El fotoperiodista jerezano explora su vena de activista artístico con el proyecto 'Presencias', catorce murales gigantes de cantaores flamencos retorciéndose adheridos a paredes de edificios abandonados o en mal estado de los barrios castizos de su ciudad.

Cuando los operarios municipales cortaron el candado –la llave se había perdido–, fue como “despertar del coma”. Frente a la enorme zona cero del malogrado proyecto de la Ciudad del Flamenco, reposa desde hace años en un pequeño solar público un mock up ilustrativo de cómo iba a ser la piel del edificio que iban a levantar los suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron en Jerez. Una higuera lo tenía semioculto, nadie reparó durante años en ese cachito pulido por dos eminencias de la arquitectura mundial. El ojo de Juan Carlos Toro (Jerez, 1979) sí. Fue al ir a hacer un reportaje para lavozdelsur.es, donde actualmente es su responsable gráfico, con motivo de los diez años de la primera piedra de aquella obra emblemática. El fotoperiodista, hijo, sobrino y nieto de artistas, tuvo claro entonces que allí debía adherir el mayor de los quejíos de su proyecto Presencias. El más simbólico. José de los Camarones aparece picassiano, con aire de Guernica, encajado en el arabesco que planteaban los arquitectos como solución al aspecto externo del complejo cultural. “Ha sido un puzzle muy difícil de resolver, me he convertido casi en topógrafo, en arquitecto”, confiesa risueño y resuelto el fotógrafo y muralista jerezano.

Presencias se compone de catorce murales repartidos por paredes de barrios tan castizos como San Miguel, Santiago y San Mateo y, fruto de la cámara de este hombrecillo mayúsculo, en ellas se revelan enormes apariciones de flamencos retorciéndose. Mitos como Agujetas y El Torta, y otras leyendas vivas como Manuel Moneo, Juana la del Pipa, Diego Carrasco o Capullo de Jerez. “Tenemos dos patrimonios en esta ciudad. Uno inmaterial, el del flamenco, donde no se entiende muy bien qué pasa aquí. A todos se nos llena la boca, pero luego hay artistas que pasan fatiguitas dobles. Y luego tenemos un patrimonio material, un intramuros, que está totalmente abandonado. Uniendo ambas cosas, he tratado de reivindicar al flamenco de Jerez y a ese otro patrimonio al que se le da la espalda”.

La inspiración le llegó al disfrutar de los trabajos del misterioso fotógrafo callejero francés JR. Dos iniciales que no son más que el seudónimo de un artista –se autodenomina artivista: mitad artista, mitad activista- que logró el premio TED en 2010 por proyectos de ‘gigantografías’ en barrios burgueses de París con retratos de jóvenes de bandas locales o por ‘decorar’ el muro que separa Israel de Palestina. Con el ánimo de ofrecer otra visión del mundo que nos rodea, contribuir a su mejora mediante la denuncia artística, Toro captó el espíritu de JR y lo extrapoló a su realidad más cercana. “Este trabajo refleja una queja de la propia sociedad jerezana. Tras unos años muy duros con la crisis, con lo que nos ha pasado políticamente en Jerez, con dos alcaldes ya en la cárcel, con una ciudad sin gestionar… este quiere ser el quejío de nuestra sociedad. Me gusta que mucha gente haya visto esto en mi trabajo porque era justo lo yo quería expresar”. “Este proyecto -abunda- surge hace cinco años, yo me empiezo a acercar al flamenco, y a tener conciencia y madurez para escucharlo. Empiezo también a ver estas paredes con quejío de nuestro casco histórico, y veo lienzos brutales para colocar fotos como éstas, con quejío propio. Si uníamos las dos cosas lograríamos transmitir esa fuerza de un cante en unos muros de zonas en total abandono”, explica tras la presentación oficial de una muestra que coincide con el XX Festival de Jerez.

"La foto será mejor o peor, el mural durará más o menos, pero lo que me queda es que Juan (El Torta) me abriera las puertas de su casa y haber conocido a su familia"

Surfista, skater, tocaor y cantaor frustrado, bon vivant… Toro también es un activista del arte y un esforzado combatiente en el mundo del periodismo. Y sobre todo es un tipo que cuando cree en algo no para hasta conseguirlo. Lo demuestra en su trabajo periodístico –también es colaborador habitual de El País y de la revista digital CTXT-, pero también en su vena artística. El caso de Presencias no iba a ser menos. Cinco años después de emprender la aventura, con algunas intervenciones aisladas que pudo materializar con sus propios medios, es ahora cuando ha podido hacer realidad la propuesta completa. “Hemos pasado una etapa muy dura de crisis en la que el proyecto estaba en un cajón. Con mis propios medios hemos luchado porque saliera hacia delante pero hoy por hoy tengo que decir que se ha hecho realidad gracias al empeño del Teatro Villamarta y su directora, Isamay Benavente”.

800 metros cuadrados de papel, unos 3 litros de tinta negra mate, unos 40 kilos de cola y, por encima de todo, la clave que aporta su hija Carla: "Mucho, mucho cariño". "El instalador que me ayuda lleva 20 años montando vallas publicitarias. En cada una se deja apenas cinco minutos. Aquí hay murales, como el de Manuel Moneo, que necesitan de un día de trabajo. Desconfiaba de si podía resultar pero al final hemos conseguido que le ponga a cada mural todo el cariño del mundo y más. Ha pillado la técnica y ya es suya, incluso está disfrutando", asegura entre carcajadas, pese a admitir que le apena que algunos murales duren tan poco sujetos a las paredes. No en vano, esta serie de intervenciones tienen un carácter totalmente efímero: "Lo tengo asumido porque su duración solo depende de la climatología, del tiempo, y eso le da un carácter muy romántico y artístico al trabajo, es una obra viva. El mural de El Torta ya se está despegando por el pelo y alguno incluso me ha dicho que es que se está despeinando. A mí esa poética me gusta". Con todo, el mayor privilegio de esta iniciativa para su promotor ha sido "disfrutar, conocer y tratar a los artistas". "He disfrutado una barbaridad conociendo a estos artistas tan grandes y eso es lo que me queda. La foto será mejor o peor, el mural durará más o menos, pero lo que me queda es que Juan (El Torta) me abriera las puertas de su casa y haber conocido a su familia. Ellos se han volcado, ha sido increíble", confiesa. ¿Exportar la idea? De momento, Juan Carlos Toro lo tiene claro: "Tengo ganas de soltar el proyecto y volver a coger la cámara y seguir como fotógrafo de prensa, que es lo que soy".

La ruta es la siguiente: Luis El Zambo en calle Liebre, Ángel Vargas El Mono en calle Canto, La Macanita en el antiguo tabanco del Duque, Juan Moneo El Torta en la plaza del Arenal, Fernando de la Morena en la plaza del Mercado, Diego Carrasco en calle Merced (Bodega Cristal), Vicente Soto Sordera en calle Merced, Juana la del Pipa en calle Taxdirt, David Lagos en calle Cordobeses,José de los Camarones en plaza Belén, Capullo de Jerez en plaza Belén, Jesús Mendéz en las taquillas del Teatro Villamarta, Manuel Moneo en la plaza del Santísimo Cristo de la Expiración y Manuel Agujetas en calle Cerrofuerte.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

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