Alicia Domínguez Arcos (La Línea, 1972) tenía un clarinete en las manos con apenas tres años. Con cinco entró a formar parte de una banda de música, la municipal de San Roque. En su casa la música es una forma de vida, literalmente. Su abuelo y su padre son profesionales, aunque tiene tíos y primos que también han hecho sus pinitos. “Nosotros tres somos a los que más nos gusta pasar hambre, los más masoquistas de la familia”, expresa entre risas. Ella, que es compositora de ópera, una de las pocas mujeres del país que se dedica a estos menesteres, imparte además clases de saxofón, y utiliza la música como terapia para personas con enfermedades neurológicas —un tema sobre el que versó su tesis del máster de armonización e improvisación que cursó en 2014—.
Domínguez ha escrito doce libros, ocho de los cuales son de partituras musicales para bandas de música, y actualmente trabaja en otro de música sacra en latín y en uno sobre la trayectoria profesional de su padre, Antonio Domínguez Morilla —fallecido a principios de 2019—, quien trabajó con Antonio Machín, Juanito Valderrama o Antonio Molina. La compositora linense le ha puesto música al Cantar del Mio Cid y grabó su primer disco en 1997, llamado Sonay —un término que usa como seudónimo—, que estuvo durante seis meses entre los diez primeros de la Cadena Dial de Madrid —en el programa de Joaquín Hurtado y Fernando Labrador—. Desde entonces, Domínguez forma parte de la SGAE, donde cuenta con más de 400 creaciones.
La música, ¿nace o se hace? Esa pregunta con usted no tiene mucho sentido…
Nací metida en todo el tinglado (risas). Pero cuando nazco, mi padre deja su profesión. Él actuaba y estaba todo el día de arriba abajo, por lo que decidió dejarlo para criarme en su tierra (La Línea). Mi primer recuerdo en un concierto es de cuando tenía cuatro o cinco años, y me quedé embobada viendo a unos músicos tocar el violonchelo y el piano. Los pies ni me llegaban al suelo. El sonido me relajó tanto que me desperté en mi cama. Aquello me dio tanta vergüenza que nunca me volví a quedar dormida en ningún lado.
Solo de la composición no se puede vivir en Andalucía"
Empezó con el clarinete…
Con tres años, empecé primero con solfeo y luego con el clarinete. No sabía leer libros y ya sabía música. Con cinco años me incorporaron a la banda municipal de San Roque.
¿Es posible vivir de la música en Andalucía?
Depende de la clase de música. Con la composición, no. Yo doy clases de música, terapia a personas con enfermedades neurológicas… si no sería inviable. Vivimos en zonas que no son la capital, donde hay más cobertura musical que donde estamos nosotros. Pero, eso sí, en Cádiz hay mucha calidad.
Lo que no hay son oportunidades…
El mundo de la música siempre ha sido así. Antiguamente podías tocar más en la calle, pero ha cambiado mucho. Se han ido arreglando problemas anteriores pero se juntan con los problemas del siglo XXI… Es complicado. El profesional puede ser malo, regular o bueno, pero dependiendo del entorno, así evolucionará.
¿Y cómo ha sido su evolución?
Como la vida misma. En mi época no había tantos conservatorios, te preparabas por libre y luego te examinabas en Madrid. Con catorce años, mi padre me compró un piano y empecé a ejercitar las manos. Con 18 años me sometí a una operación, de la nariz, y dejé de tocar instrumentos de viento. Ahora me dedico al piano. Después tuve un accidente de tráfico y tengo las cervicales muy mal. Pero como tenía mi disco, no me preocupó en ese momento. He empezado poco a poco y he hecho de todo. Luego di clases de música. No me tomaba en serio lo de componer a largo plazo… hasta estos años. He ido enlazando una cosa con la otra. Yo creo que el compositor tiene que ser músico primero. Soy muy tímida y siempre me ha gustado estar metida entre partituras, la partitura es mi amiga, me encantan los manuscritos, las cosas antiguas, y como me gusta tanto no era difícil para mí.
Soy muy tímida y siempre me ha gustado estar metida entre partituras, la partitura es mi amiga"
Cuenta con más de 400 creaciones… ¿de cual se siente más orgullosa?
Cuando empecé a tomármelo más en serio, con marchas de procesión, me gustó mucho porque la última vez que mi padre tocó fue una marcha. También hice pasodobles a todas las barriadas de La Línea… Me gusta ir mezclando. Pero no soy conformista, cuando escucho mi obra… al rato ya no me gusta, la hubiera corregido entera. Lo último que he hecho, que es ópera, ahora mismo no la cambiaria, pero dentro de tres meses, quizás.
¿Sigue algún proceso para componer?
No sé cómo compongo. He estado componiendo volviendo en coche de trabajar, en el hospital… siempre tengo el móvil lleno de audios. El día que me lo quiten van a escuchar muchas tonterías… Creo que compongo en los peores momentos, pero cuando me gusta algo, lo quiero hacer y lo hago.
¿Es más difícil componer siendo mujer?
No. He estado en un mundo de hombres, pero nunca he tenido problemas. Lo que veo es que cuando alguien se siente inferior, quiere quitar al bueno, pero no por ser mujer u hombre. Nunca he percibido un mal gesto, quizás porque he vivido en un mundo muy sano de músicos, que todos sabían muchísimo, y han sido generosos.