El último poemario de Alejandro Pérez Guillén se titula: Descifrarte. El nombre sugiere la manera de penetrar en el oscuro misterio en el que se alumbra el amor. En ese método, según el autor, solo son útiles las claves personales. En concreto, medir los latidos del propio corazón que son los que sirven para comprender su alcance. Alejandro, resalta la torpeza, fragilidad y la ignorancia del ser humano para entender lo que le sucede, que se resuelve siempre con la intacta sorpresa del desprevenido.
En ese proceso de discernir el presente amatorio, el poeta reivindica la valentía, como diría él: "No tengo miedo a las pausas ni a los inviernos. No me asustan las prisas", "hay que ser temerario para asomarse con cierta osadía al abismo infinito de tu escote". Es una manera de sugerir lo que el refrán sentenció: "el amor no se domina; se cultiva". O siguiendo a Platón: "Donde reina el amor sobran las leyes".
Utiliza hábilmente la naturaleza en muchos de sus poemas como decorado de fondo o como metáfora para darle un tono más bucólico y sugestivo a sus versos. Ya en el primer poema el pájaro que teje en el aire su vuelo distraído, no es más que una reivindicación de la intimidad del proceso amatorio y el movimiento leve del pájaro evoca el inicio lento de su ignición y su gradual, agradable y pausada combustión. Al mismo tiempo, cuando describe los árboles sin hojas consigue tapar un poco la piel desnuda de la amante y exalta su hermosura. Con esa fronda arbórea el escritor transmite la serenidad y la desafiante paz del que contempla a su amada sin ropajes. Lo que suaviza el erotismo de sus palabras y sus descripciones.
Pérez Guillén reniega de la tristeza del poeta enamorado y está convencido de que tarde o temprano amanece dormida la vida y que el sol del amor triunfará frente a la oscuridad de la soledad. En ese mismo sentido concuerda con la cita de Nikky Giovanni: "amamos porque esa es la única gran aventura".
El amor es un sentimiento, es inmaterial. ¿Cómo podríamos describirlo si no lo podemos tocar, ver, oler u oír? El amor es un asunto reservado y secreto, un enigma y cada cual lo descubre de distinta forma, no hay recetas comunes. Pero, a veces, en las cosas comunes, en las rutinas, como describe Alejandro, puede ser revelado, como al poner la lavadora, tender la ropa o al planchar las camisas arrugadas, en el momento en que sientes deseos de besos, de orgasmos hambrientos, de caricias, de observar de nuevo el cuerpo de tu amada. Para él, el amor es un recuerdo, un hilo desatado que al tirar tira, a su vez, del corazón.
Nos presenta al amante como un ser que confiesa su torpeza, sus olvidos, sus muchos defectos, difíciles de enumerar y cuantificar y, también, afirma con rotundidad y humildad que no es un príncipe azul. Reivindica su rudeza, su ser primitivo y primario. Ante ello, solo puede prometer a su amada entrega sin freno e infinidad de abrazos arrebatados.
Para el amante en silencio, según Pérez Guillén, llegará el día en que no podrá disimular sus latidos acelerados y tendrá que manifestarse y ascender a la superficie desde la tierra subterránea, desde lo reservado y confidencial, ya que las palpitaciones del corazón se desbordan y no pueden respirar ocultas. Lo cual transmite tanto un halo de esperanza, como de inseguridad ante la amenaza de que triunfe el miedo, lo cual parece contradictorio, pero no lo es para nada. En el amor no hay nada seguro, pero hay que ser paciente, como en una cosecha desde la siembra.
En definitiva, una obra lírica apasionada, con una buena dosis de erotismo, llena de bellas imágenes y delicadas metáforas que nos hará comprender un poco más el misterio insondable del amor y nos emocionará.