Mis primeras lecturas, antes de acudir al colegio, fueron impartidas por un profesor particular que empleaba relatos sacados de Platero y yo de Juan Ramón Jiménez para enseñarme a leer. Posiblemente ese inicio tan precoz deletreando textos que no comprendía del todo, pero que sonaban bien debido a su excelente técnica, sus expresiones perfectas y el uso de palabras hermosas (de las que desconocía el significado), me aficionó de mayor al lirismo y a la literatura.
Buen ejemplo en nuestros días de esa magnífica prosa poética, que tanto me gusta, es el libro de Alejandro, editado por la sevillana Ediciones Alfar, titulado: Arroparte o el arte de caminar sin ropa. El volumen bebe de la tradición española influenciado por Cernuda, con esa manera de tratar los recuerdos tan tierna, pero también de los mensajes poli discursivos de Baudelaire, aunque apegando al yo propio del romanticismo, donde la verdad se convierte en belleza, como afirmaría John Keats.
Estos relatos transmiten principalmente sentimientos positivos y de amor con marcada intensidad poética, en un paisaje subjetivo de magníficas descripciones que se paran con dulzura en hitos cotidianos de la experiencia personal, fruto de un ejercicio de vitalismo y transparencia fuera de lo común. Su estilo enraizado en una herencia clásica de esa buena prosa poética española, ya señalada, aporta beneficios al lector por sus sentimientos nobles alejados de toda maldad. La poética de Alejandro es inicua, navega a contracorriente del nuevo gusto literario que está de moda en las redes sociales, y, además, es su contrapunto y su espejo.
En la prosa poética de los autodenominados millenials no predomina la sugerencia, aunque es más viral y es la nueva tendencia en redes sociales. Esta vanguardista preferencia estética, adaptada a una nueva generación joven con prisas por experimentarlo todo, incide y gira en el desamor como eje. Los millenials mezclan en su amasadora de palabras, además, odio, rencor, vileza y nostalgia, como algo compacto e indisoluble. Este movimiento o novedoso gusto artístico, no es de mi agrado porque no aporta grandes valores al apelar por encima de todo a las entrañas, ya que olvida que también hay gente buena por el mundo, con el corazón puro, que es incapaz de ejercitar la venganza después de haber amado. En Alejandro el amor no es un camino, sino un recorrido en que se comparten cosas juntos es un puente de paciencia, donde los partícipes de ese afecto deben de ser personas sinceras, sin nada que ocultar, como subraya él:” deben de tener la costumbre de caminar desnudos por la casa”.
Alejandro, en contraste con esa inclinación literaria más en boga, no pretende que nos desenamoremos, al contrario, resalta que lo importante es la pasión, el cariño y el apego. No obstante, no por ello se olvida de que a veces sufrimos y nos muestra pinceladas dulces de su dolor. Por tanto, no pinta su desconsuelo con crudeza, sino que sublima su pena por el abandono con el recuerdo agradable de las noches y los días que fueron felices, como un legado al que nunca se debe renunciar. Por eso, él nos dice “Es fácil quemarle la punta a la tristeza…cuando uno encuentra la sombra de un árbol, y se duerme y sueña. La magia consiste en hacerse raíz con la ternura”. Sin embargo, nos propone que no hay que victimizarse, cuando comenta: “No me asusta ya el dolor, mas tampoco voy a ser una diana inmóvil, fácil presa de los dardos”.
El poeta benalupense expone su sensibilidad en su deambular por la vida, sin paracaídas, sin miedo, desnudo, enarbolando su sinceridad, dando la cara. Él nos demuestra que podemos seguir caminando cogidos de la mano de la esperanza. No le importa arriesgarse, hay siempre que intentar ser feliz porque como evoca: “el peor riesgo es no arriesgarse y la peor vida es la que no se vive”. Según él, una relación se nutre de la confianza. Decir eso hoy en día es algo revolucionario, dentro de un mundo plagado de egoísmos en la que los individuos prefieren una existencia cómoda y sin ataduras. Citándole: “A la vida no hay que cerrarles puertas”, “Contigo dejo las puertas abiertas”. El escritor nos invita a vivir el presente pues, conforme alude: “el presente es una despedida perpetua que nos impide gozar la golosina del instante”, “la pasión disfruta arrojándose al vacío” y “la existencia se resume en ejercitar la caída con elegancia”.
Ahora bien, en un mundo trepidante lleno de inquietudes, inseguridades, estridencias, divagaciones inútiles y mensajes confusos, Alejandro ejerce de amotinador contra el desánimo. En esa, su revolución aterciopelada y melosa, nos ofrece y pide, a su vez, pausa, cabeza, cautela. Su pacífica arma, letal al estar llena de vida, es su prosa poética intimista, plena de reposo. Para descargar sus municiones de amor, el poeta necesita muchos momentos de reflexión y meditación para interiorizar su contexto, ambiente y circunstancias, por ello Alejandro menciona: “La vida es demasiado ruidosa como para que sepamos correctamente interpretar los silencios”. En ese cosmos en que se confunden el ruido con las voces, tanto interiores como exteriores “no es necesario elevar la voz por encima del ruido”, como vemos en tantas tertulias televisas que buscan ser el foco y apostar por la visceralidad en el debate echando leña. Él, en cambio, nos insinúa que tejamos un mensaje paciente, donde la palabra, bien elegida, “se convierta en hilo musical que salte de boca en boca”.
Asimismo, el autor cincela imágenes preciosas, plásticas y sugerentes que avivan la fantasía como: “No era otoño y, sin embargo, dejaste que la ropa danzara fuera de tu cuerpo hasta quedarte sin hojas “. O utiliza la siguiente frase para describir una relación debajo de la ducha: “Nos amamos bajo la canción ardiente del agua”. O esta alocución: “No pude darte más besos, porque no sabría separarme de tu boca”.
Aunque hay mucho erotismo en este libro, para Alejandro no todo es sexo y por ello aconseja: “Enamórate de quien fabrique el gemido en las grutas íntimas de tu sexo, sin necesidad de tocarte el cuerpo”.
En resumen, esta nueva obra de Alejandro es sensible y divertida, llena de lirismo. También, ha sido pergeñada con una prosa sencilla y cercana que abraza al lector y le entrega la brújula para orientar su vida. Todo lo cual nos puede venir bien a todos, pues seguro que la lectura de este libro nos podrá enseñar a ser mejor persona y con ello contribuir a una humanidad más feliz y en armonía.