Con más de un cuarto de siglo escribiendo a sus espaldas, el periodista Alejandro Luque se ha lanzado al más difícil todavía. Hasta el momento había lanzado el poemario Armas gemelas, la novela corta Calle de la soledad antigua, el ensayo Palabras mayores: Borges/Quiñones,25 años de amistad; el libro de relatos La defensa siciliana y un cuaderno de viajes, Viaje a la Sicilia con un guía ciego. Por si fuera poco, ha sido el director de las tres últimas ediciones de la Feria del Libro de Cádiz y continuará al frente de este evento durante los próximos cuatro años.
Un buen bagaje regado con premios, pero el escritor ha hecho una parada en su camino literario para probar con una novela infantil. De la mano de la editorial Babidi-bú ha lanzado Tres misterios para Quique Parodi, parapsicólogo, que ya está en las librerías y que hasta el momento está logrando buenos comentarios de los críticos más severos: los niños.
La novela cuenta la historia de Quique, un chico de nueve años que sueña con ser parapsicólogo. Su salud no le permite salir de la cama y con la ayuda de su inteligencia y la inestimable colaboración de Miguelito, su mejor amigo, resolverá todos los casos que se le presenten. El relato destaca la empatía, la solidaridad, la confianza en uno mismo y la superación de miedos y limitaciones.
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"El libro lo tenía escrito desde hace casi 20 años. Estuvo a punto de salir en tres editoriales antes de esta, pero luego, por diversos motivos, al final nunca acabó de cuajar. Sí recuerdo muy bien que la motivación fue plantearme un reto que yo creo que todos los escritores en algún momento se preguntan: si seremos capaces de escribir una historia infantil", explica Luque.
El periodista considera que el público formado por niños "parece muy receptivo, pero por otra parte es muy exigente. Cuando lo escribí mis sobrinos eran pequeños y ahora están en la Universidad y casi lo hice para ellos. Yo no tengo hijos, pero el mundo infantil me interesa muchísimo y para mí, que me dedico la mayor parte del tiempo a escribir, era una manera también de preguntarme si ese diálogo podía darse desde la literatura".
Reconoce que es "el típico señor mayor que si en una reunión hay niños, dejo a los adultos". El escritor encuentra en el universo infantil aspectos muy interesantes y quería plasmarlos en negro sobre blanco: "Cada vez me interesan menos los adultos y me interesan más los niños: su manera de pensar, de razonar y de divertirse".
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En la historia de Quique se muestra su intención de pensar en los miedos infantiles. "Yo había sido un niño muy miedoso que se pasaba a la cama de su hermano todas las noches. Los niños tienen un exceso de imaginación y empiezan a ver cosas donde solo hay un bulto, una sombra. Por otra parte también me atraía mucho el género de terror. Pensé que era un campo para explorar".
Se puso manos a la obra y le unió el concepto detectivesco que le venía ya de lejos. "En casi todos mis libros hay algo que tiene que ver con Borges, que es tan inspirador desde tantos puntos de vista, que si estás un poco metido en él, tarde o temprano te vienen muchísimas cosas. Hay un personaje que es Don Isidro Parodi, que es un personaje que él crea y que es un tipo que descubre la solución de misterios y de crímenes estando en la cárcel. Es un personaje curioso de novela policíaca. Yo pensé que estaría bien que un niño que quiere resolver un misterio lo haga desde su cárcel, que es la cama por su enfermedad".
Quique Parodi monta una oficina de parapsicólogos y sus amigos son sus clientes, que acuden a contarle los problemas que tienen en casa con fenómenos inexplicables. A partir de este planteamiento, el escritor confronta "ese mundo de lo inexplicable con la razón. Va de cómo se puede usar la lógica para desactivar esos miedos".
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El universo infantil que dibuja Luque es un mundo "preinformático", en el que todavía los niños juegan con juguetes y con su imaginación. Y hace hincapié en que no hay prejuicios entre los niños, nada que ver con lo que sucede entre los adultos: "Ellos no le dan importancia a que uno esté en la cama, o que otro sea de otro color o de otro origen geográfico. Ese empeño en discriminar es más propio de los adultos".
Por el momento está encontrando críticas muy positivas por parte de conocidos cuyos hijos ya han leído la novela. Es inevitable pensar en una continuación y soñar con algo más: "El éxito mayor ya lo he tenido porque el libro acaba de salir, pero lo han leído ya varias hijas de amigas mías y les ha gustado mucho, han hecho suyo los personajes y para mí eso ya es un éxito total. La prueba de fuego, que era ver si funcionaba con este público, está superada. Puedo decir que ningún libro de los que escrito de adultos me ha dado nunca tanta satisfacción como éste. Como me ha gustado tanto la experiencia de ver la reacción, me he obligado a mí mismo a escribir una segunda parte, siempre que esté en condiciones de mantener el nivel y que no sea indigna de la primera parte".
Luque está encantado con las ilustraciones de Gabriela Molinaro y comenta que el libro está orientado para niños a partir de 10 años, una edad "en la que todavía hay también una cierta ingenuidad y curiosidad en torno a las cosas que no se comprenden".
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