Aquella anoche hacía calor. La chaqueta sobraba. Que este sábado 28 de septiembre a las puertas de la sede de la Diputación de Sevilla se repartieran abanicos, era ya una pista de lo que iba a acontecer a partir de las 21.00 horas. En el antiguo cuartel de ingenieros del siglo XVIII, Varry Brava estaba a punto de clausurar el Festival del Patio, iniciativa del organismo público en pro de la cultura accesible. Frente al escenario, familias con hijos, adultos que sobrepasaban los 40 y un puñado de grupis —alguna con camiseta del merchandising—, estaban listos para gozar.
“Tienen muy buen directo”, aseguró Israel, un granadino ataviado con una camisa de colorines, que no era la primera vez que iba a verlos. Si lo era para Salvador, sevillano que no los conocía de nada pero había accedido a descubrirlos.
De pronto, el escenario se iluminó con luces azules y, entre el humo, se divisaron las siluetas de Óscar Ferrer (vocalista) —con sus gafas de sol—, Aarön Sáez (guitarra y teclados) y Vicente Illescas (guitarra). El trío musical de canciones pegadizas y melodías electrónicas estaba Bajo la luz perfecta. El tema con Soleá Morente abrió un show que puso en pie al público. Ir a un concierto de Varry Brava y quedarse sentado no es una opción, a no ser que sea por causas de fuerza mayor.
El grupo que lleva 15 años incitando a mover las caderas, lo hizo una vez más en la capital andaluza. Para ello, Óscar Ferrer se había traído a toda su familia. Desde su tía Mari y su tío Pepe hasta su primo Jose Carlos y su prima Eugenia, a los que dedicó “un abrazo muy grande, os quiero mucho”.
Entre canción y canción, un buchito para refrescarse y seguir con un repertorio que estuvo marcado por saltos en el tiempo. De Chicas (Furor, 2018) pasó a Tierra para bailar, tema del nuevo disco “de puta madre” bautizado como Sharirop en honor a un tarareo. Con baquetas y un tambor, los colegas de instituto escenificaron el adelanto del álbum que se lanzará el 4 de octubre. Aarön sacaba la lengua y no paraba de saltar mientras Óscar se marcaba movimientos prohibidos en “una noche con un montón de emoción”.
Bajo la luna sonó La Tormenta, colaboración con SUU, y Calor, de su primer disco Demasié (2012). Juego de luces, móviles al alza y una madre grabando a su hija. Este concierto va de bailar, de desmelenarse y de dejarse llevar por el pop disfrutón.
“Fuimos a Roma y lo pasamos increíble, aprendimos mucho de la ciudad y de toda la gente que estuvo en el rodaje”, dijo el vocalista antes de entonar Romamor, grabado en el país vecino, y después de haber estado con Sonia y Selena en un Safari emocional (2016).
Sin parar de bailar, el grupo se reafirmó con orgullo como Hortera porque “nos vestíamos como queríamos y nos decían esos horteras dónde van”. A esas alturas de la noche ya no quedaba nadie en las gradas. Grandes y pequeños estaban elevando sus brazos, iluminados por el color.
No faltaron Satánica, ft Alberto Jiménez de Miss Caffeina, El último festival de Sharirop o Playa, canción bailonga de Arriva (2014). Seguía haciendo calor, y más cuando el patio de la Diputación se convirtió en una discoteca con el público tan enloquecido como los músicos. Óscar tiró el micro al suelo de la emoción y tuvieron que cambiarlo. Momento que el alicantino aprovechó para dar un aplauso al equipo técnico y al organismo público, al que animó a que siguiera usando “este espacio tan chulo” para organizar conciertos. Una idea que Aroa, que conocía a los Varry Brava por el Benidorm Fest, apoyó desde que atravesó la puerta de la sede.
Galería de fotos | Varry Brava, en el Festival del Patio
La fiesta continuó. El tío Pepe —que levantó su bastón más de una vez— y la tía Mari, casi suben al escenario a bailar con su sobrino, por el que se habían hecho “una tira de kilómetros”. Después retumbó Raffaella, la canción con la que el grupo aspiraba a representar Eurovisión hace dos años. El teclista bailó con desenfreno y con una chaqueta de brilli brilli, guiño a los looks de la legendaria italiana Raffaella Carrá. El show también dejó entrar a los Fantasmas, que seguro que no les hubiera importando cantar con Fangoria, y acabó con No gires. “Pa pa pa rara”, corearon los presentes, con las gotas de sudor cayendo por sus frentes. “Gracias Sevilla, qué maravilla”, soltó el cantante.
Era hora de descansar después de esta especie de clase de zumba sin ritmos latinos que finalizó con charlas, encuentros, saludos y fotos con los fans más hartibles. “Muchas muchas gracias por venir”, comentó Aarön. El teclista contó que se había levantado a las cinco de la mañana y que el día anterior había tenido otro bolo, con otro proyecto. No para. Pero que él hace lo que sea para estar arriba del escenario. No hace falta que jure que disfrutar, disfruta.
Salvador se acercó a él para decirle que sí, que al final le había gustado y que se lo había pasado pipa. ¿Y quién no?
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