Los críticos literarios más pesimistas, incluso algunos escritores, han llegado a decir que “ya no existen verdaderos lectores”. Si hubiesen estado el viernes por la noche en el Jardín de la Luna Nueva, en un acto que contó con la colaboración de la Fundación Caballero Bonald, seguro que habrían cambiado de opinión o, al menos, la habrían suavizado. Porque sólo un verdadero lector puede realizar la presentación que llevó a cabo Jesús Huerta. Y tiene razón Jesús cuando dice que su currículum literario ocupa sólo una línea, pero se trata de una línea a la que muy pocos tienen acceso. Es un lector sabio, profundo, capaz de transmitir con precisión su amor a la buena literatura, especialmente la centroeuropea de principios del siglo XX, ya sea a través de un club de lectura o en una conversación cotidiana sobre Kafka o Walser.
Jesús Huerta analizó la novela Cicatriz (Anagrama, 2015) desde la perspectiva del lector, como Sara Mesa le había sugerido. En primer lugar describió la trayectoria literaria de la autora y nos habló de sus anteriores publicaciones. Comienza con dos libros de relatos (No es fácil ser verde y La sobriedad del galápago) y un poemario (Este jilguero agenda), con el que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández 2007. Ha publicado otras tres novelas: Un incendio invisible (Premio Málaga de Novela), El trepanador de cerebros y Cuatro por cuatro.
Las novelas de Sara Mesa tratan sobre los asuntos esenciales del ser humano y, además, arraigan en la sociedad actual y sus contradicciones. La autora vive y escribe en los inicios del siglo XXI. Cabe ver ciertas similitudes entre este cambio de siglo y el que se produjo del XIX al XX, afirma el presentador. Ambas épocas comparten crisis política y económica: desigualdades sociales y deslegitimación de las democracias. También coinciden en la revolución mediática, entonces fue el cine y la fotografía, hoy es internet. Y las dos épocas sufren las consecuencias de ser una sociedad de masas: crisis del individuo y desorientación vital. Sara sabe utilizar elementos y símbolos que reflejan esos problemas. En sus obras aparecen personajes extraviados, críticas al trabajo precario, ciudades decadentes, entornos opresivos, cerrados, y relaciones de poder que distorsionan nuestras vidas.
Cicatriz es una novela de dos personajes, Sonia y Knut. Aunque aparecen otros, lo hacen de forma muy tenue. Sara Mesa dice que al principio había más tramas secundarias, que luego eliminó para simplificar. Es una historia de sumisión, poder, obsesión y soledad. Internet es sólo el marco, el contexto actual. Y todo ocurre en una ciudad inventada. No le interesan los detalles realistas. La ciudad no es la protagonista, sino las mentes de los personajes. Sonia y Knut se conocen a través de internet, en un chat. Se produce una relación absorbente, un vínculo de dominación entre dos seres muy diferentes, en principio.
Todo empieza cuando Knut le pide a Sonia una fotografía a cambio de libros. Así nace una amistad que se convierte en opresiva, con alternancia en el liderazgo. Knut establece su poder a través de regalos, objetos robados, libros, lencería y otros artículos de lujo. Roba en grandes superficies. Lo explica y lo justifica. La relación se vertebra a través del consumo, de los objetos. Es un relato que algunos han descrito como amor en el capitalismo tardío, con seres desubicados en un mundo deshumanizado. Sonia tiene un trabajo monótono en un archivo, sin sentido. Él no tiene trabajo: lleva una vida atrapada en obsesiones.
La novela nos plantea varios interrogantes. ¿Hasta dónde somos capaces de llegar detrás de una máscara? ¿Somos capaces de vivir otras vidas, una doble vida, virtual? ¿Por qué las existencias pueden llegar a ser tan aburridas? ¿Por qué aceptamos una relación de poder? ¿Cuándo comienza una relación a ser peligrosa? ¿Qué es la verdad? Por último, Jesús Huerta resaltó que en las obras de Sara Mesa existen muchos homenajes literarios, como a Proust: “La mentira es esencial porque la verdad es incomunicable”. Cicatriz es un relato que posee una estructura original, alterna capítulos muy cortos, enigmáticos, con otros largos, explicativos. La prosa que utiliza es sencilla, directa, sin complejidades innecesarias.
Mientras llegaban los asistentes, Sara Mesa nos concedió unos minutos de agradable conversación:
¿Por qué escribe?
La verdad es que nos sabría decir por qué. Pero creo que para mí escribir es una forma de conocimiento, de autoconocimiento. Y es una manera de expresarme que no conseguiría de otra forma que no fuese escribiendo. Con lenguaje literario puedo expresar cosas que no tengo ni idea de cómo expresarlas de otro modo.
Ha escrito relatos, poemas y novelas. ¿Por dónde empezó?
Empecé a escribir poemas, pero los considero totalmente iniciáticos, prescindibles, no son buenos. Sin embargo, sí es verdad que me dieron confianza en el manejo de la palabra y en la sensación de que quizás podía seguir contando cosas. Luego comencé a escribir relatos. Y los sigo escribiendo, de hecho. No distingo entre relato y novela.
¿Cómo surge la idea de esta novela, Cicatriz?
Es complicado saber de dónde surge. De pronto tengo una idea muy esquemática: contar una historia de amor muy cerebral, todo fantaseado, posesiva pero que no sucedan muchas cosas sino que más bien todo esté en la mente de los personajes. Y fui mezclando una serie de temas que me preocupan y también aparecen en otros de mis libros, como el robo o las relaciones de poder que se establecen entre los personajes. Fui montando ese puzle y así surgió.
"No sé decir cómo construyo los personajes. Según voy escribiendo voy intentando que sean coherentes, pero de acuerdo a una intuición mía".
¿Cómo ha construido a un personaje tan complejo como Knut?
Lo he construido con intuición y observación. No sé decir cómo construyo los personajes. Según voy escribiendo voy intentando que sean coherentes, pero de acuerdo a una intuición mía. Y luego me he enterado (hace muy poco, porque estuve en una tertulia de un club de lectura de un grupo de psiquiatras que habían leído el libro) de que el personaje era el perfil de un narcisista. Yo sabía que no era un cleptómano, porque un cleptómano roba por impulso, no quiere robar, se le escapa, digamos. Knut tiene un plan en el robo. Tiene una serie de tics en su funcionamiento mental que se acercan a los de un narcisista.
¿Según avanza la novela uno se pregunta qué es Knut, un enfermo, una persona poco corriente o quizás un revolucionario que roba… o una mezcla de todo eso?
No es un enfermo. Es una persona absolutamente fuera de la norma, de lo corriente. Una persona especial, distinta. Su concepción de la existencia parte de pensar que él tiene la razón siempre y los demás no. Es una persona muy cuadriculada, muy rígida y manipuladora, que da con la horma de su zapato en el personaje femenino, que no es inocente tampoco.
¿Knut tiene una teoría sobre la realidad, una teoría filosófica sobre el mundo?
Sí, y una teoría que no admite fisuras. Tiene clarísimo quién tiene razón y quién no, quién lo hace bien y quién no lo hace bien. Tiene ideas revolucionarias, como el tema del trabajo: no hay que trabajar, trabajar es una esclavitud. No son ideas infalibles. Él las plantea como infalibles, incontestables, pero no lo son. Es más su carácter…
¿Qué es más peligroso, las obsesiones de Knut o el tedio y el aburrimiento que tiene Sonia en su vida?
La balanza sumisión-poder oscila entre esas dos visiones del mundo, teóricamente una anormal y una normal. Y se complementan en tantas cosas… Realmente, si lo exprimiéramos y extrajéramos el zumo, saldría soledad y desubicación, porque ella también está desubicada en su entorno.
Por eso cae Sonia en las garras de Knut…
Cae voluntariamente, aunque luego no sepa muy bien cómo salir.
Respecto al estilo, ¿qué modelos literarios ha seguido?
Como lectora me gustan muchas cosas diferentes. Cuando escribo me siento más cómoda depurando mucho el lenguaje. Sé que una historia se puede contar con más ornamento para que, en principio, resulte más llamativa, pero eso cada vez me interesa menos. En la evolución de mi escritura noto que tiendo a la mayor sencillez. No tengo miedo a utilizar la palabra cosa, “hacía muchas cosas”. No me importa que se repitan palabras. Me interesa más el ritmo de la prosa, la construcción, que la retórica.
"No escribo para que la gente lo pase bien, tampoco para que lo pase mal. Escribo y me salen este tipo de historias… Pero para entretener, no".
¿Con sus novelas busca algo más que el entretenimiento? ¿Tiene la novela algún otro papel?
No sé lo que busco. Pero sé lo que no busco, el entretenimiento. Algunos que han leído este libro, y otros míos, me han venido con un reproche: “Lo he pasado fatal… ¿Por qué escribes estas cosas?... si tú no eres así en la realidad…” No escribo para que la gente lo pase bien, tampoco para que lo pase mal. Escribo y me salen este tipo de historias… Pero para entretener, no.
¿Una cierta provocación sí hay?
Es cierto que hay un elemento de provocación, pero una provocación que a mí misma me incomoda. No lo hago de manera consciente. Sí es cierto que cuando el libro se publica pienso que se puede malinterpretar, me preocupa que malinterpreten las opiniones de los personajes o las asimilen conmigo, con mi vida. Si fuese provocar por provocar haría otras cosas más bestias todavía… Me gusta poner, eso sí, a los personajes entre las cuerdas y eso implica poner al lector entre las cuerdas también.
¿Cómo ve el panorama literario y editorial en Andalucía para una creadora?
El panorama editorial andaluz, con algunas excepciones, es bastante más débil, por desgracia, que la creación. Hay escritores muy interesantes en Andalucía que están publicando en sellos de Madrid o Barcelona. Los centros editoriales fuertes están ahí. Pero hay gente muy buena escribiendo en Andalucía.
¿Cuál es su próximo trabajo?
Sigo escribiendo relatos. El año que viene publico un libro de cuentos.