El tenor mexicano Ramón Vargas inicia con éxito la temporada lírica del Teatro Villamarta

El artista se hizo con el auditorio con rapidez, dada su capacidad de comunicación y unas interpretaciones que respondieron a las expectativas

El tenor mexicano Ramón Vargas, en el Villamarta.

El concierto ofrecido por el prestigioso tenor mexicano Ramón Vargas, acompañado al piano por Mzia Bakhtouridze, ha inaugurado la Temporada Lírico-Musical 2024-2025 del Teatro Villamarta. Esta velada ha supuesto la primera actuación en Jerez del cantante, habitual en las temporadas líricas de los teatros más destacados del circuito internacional y compañero de escenario de Angela Gheorghiu, Renée Fleming, Anna Netrebko, Elina Garanca, Ludovic Tézier, Magdalena Kozená, Anja Harteros o Dmitri Hvorostovsky. Su presencia aquí ha venido facilitada por una gira que ya ha tenido escalas en México y Rumanía y que luego lo llevará a Avignon y a diversas ciudades americanas.

El programa, muy similar al ofrecido en otros lugares, ha estado organizado en dos bloques bien diferentes: una primera parte dedicada a canciones y arias italianas de Gaetano Donizetti (1797-1848), Gioachino Rossini (1792-1868) y Giuseppe Verdi (1813-1901); y un segundo bloque con obras de Paolo Tosti (1846-1916) y piezas ligeras latinoamericanas de Manuel Mª Ponce (1882-1948), Agustín Lara (1897-1970), María Greever (1885-1951) y Armando Manzanero (1935-2020). Es decir, un diseño de concierto muy similar al de los ofrecidos por otros cantantes líricos del nuevo continente (Luigi Alva, Francisco Araiza, Rolando Villazón, Juan Diego Flórez, Marcelo Álvarez o Javier Camarena).

Vargas, durante su actuación en Jerez.  MANU GARCÍA

La voz de Ramón Vargas se conserva en un estado relativamente bueno teniendo en cuenta su ya larga carrera, que se inició en 1982 tras conseguir el primer premio del concurso de canto “Carlo Morelli”. A pesar de que tiene un volumen relativamente limitado y el timbre ha perdido algo de su esmalte, su buena colocación, su hábil proyección y su emisión fluida han permitido que su prestación vocal haya sido óptima incluso en salas muy amplias, como el Metropolitan Opera House de New York. Es fundamentalmente un tenor lírico-ligero, que ha destacado interpretando roles de compositores que están presentes en el programa de este concierto y que se ajustan perfectamente a sus específicas condiciones canoras. El grueso de su repertorio lo ocupa Mozart, los belcantistas (Rossini, Bellini y Donizetti) y el Verdi más lírico. De Mozart ha interpretado Idomeneo, Don Giovanni, La clemenza di Tito y Die Zauberflöte; de Rossini ha cantado Maometto II, Il Turco in Italia, La Scala di Seta, Il Viaggio a Reims, La Cenerentola, Il barbiere di Siviglia, Adina y Tancredi; de Donizetti L’elisir d’amore, Lucia di Lammermoor, Roberto Devereux, Maria Stuarda y La Favorita; de Bellini I Capuleti e i Montecchi, Norma; y de Verdi I Lombardi, I Masnadieri, Luisa Miller, Rigoletto, La Traviata, Simon Boccanegra, Un ballo in maschera, Don Carlo y Falstaff.

También se ha adentrado en la ópera francesa (Faust de Gounod, Werther de Massenet, Les Contes de d’Hoffmann de Offenbach, Carmen de Bizet) y en la rusa (Eugen Oneguin de Chaikovski y The Rake’s Progress de Stravinski). Asimismo, en obras tan dispares como Lo Speziale de Haydn, La Gioconda de Ponchielli, La Bohème y Tosca de Puccini, Der Rosenkavalier de Richard Strauss y Goyescas de Granados. En todo caso, Ramón Vargas ha contado con medios más que sobrados para servir de forma adecuada a este repertorio, tanto estilísticamente como desde el punto de vista dramático. No sorprende que hayan contado con él batutas tan exigentes como las de Riccardo Muti, Lorin Maazel, Valery Gergiev, Marco Armiliato o Nicola Luisotti.

Ramón Vargas, en el Villamarta.  MANU GARCÍA

Ramón Vargas conquistó al público de Jerez con un fraseo cuidadosamente trazado y con un legato bien construido. Esto le hizo sobresalir más en las piezas en las que el tempo es más lento y el arco melódico domina más ampliamente: en dos de las de Donizetti (Una lacrima, y Una furtiva lacrima) y en algunas de las de Verdi (Ad una stella, In solitaria stanza) y Tosti (Ideale, Non t'amo più). Sin embargo, cuando se ha enfrentado a pasajes con agilidades (Ah! rammenta o bella Irene, de Donizetti) o en los que el control de las dinámicas y los reguladores son más comprometidos (La promessa, de Rossini) se ha hecho más evidente el paso del tiempo en su voz, antaño muy brillante en estos menesteres. No obstante, en general el programa ha sido escogido con inteligencia, dado que su registro agudo hoy es menos fácil y el registro grave, por naturaleza no muy consistente en un tenor lírico ligero, es poco sólido. Teniendo en cuenta esto, en las obras seleccionadas estos compromisos son relativamente poco exigentes. Asimismo, fueron ordenadas con una estrategia que reveló el conocimiento que el tenor tiene de sus recursos.

Durante la velada Vargas ha contado con simpatía circunstancias de su carrera en relación a la música que iba a interpretar, como la presencia del rol de Nemorino en L’elisir d’amore a lo largo de toda su carrera, personaje del que se acaba de despedir en las funciones que tuvieron lugar hace una semana en A Coruña. También ha explicado el contenido de algunas letras traduciéndolas a pesar de que luego se podían seguir en los sobre títulos del escenario. Por supuesto, no faltaron las reflexiones sobre la utilidad social de la música como elemento de cohesión y armonía, tan necesarias en este mundo cada vez más crispado, y las obligadas referencias al placer que le causa su debut en Jerez de la Frontera.

En el último tramo del recital, las piezas latinoamericanas, que lo han hecho especialmente célebre en su país natal, se prestaron con facilidad al lucimiento del tenor. Esto se puso en evidencia en Amor de mis amores y la Oración del Caribe de Lara; o en Cuando vuelva a tu lado de Greever y el medley de Armando Manzanero, en homenaje al compositor recientemente fallecido y con el que Vargas tuvo la oportunidad de trabajar en diversas ocasiones. El artista se hizo con el auditorio con rapidez, dada su capacidad de comunicación y unas interpretaciones que respondieron a las expectativas depositadas en un concierto en el que, como decimos, habría que destacar la inteligente elección de un repertorio adecuado a sus actuales condiciones vocales.

Mención especial merece la pianista georgiana Mzia Bakhtouridze, acompañante habitual de Ramón Vargas, muy atenta a las necesidades del cantante en lo que se refiere al fiato, el fraseo, los reguladores y las dinámicas. Con él que compartió musicalidad y adecuación estilística en las diferentes piezas, salvando algunos desajustes, problemas de afinación y confusiones del cantante con eficacia, como él mismo reconoció con generosidad en una de las ocasiones. Además, pudo demostrar su talento en una intervención en solitario que sirvió de división entre las dos partes del segundo bloque del programa: el Intermezzo nº 1 de Manuel Mª Ponce.

Los insistentes aplausos del público, reveladores del éxito de la velada inaugural de la temporada lírica, dieron paso a tres piezas muy célebres fuera de programa (Core 'ngrato de Cardillo, Parlami d’amore Mariù de Bixio y “No puede ser” de La tabernera del puerto de Sorozábal) que redondearon el resultado global del concierto.

Ficha técnica 

Ramón Vargas, tenor, y Mzia Bakhtouridze, piano. Teatro Villamarta, sábado 5 de octubre de 2024. Obras de Donizetti, Rossini, Verdi, Tosti, Ponce, Lara, Greever y Manzanero.