Enrique Montiel de Arnáiz (Cádiz, 1977) se ríe de las palabras de su amigo el periodista Daniel Pérez, que tiene el honor de acompañarle en la presentación de A la velocidad de la noche, junto a la directora de actividades culturales de la Fundación Caballero Bonald, Josefa Parra. “Enrique ha firmado algunos de los títulos más ‘frikis’ que existen en el panorama nacional”, dice Pérez. El escritor gaditano, que publica su primera novela, es conocido por el éxito de sus anteriores obras entre las que se encuentra la coordinación de las antologías Demonalia, Vampiralia y Supermalia, el libro de relatos Bulerías nazis o la biografía del conocido grupo de rock Saurom, oriundo de San Fernando.
Fue una calurosa tarde de julio cuando la historia en la que basa su novela A la velocidad de la noche llegó a los oídos de Montiel de Arnáiz. En la presentación del libro de un amigo suyo, un policía local le contó una “batallita”, concretamente “la historia del ahorcado”, escena que queda reflejada en la portada de su obra con un trazo y unos colores estridentes de su amigo el ilustrador onubense Juan Alberto Hernández. “Resulta que un coche patrulla va por los arrabales de un pueblo de la provincia de Cádiz y encuentra a un señor colgado de un árbol; en ese momento, años 50 o 60, había mucho viento, la radio no funcionaba bien y en vez de llamar y escuchar al juez, descuelgan al muerto y se lo llevan a comisaría”, comenta entre breves risas del público asistente.
“Cuando llegan allí, se encuentran a una persona normal llamada comisario que se vuelve loco al ver lo que han hecho; entonces, como estamos en una tierra donde la necesidad agudiza el ingenio, cogen el cadáver, lo llevan al mismo lugar de nuevo, lo vuelven a colgar y llaman a la juez”. Sin embargo, la historia no acaba ahí. El juez, al acudir y ver el cadáver niega que sea un suicidio y lo califica de asesinato al tener dos marcas en el cuello fruto de haberlo descolgado y colgado de nuevo. Tras abrirse un procedimiento judicial y haber silenciado los propios policías implicados los hechos acaecidos, el caso cae en el limbo judicial. En el limbo hasta que algo más de medio siglo más tarde lo rescata, vía ficción, el escritor gaditano.
Un momento de la presentación del libro del autor gaditano, entre Daniel Pérez y Josefa Parra. FOTO: MANU GARCÍA.“¿Y si tienen hijos y se descubre esta historia 50 años más tarde?”, se pregunta Montiel de Arnáiz. Mercedes Lavaplata, personaje protagonista de su historia, se encuentra un sobre junto a la documentación y el seguro de decesos de su padre, recién fallecido, en la que aparece escrito “no abrir hasta que fallezca tu madre”. La carta albergaba “un oscuro secreto”, la narración que hace el policía —su padre en primera persona— de toda esta historia. A la protagonista, Mercedes Lavaplata, no se le ocurre una idea mejor, en pleno siglo XXI, que hacerla viral: lee la carta y la publica en forma de vídeo para la plataforma YouTube. Las consecuencias serán impredicibles. Es el momento en el que la historia de Montiel de Arnáiz toma forma en una espiral en la que según el autor se mezclan sentimientos como el amor y la violencia con el tema judicial y forense.
“¿Tienes intención de seguir escribiendo sobre el poder judicial español y seguir trabajando de lo tuyo?”, le reprocha con sarcasmo y entre risas Daniel Pérez en referencia a la trama de la novela y su oficio como abogado. El autor aprovecha la circunstancia para explicar que en su obra algunos personajes tienen referencias en la vida real, y que su estilo de escritura, cercano al realismo sucio y enmarcado en la novela negra, bebe de sus numerosas lecturas. “El que lee mucho al fin y al cabo acaba escribiendo; hay algunos que lo hacen mejor, algunos que se acobardan y no lo hacen, y otros como yo o como Pepa –en referencia a Josefa Parra– que no tenemos ninguna vergüenza y nos lanzamos a escribir”.
“Es tragicómica, está entre Tarantino y García Berlanga”, sostiene su presentador. Montiel, sobresaltado, prefiere citar a Hitchcock, a la novela Pedro Páramo, de la que toma su estructura laberíntica, o a sus escritores favoritos, Gabriel García Márquez, José Luis Borges o el maestro del realismo sucio Cormac McCarthy. “La última que leí Pedro Páramo tenía serias dudas respecto a enfocar la novela; una novela que no es cronológica, que tiene cambios de voz, que tiene cambios de estilo narrativo, en función de quien habla es más culta o más coloquial (...), es muy compleja. Partimos de dos cosas. Una, yo siempre he hecho lo que me ha apetecido. Otra es que me iban a partir la cara y me iban a decir ‘¿tú quién te crees que eres?’". Sin embargo, Montiel reconoce la influencia de la revolucionaria novela del mexicano Juan Rulfo. “Cuando leí Pedro Páramo me pregunté, ¿por qué no? No voy a hacer Pedro Páramo, pero ¿por qué no puedo usar yo una estructura laberíntica para contar una historia de una forma coherente?”, sostiene. “Cogí fuerzas a partir de esa lectura y mantuve la estructura”.
“Cuando leí Pedro Páramo me pregunté, ¿por qué no? No voy a hacer Pedro Páramo, pero ¿por qué no puedo usar yo una estructura laberíntica para contar una historia de una forma coherente?”
Sobre la ubicación de la trama de la historia, el autor aclara que no especifica un lugar concreto para que, por un lado, no se califique a la novela de algo local, y por el otro para que sea un lugar ficticio, no identificable con ninguna población concreta. “Es una población ficticia entre Cádiz y Málaga, en pleno centro de la prostitución, de la corrupción, de la droga (...) y no responde a ninguna población concreta, ya que hay zonas que se pueden ubicar en Cádiz o en San Fernando y otras en el Estrecho”. Es por ello que a la hora de hacer la ciudad ficticia en la que se ambienta la historia, le encajaba situar algunos escenarios concretos. “Además, cuando preparo la historia, me documento y me pongo a preguntar a policías me preguntan que cómo me he enterado de eso; algunos de los policías aún seguían vivos, y no era ni agradable ni bonito poner apellidos o nombre de localidades”, añade. Es por ello que Montiel decide, en referencia al escenario que construye García Márquez en Cien años de soledad, hacer su propio Macondo. “Me apetecía hacer mi propio Macondo, un espacio o una localidad que no tuviera anclajes reales y visibles a primera vista en la que poder hacer lo que me diera la gana”.
Pero A la velocidad de la noche no sólo habla a través de la portada que la ilustra, sino también de su propio título. “El título procede de un relato de Juan Bonilla, que cito al comienzo del libro, uno de los mejores escritores de cuento que hay en España. Yo tenía pensado un título muy peliculero como Suicidio cerrado, y decidí cambiarlo a raíz de leer el cuento e incluso añadir a la novela un personaje más, ya que a lo largo de toda la novela hago alusión a la velocidad de la noche y se ve cómo la trama avanza a la velocidad de la noche”. Montiel confiesa que algunos lectores ya le están pidiendo una segunda parte para hacerla “a la velocidad de la noche”, pero avisa, con tono sarcástico, que si hiciera una segunda parte “haría alguna alusión a algunas de esas tarjetas de la Junta, a lo que ocurre en ese mundo y las consecuencias que tiene ahora”.
Un poco más serio habla de su próximo proyecto literario, una novela sobre el mayor asesino en serie que ha existido en España y en un tono diferente. “Era un personaje entrañable (...) imitaba a Cantinflas; cuando termine todas estas presentaciones me pondré a ello”. En el turno de preguntas, el último en intervenir es el conocido guitarrista jerezano Paco Cepero. “Yo me iba a ir y me lo he tragado entero”, dice entre risas de los asistentes. “Así que es que la novela tiene que ser buena, Enrique, porque el prólogo...”. Montiel bromea. “Para mí es un verdadero placer contar con los mejores músicos que hay en Jerez; hay pocos músicos en la novela, la próxima vez voy a tener que matar a alguno”. Paco Cepero le replica que haga lo propio mejor con algunos abogados, entre risas de los asistentes. “Eso es muy de Shakespeare”, concluye el autor.
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