado en sus enfermedades. Siempre ha cultivado Pepe un arte de vivir muy refinado, donde han encontrado acomodo, en un natural apacible, cierta tendencia introspectiva y mística, y a la vez una abierta sociabilidad, y en él conviven cierta contención y mesura con momentos de brillante epicureísmo, quizás porque Pepe comprende desde siempre que en la vida unas veces hay que cultivar la ecuanimidad y otras veces la más alta emoción. Su propia poesía no está exenta, en mi opinión, de esta ambivalencia que la engrandece, y en ella encontramos momentos de introspección y serenidad, y momentos de gloriosa exaltación del vivir.
Hemos quedado para conversar un rato en una luminosa mañana de mayo, y el poeta aparece con su tercer libro bajo el brazo, titulado Un solo cielo, que pronto presentará.
Bueno, yo tengo en la memoria un hecho para mí muy significativo con respecto a la poesía. De pequeño, entré en el Colegio de la Salle procedente de una Miga, que era como una especie de parvulario que había en el Mamelón y, entre los 9 y 13 años cursé el bachillerato elemental en ese colegio, que por entonces estaba en la Alameda Cristina. Recuerdo que allá por el día de la Inmaculada se celebraban unos juegos florales en el Villamarta, donde se entregaban unos premios a las mejores poesías dedicadas a la virgen y, mira por donde, vine a recibir un premio consistente en una pluma estilográfica, nada más revelador y premonitorio. Yo tendría entre 10 y 12 años.
Ese fue mi primer contacto con la poesía. Los únicos versos o poemas que puedo recitar de memoria vienen de esa época, es curioso. No porque me obligaran a aprendérmelo de memoria, porque yo no recuerdo que me obligaran, sino porque me gustaban. De ahí viene que pueda recitarte a Jorge Manrique: “recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando” y todo eso. O me acuerdo de Salvador Rueda: “cual si de pronto se entreabriera el día despidiendo una intensa llamarada, del acero fúlgido rasgada, mostró su carne roja la sandía.” O de Antonio Machado: “Anoche cuando dormía soñé bendita ilusión que una fontana fluía dentro de mi corazón”… y algunos más.
Es decir, a mí me gustaba ya esa musicalidad que desprende la poesía, porque si no, no los recordaría aún hoy con casi 70 años. Yo he tenido eso siempre ahí: la poesía, ya desde pequeño la poesía me encandiló, al menos así lo creo.
Recuerdo solo a uno, Pepe López, que espero siga vivo, por supuesto. De mi misma edad, éramos muy amigos de jovencitos, de adolescentes… Y este chico sí escribía, pero que yo sepa no ha publicado nada. Pero sí escribía en aquella época y, además, lo hacía bastante bien o al menos a mí me gustaba. Yo recuerdo que nos intercambiábamos poemas, pero era el único. No sé nada de él hace muchos años.
Sobre todo, ya con 15 años, poesía amorosa, especialmente Gustavo Adolfo Bécquer, Espronceda... Sí, eso sí lo recuerdo, los “románticos”. . Claro, con 15 años, las hormonas también te condicionan. Para nosotros, la poesía social aparecería más tarde. Tampoco teníamos acceso fácil a otro tipo de poesía entonces. Más tarde continué conociendo a otros autores. Hay otro hecho también así decisivo en mi vida poética: en sexto de bachillerato tenía un profesor de literatura de nombre Pablo del Barco, ya debe ser octogenario. Pablo del Barco era profesor de literatura en el Instituto Padre Luis Coloma, tenía una ideología progresista, podríamos decir, así lo recuerdo. Un día llega a la clase y nos pone, para que analicemos sintácticamente el contenido, el significado, todas estas cosas, un poema de Pablo Neruda. Claro, fue con motivo de la concesión del Premio Nobel en el año 1971. Propuso un poema extraordinario que además se titula, lo recuerdo perfectamente: “Por boca cerrada entran las moscas”. Puedo afirmar que ahí descubrí yo a Neruda, a mí me impactó esa manera de decir las cosas, tuve que analizar el poema, y recuerdo que el profesor me dio buena nota. Posteriormente tuve con Pablo del Barco una buena relación, él estaba haciendo una tesis - sería muy joven el hombre en aquella época- creo que era sobre Mallarmé y yo le ayudaba a mecanografiarlo, teniendo en cuenta que yo había aprendido mecanografía, una de las asignaturas de Perito Mercantil.
Cuando terminé bachillerato elemental, yo no seguí bachillerato superior, sino que mi padre me metió en la Escuela de Comercio para hacer perito mercantil. Estuve allí tres años, al terminar el tercer año tenía que hacer la reválida, pero yo dije que la reválida no la hacía. Me fui a escondidas, sin que mis padres lo supieran, a casa de un amigo que estaba preparando unas oposiciones para magisterio, me fui con él a estudiar quinto de bachillerato. Me matriculé por mi cuenta, me presenté en septiembre, aprobé y me matriculé en sexto de bachillerato. Esto fue en el año setenta y uno. Salí en el setenta y tres, y ya empecé la carrera de medicina. Yo me matriculé en el Instituto porque quería ser médico, tenía una vocación fuerte desde muy temprano, me costó un disgusto con mis padres pero luego eso pasó.
Sí, bueno, para mí, no es que Jerez tuviera mucho... Yo estaba metido en un grupo de amigos. Uno era Juan Sánchez, que desgraciadamente falleció hace unos diez años, Juan Sánchez y yo nos hicimos íntimos amigos, él venía a mi casa, yo iba a su casa, leíamos juntos, y entonces él estaba ya con el tema del teatro, que era su amor de siempre. Nosotros formábamos parte de un grupo de teatro que se llamaba Grupo Bohemios, que lo dirigía entonces Pedro Comes, Perico Comes, con su mujer, no me acuerdo cómo se llamaba, pero tenía una voz extraordinaria, íbamos a ensayar a algunos sitios, yo siempre he sido un desastre para eso, pero me encantaba, me gustaba, ese era el mundo cultural que yo conocía, el tema del teatro, bueno, de hecho iba muy unido a la poesía. Esas cosas conformaban mi mundo cultural.
Recuerdo también a Paco Bejarano, porque a Paco lo conocí de adolescente -era yo más pequeño- pero él era amigo de mi hermano Antonio, venía a mi casa con frecuencia, nos conocíamos bien, íbamos juntos a algunos sitios. Recuerdo que Paco Bejarano le dedicó a mi hermano un libreto de poesía que yo conservo, no sé si Paco lo recordará, eso fue hace ya tantos años. Paco tenía bastante ascendencia sobre mí desde el punto de vista poético, yo hablaba con él de poesía. Recuerdo que estábamos hablando los dos en la barriada de Icovesa, nos encontraríamos en la calle, y hablando de poesía le dije que a mí me gustaba mucho la poesía con un lenguaje elevado y rimbombante, tipo Góngora, esa musicalidad, y Paco hizo un poema, que me dedicó, en un estilo gongorino auténtico. Esas son algunas influencias y el mundo cultural donde me movía entonces. En el Instituto Coloma se creó el grupo Bohemios ATEC (ATEC era Aula de Teatro Experimental Coloma), ahí estaban Casto Sánchez, Carlos Rubio, Carmen Asenjo, Gaspar López, éramos un grupo de alumnos a los que nos gustaba el teatro, ese era nuestro mundo cultural. Hicimos una obra que se llamaba Tiempo del 98, que dirigió Juan Sánchez, No se me olvida que en esa obra Casto recitaba el poema de Machado
“La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta"
Había mucho contacto entre nosotros, y lecturas poéticas, pero sobre todo había un grupito pequeñito, prácticamente éramos tres los fijos, Juan Sánchez, Gaspar López Campuzano y yo. Gaspar vivía, o tenía una casa, en la calle Honda, y allí nos íbamos los tres, a leer poesía y a escuchar a Serrat, que había publicado por entonces el disco dedicado a Machado, y luego el de Miguel Hernández. Ese era el mundo cultural que yo recuerdo de entonces.
Sí, creo que la persona que más ha influido en mí, desde el punto de vista literario, ha sido mi hermano Antonio, que murió precozmente hace ya 17 años. A mi hermano Antonio le gustaba mucho la lectura, era un gran lector, no era un lector sólo de poesía, que también le gustaba mucho, sino que leía bastante de todo, era el que tenía, el que conseguía, no sé cómo, libros para que en mi casa se pudiera leer, recuerdo una colección donde había libros de Machado, Bécquer, Espronceda y había otros muchos libros, me acuerdo de haber leído a Moby Dick, porque mi hermano lo tenía, la Isla del Tesoro, libros también de Reader´s Digest, etc. y hay un detalle de mi hermano que no olvidaré nunca: me regaló, creo que por mi santo, las obras completas de Vicente Alexandre, en un libro con las pastas de cuero y papel biblia, editado por Aguilar en 1968. Eso para mí fue definitivo, eso fue, probablemente, casi al mismo tiempo que el descubrimiento de Neruda, o quizá antes, y ese libro lo he tenido siempre a mi lado, creo que los poetas que más influyeron en mi poesía han sido Alexandre y Neruda, sin duda, y luego ha habido otros muchos, quiero decir que a mí me gusta Lorca, me gusta mucho Miguel Hernández también, Machado, por supuesto, pero Alexandre, para mí, ha sido, creo yo, el que más me ha influido, probablemente, junto con Neruda, e incluso en mi primer libro se me nota mucho la huella de ambos, sobre todo de Neruda.
Neruda es un continente que con una sola vida es muy difícil de atravesar, es inmenso, siempre me ha llamado la atención, yo tengo su inmensa obra completa, Por edades, lógicamente cuando descubrí Veinte poemas de amor y una canción desesperada, para mí fue un shock, con esa edad, 18 años, Puedo escribir los versos más tristes esta noche o La canción desesperada, Oh Abandonado, fue un impacto extraordinario, pero creo que el primer libro que yo compré de Neruda no fue precisamente Veinte poemas de amor sino Estravagario, que puede parecer un libro raro, pero para mí quizás sea el que más me gusta de Neruda, junto con Residencia en la Tierra, no sé si es porque fue el primero que compré y fue el que me embebí. Después fui descubriendo otro Neruda y luego otro, es impresionante, porque él toca todos los palos, podemos decir, porque toca el amor erótico, el amor personal, la naturaleza, el amor a la tierra, la política, que es quizás el tema cuyos poemas menos me gustan, porque en aquella época no apreciaba esa parte épica que tenían los himnos políticos aunque yo ya participaba en la política antifranquista antes de que el dictador muriera, y también corrí delante de los grises alguna vez. Cuando Franco murió yo tenía veintiún años y ya había leído bastante a Neruda, sin embargo, cuando leí aquel libro Introducción al Nixonicidio y alabanza de la Revolución Chilena, a mí aquello me pareció una plasta, no me gustó nada, sin embargo los libros de las Odas son extraordinarios, las Odas Elementales -que escribió en dos libros- son maravillosas: al calcetín, a la manzana o a los pies, es decir Neruda es un hombre con una obra tan inmensa, poéticamente tan grande, que es muy difícil de abarcar, y es verdad que ha influido en mí muchísimo desde el punto de vista poético.
Sí, yo creo que son líneas paralelas, yo soy médico vocacional, es verdad, te decía antes que cuando tenía 13 años hice perito mercantil y cuando terminé a los 16 años tomé la decisión de ser médico, es decir, de alguna manera tenía una sensibilidad social especial, pero no creo que eso influyera, sino que uno es como es, yo creo que la medicina y la poesía han seguido vidas paralelas, en el sentido de que ya me gustaba la poesía antes de ser médico, e incluso antes de que quisiera ser médico, y luego fui desarrollando esas vidas paralelas, mi profesión y mi vocación médicas no han influido en mi poesía, al menos eso creo, porque cualquier lector lo mismo encuentra algo.
Soy normalmente constante escribiendo, bueno, al menos desde un tiempo para acá, yo voy escribiendo y cuando creo que la idea que uno quiere desarrollar a lo largo del tiempo está más o menos culminada o tratada, o que ya no le encuentra más desarrollo, pues lo cierro, y pienso entonces en un libro, y curiosamente, ha coincidido lo de los 5 años. Es verdad que yo no tengo ninguna prisa, no me dedico a esto, soy un poeta vocacional, no me dedico profesionalmente a vender libros ni a escribir libros, y entonces, bueno, pues voy escribiendo y cuando creo que tengo que cerrar el libro lo cierro, se lo entrego a algunos amigos para que le echen un vistazo a ver si está bien así, si ya está terminado, si le faltan cosas, si debería seguir, atiendo sus opiniones y ya está, y así ha sido. Este libro último, Un Solo Cielo, lo terminé hace más de un año, está cerrado hace más de un año, pero primero se lo di a José Mateos para que lo viera, y después he atendido sus sugerencias, he ido cambiando algunas cosas, he ido corrigiendo, pero el libro está terminado hace más de un año.
Hay una época en mi vida que no escribí nada, cuando me casé, terminé la carrera, me puse a trabajar, y empecé a tener hijas y a atenderlas - tres hijas maravillosas he tenido- hay una época bastante amplia en la que casi no escribía nada, una época bastante vacía desde el punto de vista de creación poética. Retomé la escritura en el año 1998, empecé a escribir cosas, enfermó mi mujer y luego murió, estuve escribiéndole poemas, el dolor, el duelo, todo ese calvario, así que lo cerré a finales de 2008. Ese libro que no se llegó a publicar, se titula Fulgor de cenizas, De él he extraído un poema para este libro, datado en el año 2003 y hay otro poema que he modificado, cambiado algunas cosas, algunos versos, pero la base está en ese poema, que se llama La tarde, de esa época. En 2009 fui de viaje a Puerto Rico y quería llevarle el libro a mi gran amigo Eladio Santos, un médico que estudió conmigo la carrera, y una amiga de mis hijas, que es diseñadora, me montó el libro, que quedó precioso. Hice dos ejemplares y me llevé uno de viaje pensando: cuando vuelva ya me planteo si lo publico o no, pero yo no estaba en eso, y no lo publiqué. Tengo un ejemplar en mi casa y el otro lo tiene mi amigo.
Y después vino el libro La orilla desnuda, que surgió a raíz de mi visita precisamente al Caribe, me enamoré de aquellas tierras, del Caribe, me enamoré sobre todo de Cuba, de la gente, del país, de muchas cosas. Un libro prácticamente de poesía amatoria.
Ahora mismo estoy en una fase poco creativa. Sobre la poesía, Juan Gelman, uno de mis poetas argentinos preferidos, decía que la poesía no se escribe cuando uno quiere, sino que llega cuando ella quiere, él dice que no se puede ni convocarla ni invocarla. Entonces, no puede uno decir: voy a sentarme a escribir poesía. Bueno, hoy día parece que sí, hay muchos libros por ahí que se escriben “solos”, entonces claro, hay muchos libros vacíos, es triste pero es así.
Creo que uno necesita un cierto estado de ánimo. Como dijo Octavio Paz, la poesía es una especie de ejercicio espiritual, una manera de hacer una liberación interior. Es decir, se necesita un estado de ánimo, y se necesita cierta dosis de melancolía, la poesía necesita todas esas cosas. Es muy difícil de definir, porque cada uno está en un estado distinto, pero bueno, tiene que haber cierta melancolía, y tiene que haber cierta intimidad. Escribir también es, ¿cómo diría?, un estado de soledad. Uno tiene que estar solo, o sentirse solo. Y todo eso ahora mismo no está en mi mundo.
Yo creo que el amor es uno. El amor es uno, no hay dos amores ni tres. El amor es uno con diferentes manifestaciones. El ser humano lo manifiesta con otros seres humanos, mediante el amor erótico y también lo manifiesta con la familia, con el amor a la naturaleza, con el amor místico…
Me acuerdo ahora de Ernesto Cardenal, y me acuerdo de las poetas místicas, de Juana Inés de la Cruz, mexicana, o de Teresa, o Juan de la Cruz. El amor yo creo que es uno solo, como el cielo de mi libro, con distintas manifestaciones, pero es solo uno que en definitiva es el mensaje principal de mi libro.
Bueno, voy a cumplir 70 años a finales de este año, por lo cual sí, esas cosas se van planteando. Yo siempre me acuerdo de dos poetas que en los últimos instantes vivieron extraordinariamente ese paso del tiempo y esa cercanía de la finitud y de la muerte, por un lado Ángel González en su último libro “Nada grave”, y me acuerdo también de Antonio Gamoneda, en su último libro, un libro extraordinario. Es verdad que uno ya se empieza a plantear algunas cosas, pero creo que en la vida, nosotros estamos preparados psicológica y físicamente para ir adaptándonos al fin.
Es decir, salvo desgracias como la que pasó con mi esposa, con mi hermano, casos donde no es previsible marcharse tan jóvenes. Pero salvo estas desgracias, uno va poco a poco adaptándose a las propias limitaciones físicas. Uno se va adaptando con el tiempo, estamos preparados para ello.
Igual que se está preparado cuando se es joven para ser padre, y cuando tiene cierta edad para ser abuelo. Y en la poesía pasa igual, creo yo. Pero siempre hay una pequeña dosis melancólica, lógicamente, en cuanto al paso del tiempo.
Quizás me gustaría profundizar a partir de ahora un poquito en eso. Aunque todavía me encuentro físicamente bien y no me pienso morir tan pronto... Pero bueno, uno crece con la experiencia, con los años, con la lectura también, porque yo leo bastante, aunque ahora no leo tanta poesía, leo mucho ensayo. Creo que con el tiempo uno va aceptándose, va serenándose, que es muy importante. Hay un poema en mi nuevo libro que se llama Serenidad.
“Llegaste cuando no te esperaba”
Creo que eso es muy interesante. Entonces, esos momentos que son maravillosos, hay que disfrutarlos. No tener penas, sino disfrutar esos momentos en los que uno se va dando cuenta de que ha vivido mucho y que todavía queda bastante por vivir, pero que queda menos de lo que ha vivido. Y que, por tanto, el tiempo que te quede, que sea lo más plácido posible, lo más feliz posible y, sobre todo, lo más sereno posible. Y así probablemente uno pueda conseguir, si consigue ese estado de serenidad... un bel morir.
A lo mejor puedo escribir sobre eso y puedo escribir bien.
Sí, los dos primeros libros, La orilla desnuda y Un balcón deshabitado, descubren la soledad del poeta, desde la orilla o desde un balcón, desde donde el poeta observa, en soledad, el resto del mundo. En las cosas importantes de la vida siempre estamos solos. Pero de pronto descubres que ese resto del mundo tiene los mismos problemas que tú, el mismo amor, los mismos miedos, los mismos fracasos, el mismo camino hacia la muerte y te das cuenta de que todos estamos bajo un mismo cielo, el único cielo posible, el del amor. Antes me preguntabas sobre el amor, ¿hay más de un amor? No, hay un solo amor. Y también hay un solo cielo, que es el que nos cubre a todos. Y desde esa perspectiva es como tendríamos que vivir, ¿no? Sabiendo que todos somos hermanos, y que todos estamos con los mismos asuntos, a pesar del mal que siempre acecha.
“Es un solo cielo,
la lumbre arde en el corazón
aislado del mal incansable.”
El libro Un solo cielo tiene cuatro bloques, uno va escribiendo y han surgido cuatro bloques temáticos, por eso están separados, aunque todos estén bajo un solo cielo.
Génesis, como su propio me indica, es intento, que no sé si está culminado o no, de hablar sobre el origen del hombre y cómo se ha desarrollado la vida durante miles de años. Fue una idea que se originó un día en una conversación con Ricardo Rodríguez, un poeta que presentó mi libro anterior, e intenté elevar un poquito el lenguaje y darle métrica a los versos. Y bueno, no salió mal. Quizás lo cerré pronto, porque me di cuenta de que podía seguirr escribiendo y podría cansar a cualquiera, por supuesto a mí el primero.
Y entonces lo dejé ahí, yo creo que con eso quedó bien. No sabía si lo iba a continuar, o si algún día lo continuaré, no lo sé, pero lo cerré ahí y creo que quedó bien.
La memoria y el tiempo, que al principio yo creo recordar que lo denominé Interiores, viene un poco a indagar en la verdad de la memoria. Hay poemas donde he ido recurriendo a cosas que han pasado en mi vida. No recuerdo quién fue el que dijo: la memoria es donde guardamos lo que perdimos. Hay en este bloque una serie de poemas que vuelven a la infancia, por un lado a cosas y seres que amamos, los pájaros, la naturaleza también está ahí, los fantasmas, y el tiempo, que pasa inexorablemente, como digo en el poema, “la memoria y el tiempo naufragando juntos”, va todo junto y es imposible separarlo.
Además había un poema que se llama Un solo cielo, que lo escribí pensando en Hispanoamérica y en España, señalando que todos pertenecemos a esa misma comunidad, o humanidad, y ese poema se lo dediqué a mi querido amigo puertorriqueño Eladio Santos, y pensé que era un título muy adecuado para este nuevo libro. En ese aspecto, entonces, he cumplido, pues he sacado el libro al quinto año, y he sacado el título de dentro del libro, que es lo que a mí me gustaba.
En Íntimo hay poemas de mi alma interior, recordando cosas pasadas, y algún poema amoroso que pertenece a esos recuerdos, a esa memoria íntima. Son poemas cortos, de momentos concretos, momentos transfigurados por el propio paso del tiempo.
Y Hérica, es el nombre del último bloque del libro, dedicado a Ana Hérica, una mujer extraordinaria que apareció en mi vida hace ya unos cuatro años, de forma casual. Como concejala del ayuntamiento vino a mi casa a casar a mi hija, y ese fue el principio de algo extraordinario que me está pasando, que no esperaba, lógicamente, a mi provecta edad, como usted suele decirme. Surgió una relación como un nuevo regalo del universo, y estoy viviendo ahora un momento extraordinario, maravilloso, feliz Es curioso, porque en este poemario de Hérica, hay algunos poemas que también tienen una dosis de melancolía, quizás porque las parejas al principio tienen sus encontronazos, pero hay muchos otros poemas que cantan la alegría, el deseo amoroso y el éxtasis del vivir.
El libro, que edita Editorial Torre de Viento, se presenta el próximo jueves, día 23 de mayo, en la sala de la Fundación Caballero Bonald, a las siete y media de la tarde, y he tenido la suerte, el privilegio, podemos decir, de que lo presente el poeta jerezano José Mateos, que sabemos que es uno de los grandes poetas que tiene ahora mismo este país, para mí esto es un privilegio, porque si no escribo más, me voy a despedir teniendo en un lado a José Mateos, y en el otro lado a Pepa Parra, la directora de la Fundación y extraordinaria poeta, igualmente de lo mejor que hay en este país. Así que ¿qué más puedo pedir?
Puede adquirirse en el acto de presentación, y también podrá comprarse en las librerías de la ciudad
Despido aquí, en esta luminosa mañana, a Pepe Moreno, amigo en cuya amistad me honro, definiéndolo con sus propias palabras “un hombre que se conmueve ante el amor y la pasión de la palabra.”.
Más información sobre el libro, en la siguiente página de la Editorial Torre de Viento.