'Nanna' o la filosofía hecha piel

Reseña de la novela 'Nanna', publicada en la editorial 'Con M de Mujer'. No es solo una novela erótica. En ella se encuentra el aparato filosófico urdido por Francisco J. Fernández a través de la ironía y sobre todo el humor.

'Nanna', publicada en la editorial 'Con M de Mujer'.

He seguido los pasos literarios y filosóficos de Francisco J. Fernández (San Sebastián, 1967) desde principios de los años 90, cuando ambos publicábamos primero en Blítyri y después en Iralka (siendo él uno de los miembros asesores de ambas revistas filosóficas). Su facilidad para introducirse en el, a veces, farragoso mundo de la filosofía era y es proverbial, aspecto que la claridad de sus escritos avala. Desde su tesis doctoral Implicaciones semiológicas de la teoría de los principios de Leibniz, Francisco J. Fernández ha publicado una serie de obras de gran rigor filosófico, eruditas y, al mismo tiempo, absolutamente esclarecedoras de un pensar que se va desenvolviendo sin tacha a través de las páginas con la sencillez que solo una mente brillante y luminosa como la suya puede regalar. El Filósofo del océano (1998) muestra la gran maestría expositiva que Francisco J. Fernández atesora. Ya en el año 1999 deja claro en su Carta a Jon Balza perteneciente al libro El descrédito de los quilates que "el espacio que inauguramos cada vez nos pertenece singularmente, como si fuéramos capaces de no hablar del mundo, sino en el mundo, como si lo estuviéramos fundando con cada palabra proferida".

Esa pasión por la palabra proferida acompaña a nuestro autor a lo largo de cada una de sus incursiones filosóficas y literarias desde la filosofía del lenguaje (en ocasiones para denostar dicha filosofía). Pero es una pasión acompañada de sacrificio, como el propio autor confiesa en el punto 15 de la carta anteriormente citada: "el sacrificio que he venido haciendo sobre la dimensión de la escritura […] no ha sido repentino".

Pues bien, gracias a esa pasión y sacrificio de quien nos avisa en su Concepciones y narrativas del yo, Thémata. Revista de Filosofía, nº 22, 1999: «saber es algo que a todos los hombres incumbe, algo por lo que se sienten atravesados sin remedio, como si fuera una disposición genuina e irreductible que los calificara», los lectores pueden seguir prácticamente sin esfuerzo el curso de su escritura y ¡cómo van a disfrutar de su novela Nanna! Pero no nos adelantemos.

Me resultaría muy fácil, a la vez que satisfactorio, proseguir este artículo con más citas del propio autor acerca de la escritura y, por qué no decirlo, del goce tanto de escribir como de leer. El propio Francisco describe magistralmente el tema del juicio estético y de la subjetividad en su artículo Los andares de Marilyn. Esas formas que tanto nos gustan (Thémata, 2000). Pero si he señalado estos textos (podría haberme extendido con Lycofrón. Diario de clase, 2021 y otras publicaciones anteriores), es por su aparente contradicción con la novela Nanna, que Francisco J. Fernández ha publicado en este 2023. Sin embargo, la novela Nanna es, de alguna manera, el envés de los textos filosóficos del autor. Es una novela erótica (Óscar Sánchez Vadillo la denomina con buen criterio neorrural). Pero no es solo una novela erótica. En ella se encuentra el aparato filosófico urdido por Francisco J. Fernández a través de la ironía y sobre todo el humor. Toda la novela está regada de humor. Encontramos en su protagonista, Nanna, la necesidad de saber, de sabernos a nosotros mismos. Ella es una viuda que necesita encontrarse a sí misma, busca una respuesta en un pueblo y con unos personajes que Francisco J. Fernández describe magistralmente como si de un nuevo Delibes se tratara. El autor ha mudado de la estructura filosófica a la piel desnuda, al goce carnal y culinario. Al placer de la amistad y del amor con mayúsculas, sin ambages. Y todo ello con un vocabulario preciosista y riguroso que permite casi olfatear y degustar perfumes y comidas descritos a la perfección en Nanna.

Escribe Francisco J. Fernández en su Carta a Jon Balza citada anteriormente: "En todo caso, quiero que sea larga, larga, y que su lectura, espero que grata, te lleve algunas horas. Es más, quiero que, cuando llegues al final, por pena del su acabamiento, te entren ganas de volver a empezarla". Pues bien, queridos lectores, ese requerimiento del autor me ha llegado tan hondo que no he podido más que releerla para degustar todos los encuentros amorosos que Nanna y sus amigas sostienen en busca de la verdad, o al menos la verdad de su ser. Deseo que ustedes tengan la dicha de leerla y leerla de nuevo. Nanna, un ángel, no les defraudará.