Agosto es un mes estupendo para cuentistas... e incluso para escritores de relatos. Está bien lo de llevarse a la playa o a la montaña, un libro de relatos, por la simple razón de que así puedes llevarte otro. Lectura sincopada. No obstante, aunque en estas líneas recomienda cuatro, este cronista no acaba de decantarse por un salteado de dos libros de relatos –y menos de tres o cuatro, que hay lectores malabaristas–, mejor siempre meter por medio una novela. Aunque se trate de escritores de estilos muy distintos, llega un momento en el que, como haya un tema similar, un asesinato, algo de sexo, alguna humorada en la playa, la lectora o el lector, al día siguiente, sobre todo si ha habido una salida veraniega de por medio –recuérdese que estamos en agosto–, puede no tener claro del todo quién era el escritor de qué, quién copulaba con quién o quién le daba pasaporte a otro quién, con el problema añadido de acabar mezclando personajes.
Algo parecido me ha pasado acabando los Cuentos incompletos de TC Boyle y empezando Un lugar soleado para gente sombría, de Mariana Enríquez. Hay un relato de Boyle en el que aparece, digamos, el diablo haciendo de las suyas, y claro, si luego tiras con los cuentos de terror de Enríquez, pues hala, ya la tienes liada.
Boyle (EE.UU.) es uno de esos escritores malvados, divertidos de fondo... y también de golpes, de golpazos, diría yo. Es un escritor al que conocía de una novela como El fin del mundo –probablemente su obra más famosa junto con El balneario de Battle Creek, sobre todo debido a la película– pero le tenía un poco perdida la pista desde que dejó de publicar con Anagrama. En los Cuentos incompletos, los veraneantes podrán descubrir de lo que es capaz un chimpancé en una avioneta, lo bien que se lo pasan los estadounidenses en la costa del Pacífico de México tomando sus margaritas y sus chelitas o qué consecuencias puede tener enrollarse con alguien en la Alaska profunda, en una colección de relatos probablemente muy amplia (Impedimenta) y, de manera deliberada, con algunos relatos menores para ver la evolución del autor... pero bueno, es uno de esos volúmenes para siempre, de esos que si a tu pareja le dan pereza los 700 paginones y pico siempre puedes darte pisto y decir: "tranqui, yo te selecciono diez relatitos", así, a lo galán, como el que presta una chaqueta una noche en la que, de repente, se levanta fresco.
Y qué decir de Un lugar soleado para gente sombría, de Mariana Enríquez, una colección de cuentos de terror que tocan más a nuestras pesadillas que a otra cosa. Enríquez es una escritora argentina que lleva años en estado de gracia y que se desenvuelve perfectamente en lo que podríamos llamar el cuadrilátero de las 20 páginas. Infancias en las que algo ocurrió y marcan vidas adultas; el peligro de lo que ocultan los grandes hoteles demodés del centro de Los Ángeles o los posibles inconvenientes de ser una buena persona en una onegé de Buenos Aires, entre otros cuantos horrores, pueden ser estupendas lecturas nocturnas a la luz de las velas en noche estival de tormenta.
Montero Glez se ha marcado con La vida secreta de Roberto Bolaño un libro muy interesante. Por cierto, conocí al autor –hablo de Glez, claro– tomando algo en el jerezano Café Central, después de haber asistitido a una charla en la librería El Laberinto (él). Me dijeron que hasta hace poco vivía en Chiclana y es sabido que hace veinte años o así vivió en Tarifa, pero se ve que es un hombre muy metido en sus cosas, que por ejemplo no sabía que el vecino municipio de Conil tenía mucha pasta. Dejémoslo ¿Hubiera escrito este libro Glez si Bolaño estuviera vivo? No me queda muy claro, creo que sí... lo que pasa es que se perdería buena parte del sentido de este libro. A través de episodios más o menos realistas y otros abiertamente fabulados en torno al escritor chileno se trata de llegar a una cuestión: ¿era tan bueno Bolaño o se ha creado un mito en el que la editorial y la muerte prematura del escritor han sido fundamentales para el olimpo en el que actualmente se encuentra? Precisamente el New York Times eligió hace poco dos de sus novelas entre las cien mejores de lo que va de siglo XXI, increíblemente con 2666 entre las diez mejores, muy por encima de Los detectives salvajes, que se mueve por los puestos treinta y tantos. Por supuesto, el libro de Glez no tiene mucho sentido para no lectores de Bolaño y, ojo, a algún lector incluso le enfadará, sobre todo el relato en el que habla Bolaño, está vivo, y dice que tiene sus razones para haber 'muerto' en su día... A este cronista, le ha parecido un buen juego, en el que la parodia, el humor, la realidad y lo imaginado (casi barruntado) se citan en estos cinco relatos tan diferentes girando sobre un mismo eje... aunque puede que en realidad el libro no vaya de Bolaño, sino que todo esté en la cabeza de un autor del que nos atrevemos a decir que puede que acabe escribiendo una obra maestra (o algo que él considere parecido).
Y nos vamos con una pequeña sorpresa, como es el volumen de Agustín de Foxá Misión en Bucarest y otros relatos. Renacimiento rescata esta significativa parte de la producción de este escritor y diplomático, que estuvo a punto de perder su calle en la zona norte de Madrid digamos, resumiendo, que por facha, aunque esta vez el sentido común venció porque Madrid, de corte a checa, su obra mayor, es una gran novela, por mucho que se discutan los colores. En Bucarest, que es uno de sus relatos más conocidos, recuerda sus comienzos como diplomático (y más cosas), pero el libro recoge otros seis relatos en los que Foxá –que, por cierto, también murió joven, 53 años– se muestra absolutamente variado como escritor. De hecho llega a escribir sobre un hombre lobo... vaya, como para liarte ya definitivamente con Enríquez o Boyle.
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