Los que hemos conocido los cines de sesión continua –por edad, me refiero– tenemos cierta idea del cine negro francés de los años 70, que se prolongó hasta bien entrados los 80s. En esas películas salían habitualmente Jean Paul Belmondo, Jean Luis Trintignant y, por supuesto, Alain Delon, sin duda la gran estrella masculina del cine francés después de Jean Gabin y Charles Boyer.
Delon no solo era actor, sino que frecuentemente era productor de esas películas de bajo presupuesto, sin pretensiones, pero que resultaban entretenidas. En estas líneas, dedicadas habitualmente a la literatura, queremos repasar algunas de las películas del actor francés fallecido el pasado fin de semana, con la única condición de que sus guiones partan de novelas (todas ellas bastante conocidas, por cierto). Mientras, seguro que TVE vuelve a programar en algún momento la estupenda (y veloz) entrevista que le hizo José María Iñigo allá por los años 70, en la que Delon se muestra como un tipo encantador, muy humano... y un fumador impenitente, no sabemos si de Gitanes o de Galois, nada que ver, por cierto, aunque seguramente ya estuviera ahí, con ese hombre huraño y tremendamente reaccionario de años después.
Y hemos empezado por el género negro, por esas películas casi hechas para la sesión continua. Podrían estar también las películas de la saga de Flic, a partir de novelas de Jean Patrick Manchette, claro, pero merece la pena quedarse con El clan de los sicilianos, de Auguste Le Breton, editada en España en la Serie Negra de Planeta (también salió en Bruguera), así en plan muy pulp. La peli es de 1969, así que Alain Delon es todavía un tipo muy joven. Se trata de una historia de venganza, de la Policía francesa dando caza a unos mafiosos sicilianos que se creían a salvo después de haber matado a varios policías... y no, así no funcionan las cosas. Y se lo hacen saber a los mafiosos.
Vamos a citar también El amor de Swann (1984), de Volker Schlöndorff, en la que el director le mete mano muy por libre a Un amor de Swann, nótese el pequeño matiz, uno de los siete volúmenes de En busca del tiempo perdido, la magna obra de Marcel Proust... En la película salen también Jeremy Irons, que por entonces era una estrella después de encandilar a todo el mundo con su papel de Charles en la magnífica serie de 1981 –oh, sí, jóvenes zetas, ya había series por entonces– Retorno a Brideshead. Además de Delon y Irons, en el plantel de la película –que recibió un BAFTA, por cierto– están Ornella Muti y Fanny Ardant, es decir, lo que viene siendo una súperproducción europea.
Pero como cualquier cinéfilo (o así) se habrá dado cuenta a estas alturas, hemos dejado para el final los dos títulos mayores de Delon basados en novelas. Se trata, claro está, de El Gatopardo (rebautizada el pasado fin de semana por una importante cadena radiofónica nacional como El Leopardo: lo que tienen los fines de semana de ferragosto), de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, y de A pleno sol, basada en El talento de Mr. Ripley, de Patricia Hihgsmith.
Pues vayamos entonces con El Leopardo, perdón, perdón, con El gatopardo (1963), qué despiste... les decía que, personalmente, este cronista no encuentra el papel de Delon demasiado allá, pero no me lo tengan muy en cuenta, es que en cualquier peli en la que sale Burt Lancaster (igual me pasa con Robert Mitchum) me parece imposible que nadie pueda robarle el más mínimo protagonismo. Así las cosas, la película de Luchino Visconti es de eso que se suele decir de impecable factura, pero no la pondría entre mis cien favoritas, ni entre mis favoritas del autor, siempre por detrás de Rocco y sus hermanos, Muerte en Venecia o La caída de los dioses (esta tendría que revisarla, que fui un joven un tanto pedante para ser de clase obrera). En definitiva, en El Gatopardo Delon comparte protagonismo con el simpar Burt Lancaster y casi casi diría lo mismo de Claudia Cardinale, señora a la que, aprovecho para informarles, vi de cerca hace muchos años en un acto en el Parlamento Europeo... y ustedes seguramente no han tenido nunca ese (pequeño) placer. Por lo demás, ya saben: se ha unificado Italia y a la aristocracia no le gusta la vulgaridad de la burguesía, igual que a la burguesía no le gusta la de la clase obrera y así todo... Me parece imposible sentar a la muchachada hoy en día a ver esta peli, la verdad, si acaso una versión revisada en TikTok. Sé que estas cosas no hay que decirlas y que estoy a punto de cargarme el artículo, pero me gustó más la novela que la peli. De todas formas, ya saben la frase: "todo debe cambiar si queremos que todo siga igual".
Es más interesante A pleno sol. No sé si Patricia Highsmith dijo en su día "¿en serio?", "¡no me jodas!" o "ya estáis tardando" cuando se enteró de que a alguien se le ocurrió que Alain Delon –que además era jovencísimo– hiciera de su Mr. Ripley en el filme, pero seguro que la escritora no se quedó callada. En general, esta peli te enseña que, desde que el mundo es mundo, los tipos malotes, guapos y educados lo tienen muy fácil. A todo el mundo le resultan encantadores (hablo del personaje), aunque tengan un punto sociópata. Debo informarles ya de que en este caso no va a haber comparación peli-novela porque, sinceramente, con la sra. Highsmith me he quedado siempre con los cuentos y nunca he entrado en sus novelas, pero sé que la peli y la novela no terminan igual. Doy por hecho que no se puede ser más guapo que Alain Delon en esta película, y les aseguro que tampoco ir mejor vestío, el tío más sixty del planeta cuando la peli es justo del año 1960: por cierto, no paré hasta tener una americana de ojo de perdiz muy parecida a una de las que saca. La regalé hace años.