En apenas unos pocos metros cuadrados, conviven obras de arte contemporáneo muy diversas, creadas en comunidad. Es una casa, pero no tiene nada que envidiar a una galería de arte. Y está situada en Algodonales, donde acaba de nacer un proyecto cultural que bien podría haberse creado en una gran ciudad, pero que está enclavado en plena Sierra de Cádiz.
La Casa Móvil se llama la iniciativa y Marina Ojeda es su impulsora. Esta arteterapeuta nacida en Sevilla lleva varios años residiendo en la localidad, donde llevaba tiempo gestando una propuesta que promete llenar de cultura el pueblo. En la primera estancia de las miniresidencias que organiza La Casa Móvil han participado siete artistas que, durante cuatro días, han estado creando sus obras antes de mostrarlas al público.
En una casa familiar, que la madre de Marina alquilaba para huéspedes procedentes del conservatorio o de la facultad de Bellas Artes, la arteterapeuta ha ido “dando forma” a una idea que tenía en la cabeza desde hacía tiempo. Desde que se inauguró el espacio se han realizado talleres, conciertos, obras de teatro, experiencias relacionadas con la poesía... aunque las miniresidencias se acaban de estrenar.
Con un concepto como eje, los cuidados, y otros que orbitan a su alrededor —“el cuerpo como mapa y territorio fértil que investigar y habitar; la naturaleza como inspiración y recordatorio constante de nuestra pertenencia; la casa, las pérdidas y los duelos, la sombra, la huella y la conectividad entre todas las partes…”—, los artistas invitados se lanzan a crear sus obras en La Casa Móvil.
“Ha ido bastante bien, ha sido bonito abrir y compartir, han sido unos días de mucha convivencia”, expresa Marina Ojeda en conversación con lavozdelsur.es. En La Casa Móvil, explica, “cada uno tiene su espacio de trabajo privado con su intimidad pero a la vez hay muchos tiempos comunes”, en los que comparten vivencias y enriquecen las obras de los demás artistas.
Ella misma es una de las participantes en esta primera miniresidencia, en la que intervienen artistas llegados de todo el país. En su obra, Ojeda “deja entrever los pliegues y capas de objetos que bien podrían ser bulbos, cortezas o restos vegetales, pero también nos transportan a lo más orgánico e íntimo del propio cuerpo”, según describe.
Virginia P. Ogalla creó en una obra participativa con mayores del pueblo, para recoger de forma oral, escrita y dibujada “ese poso que deja huella, una huella gráfica donde, quizás, encontrar un camino”. Ángeles Carnacea hizo un diario de poemas, acompañado de algunas fotografías, lo que ella llama un estar en poesía.
Bárbara Long, por su parte, creó ramas, troncos o piedras con papel de seda, usándolas como moldes para crear una serie de “pieles” con múltiples capas. Sandra Melgar creó registros fotográficos de acciones performáticas en torno a la poética del cuerpo, la memoria y los vínculos afectivos.
Judith Borobio planteó un cuestionamiento sobre nuestra forma de habitar y Félix Arjona partió del movimiento, a través del teatro, la música, o el arte audiovisual, para explorar los matices del tiempo y diferentes acontecimientos biográficos del artista.
En cada habitación de La Casa Móvil se puede contemplar una de estas obras, que se irán complementando con las de artistas de futuras miniresidencias. La intención de Marina Ojeda es hacer una al año. “Esta idea de la casa-hogar —como la describe ella— está muy relacionada con la hospitalidad”, dice Ojeda, unos “encuentros desde lo humano” en los que el arte fluye “en un ambiente agradable y amoroso”.
Esta mirada del arte contemporáneo desde una perspectiva de la salud, genera obras “desde la mirada de los cuidados, que atienden lo importante e inviten a recuperar la humanidad y la vulnerabilidad que nos son propias”, describe su creadora.
En un pueblo como Algodonales, alejados del mundanal ruido de las grandes ciudades, los artistas se aíslan y se entregan a sus obras en un entorno rural que hace propicia esta vuelta a la tierra, a los vínculos con la naturaleza, a visibilizar sus mundos internos y generar espacios de conciencia y cuidado.
“Sentía la necesidad de traer el arte contemporáneo a otros entornos mas cercanos al mundo de a pie, para que los artistas también se alejen del ritmo y el estrés de la ciudad”, dice Ojeda. Ella defiende que “cada vez hay más proyectos en el mundo rural”, desde el que crea, lucha y reivindica la necesidad de “volver a una manera de vivir más sana, con más contacto humano”.
“Me sienta bien estar más cerca de la naturaleza. Me ayuda a bajar el ritmo, que aún así sigue siendo fuerte, porque no paro”, confiesa Ojeda, quien asegura que “fue difícil al principio, porque sientes que renuncias a estar en lugares que ahora quedan lejos, pero se abren otras puertas. Las cosas en las que crees van llegando”.
El proyecto de La Casa Móvil no ha hecho más que empezar. "Todos los lenguajes son bienvenidos a este espacio", dice su creadora, que espera que este primer encuentro sirva de impulso para el lanzamiento a partir del próximo otoño de las residencias para artistas extranjeros que tendrán la opción de acceder a una de las cinco plazas que este espacio ofrecerá en formato quincenal o mensual una vez se abra la convocatoria.
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