Decía Norman Mailer que un héroe es alguien que quisiera discutir con los dioses y así debilita a los demonios para combatir su visión. Nuestro tiempo resta épica. Nos esforzamos por dramatizar las circunstancias que nos tocaron en suerte pero en realidad ningún tiempo pasado fue mejor ni este es el peor de los mundos posibles.
El mundo podría existir muy bien sin la literatura, e incluso mejor sin el hombre. Todos los habitantes del planeta merecen sobrevivir con dignidad. Un teatro público no debe cerrar jamás en vacaciones pero en el verano español podría planteárselo si del director al acomodador (pasando por la taquillera) se derriten pensando en el salitre de Chiclana de la Frontera.
Hay marejadas en calma que visten la arena del malecón con gusto y sabrosura. Hay versos inolvidables y tatuajes indelebles en el alma si la luna se oculta bañando el mar. Hay que reflejar la felicidad en un momento intrascendente. Hay cuñadas desubicadas que solo saben aliñar una ensalada de soja. Hay petisas poetisas ufanas de llevar a su nido de pitonisa coja cada petirrojo caído. Hay artistas autistas que confunden el revuelo del poniente con un clavo en su frente. Hay oleadas de salitre que inmortalizan de berilo y esmeralda el cuerpo de una bella mujer. Hay prendas sudadas que se mezclan con la saliva caramelizada del bombón helado.
El fin siempre depende del camino que recorres para obtenerlo: los "iniciados" que fornican sin eyacular, no son místicos, son avaros. Resumiendo: las personas que no se arriesgan a realizar sus deseos dan verdadera lástima. Para todo lo demás, Norman Mailer.