Se ha muerto Paul Auster. ¿Se ha muerto realmente o se trata de uno de esos juegos de ‘espejos’ distorsionados a los que se enfrentan sus personajes, en los que lo que ‘es’ y lo que ‘puede ser’ no solo no coinciden, sino que dan origen a nuevas tramas? No, parece que cuando llega la hora de la verdad la literatura no tiene soluciones. La vida y la muerte siguen esperando fuera del scriptorium del que habló el propio autor.
Lo cierto es que hace años que este cronista se había quitado de Paul Auster (Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2006), pero de la manera en que la gente se quita del alcohol, del tabaco o de las drogas, es decir, asumiendo que hoy es un nuevo día, un día más sin esa sustancia, solo eso, que no te has quitado de nada. Un día más sin 'la sustancia Paul Auster'. Es curioso que podría decir lo mismo de otro escritor recientemente fallecido, Martin Amis, dos escritores que acabaron siendo, quién lo diría, vecinos de Brooklyn, en NYC, con lo ‘suelto’ que se veía siempre a Amis en ‘su’ Londres. Por cierto, ¿estos dos se cruzarían de paseo por Brooklyn? ¿Se tomarían una cerveza, una copita de jerez, en algún bar? ¿Hablarían de la gentrificación del barrio, sobre todo Auster, que se fue a vivir allí cuando todavía era una zona peligrosa y no como ahora, un sitio de bohemia chic? Me da que no a las tres.
Me quité de Paul Auster (y de Martin Amis, otra casualidad) poco a poco, entre el 2000-05. Milenarismo puro. Hartazgo… lo que no quiere decir que no haya vuelto de vez en cuando sobre el escritor de Newark (o de Brooklyn) cuando ha merecido la pena, como con ‘4 3 2 1’, aunque se tratara de un Auster con la carcasa de Auster, desde luego, pero un Auster que buscara algo que sin duda nos recuerda a Philiph Roth, otro judío escasamente religioso, también de Newark, por cierto. Otro por cierto: ahí me quedé. No he leído la última, ‘Baumgartner’ –por ahora, entre mis amistades que la han leído, división de opiniones– ni esa especie de biografía que sacó de Stephen Crane, aunque debo decir que me han hablado bien de ella.
Personalmente pienso que el ‘milenarismo’ que sentí hacia Auster coincidió con el suyo propio. Justo al acabar el siglo XX pareció más interesado por el cine o la radio que por la literatura. Fue la época del rodaje de ‘Lulú on the bridge’ (de la que guardo buen recuerdo, pero no he vuelto a verla) o de los guiones de otras pelis, caso de ‘Smoke’. De aquel programa en la NPR, la radio pública americana, salió un libro del que fue editor, una selección de los mejores relatos presentados en algún tipo de concurso que debió haber en dicho programa... ‘Creí que mi padre era Dios’, se llamó el volumen, que no está nada mal, por cierto, pero que sirvió para unas cuantas bromas ácidas con alguno de mis amigos lectores, en especial el columnista Fernando Taboada, acerca de un supuesto e imaginario casting para sus próximas novelas. ‘El libro de la ilusiones’, ‘La noche del oráculo’ o 'Viaje por el Scriptorium'… son novelas dignas, pero todas un tanto ‘a la manera de’, algo así como vamos a escribir una novela como lo haría Paul Auster, de IA antes de que se popularizara la IA. Hasta que en 2017 llegó ‘4 3 2 1’, claro.
Antes, mucho antes de ese ‘break' de cine, radio y otras cosas de finales de los 90, Auster ya había escrito, por ejemplo, ‘La música del azar’, ‘Mr. Vértigo’, ‘Leviatán’ o ‘El Palacio de la Luna’. También la ‘Trilogía de Nueva York’, que es la obra que suelen citar los periodistas en sus artículos e intervenciones. “Ha muerto Paul Auster, autor de la Trilogía de Nueva York’ en su casa de…”, nada, nada, desconfíen. Poca idea de Auster, menos de la famosa Trilogía.
Cuando muere un autor siempre se dice que es el momento de nuevos hallazgos. Desgraciadamente, este cronista ya ha realizado dos: no tiene en su modesta biblioteca ni ‘Mr. Vértigo’ ni ‘Tombuctú’, dos de las buenas. Ni idea de dónde están, pero alguien debe saberlo. ¿Tal vez algún personaje del propio Paul Auster y comenzamos otra novela?