Ya casi había olvidado los aromas y colores de las verbenas de mi barrio. Los conciertos de copla en la Plaza del Cante Jondo. Aquellos abanicos con los que mi abuela y sus comadres luchaban contra las tórridas noches de verano y ese barco pirata en miniatura que, a pesar de su reducida eslora, lograba hacer que se me retorcieran las tripas. Los recuerdos se almacenan en nuestro interior, como pequeñas cajitas de música, a la espera de que algo, o alguien, venga a activar sus resortes para que suenen de nuevo.
Hoy han sido los poemas de Manuel Morilla los que han levantado la tapita de madera de la caja de música de mis recuerdos. A través de su colorido Caleidoscopio, editado por la siempre elegante editorial jerezana Libros Canto y Cuento, he tenido la impresión de regresar no sólo a los veranos de mi infancia y juventud sino también a mis primeros poemas, esos que se regaban distraídos por los márgenes del cuaderno de matemáticas... A ese empezar a aprender a ser poeta, a la incipiente necesidad de expresar, que la distancia de los años, ahora, nos hace ver en segunda persona. Como dice el poeta en su “Melancolía”: “Entre versos contados con los dedos, / anhelo fue tu infancia sin medidas”.
Caleidoscopio es, en cierto modo, una antología vital del autor. Una especie de cajón de sastre, de poesía, prosa e ilustraciones que recogen, en menos de cien páginas, más de tres décadas de vivencias. Su poesía destaca, especialmente, por la sencillez de su escritura, tan fluida que parece hablada, y por el sabio prescindir de adjetivos innecesarios y hojarascas. En sus versos, íntimos, sencillos y bien marcados, se aprecia la influencia del poeta Vicente Núñez y la cercanía y consejo de autores como Francisco Bejarano, Carmen Gallego, Pedro Sevilla, Pepe Tamayo y José Mateos.
Un vistazo a través del caleidoscópico prisma del poeta —de composiciones como “Desde la otra orilla”, “En el huerto” o “Tardes de domingo” —, nos basta para descubrir que estamos ante una voz en construcción, aunque con mucho que decir. Un poeta cercano, empeñado en rescatar de las fauces del olvido aquellas emociones y vivencias que le hacen ser humano. Y, en este sentido, vale la pena dejar que sea el propio autor quien ponga el broche a la reseña: “Siempre me lo decías, / madre: olvidar las cosas / es igual que perderlas”.
Libros Canto y Cuento. Jerez, 2022. 87 páginas. 10,00 €.
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