Era una Selección en la que había que creer. Echarle fe a un grupo de chavales donde alguno apenas está terminando la ESO, y otros no tendrían edad ni para beber alcohol en algunos países del mundo. Es la España de Luis De la Fuente, un hombre del fútbol que llegó ensombrecido por ser nombrado por Luis Rubiales, ínclito expresidente de la Federación a quien aplaudió cuando dijo que no dimitiría por el beso no consentido a Jenni Hermoso.
Ha habido muchas españas futbolísticas. Muchas rebosaron carisma y quedaron en amarga decepción. La de Camacho ante Corea en 2002, o dos años antes en la Euro donde nos echó la Francia de Zidane con un penalti de Raúl a las nubes. Aquella fraguó que sí se podría lograr algo y romper muros que se derribaron con la generación de oro entre 2008 y 2012. Esta España actual parecía que se acercaba más a la de Iñaki Sáez, nombrado despues de llevar mucho tiempo entre Olimpiadas y sub-23 o sub-21. En eso es en lo poco que se parece la España de De la Fuente a aquella de 2004. Porque el técnico español, un hombre tranquilo, sin altibajos, sin sorpresas, veterano, desacostumbrado al foco, ha logrado la España con más carisma y verticalidad de la última década.
Y lo fue desrganando en un partido que empezó con una estrella alemana, Toni Kroos, que debió ver al menos una amarilla. El ya exmadridista está en su mejor momento, defendiendo más que nunca, pero no midió con Pedri, al que lesionó y tuvo que marcharse, ni con Lamine Yamal. Si se suman, dos amarillas en los primeros ocho minutos. Qué cosas, Alemania, anfitriona y favorita, acabó desesperándose en algunos minutos. No atacaba. No metía miedo. Sí lo hacía España, que tuvo la mejor en el 46, cuando el remate de Morata se fue alto al empezar la segunda parte. Silencio alemán, que seguía viendo cómo el cántaro iba a la fuente una vez más. Hasta que lo rompió Dani Olmo a pase de Yamal. El del Leipzig llegaba al remate del filo del área por donde la defensa alemana ni la olió. Uno-cero merecido.
Volvió a tejer España alguna jugada. Kroos se ganó al fin su amarilla cuando evitó una contra que podría haber sido el 2-0. De haber recibido la tarjeta en la primera parte, no habría podido hacerlo, y quién sabe, quizás tocaba el colorín colorado. Alemana fue haciendo más evidente que tiraría de alemanada. Colgar balones cuando entraba el delantero más alemán que existe, Fullkrug. El del Dortmund iba rematando todo lo que le llegaba y, lo que es peor, obligaba a los centrales -Nacho ya en el terreno- a estar atentos al gigantón.
En esas pasaban los minutos, De la Fuente retiraba a sus extremos, razón para haber llegado hasta aquí, debido al cansancio, y daba galones a Ferrán, tan fallón como el resto del año. Colgaba Kroos y colgaba Rudiger y tuvo un palo Alemania que evidenció lo que podría ocurrir: gol. En el 89, a unos minutos del pitido, España se veía sin apenas dinamita arriba, cansada en el medio y dudando atrás. No ayudaba tampoco Unai Simón, que en un mal saque ya había dejado solo a un atacante alemán que por poco rompe la historia.
La prórroga empezó con temple con ambas partes, España tejiendo sin concretar, y Alemania pidiendo una mano de Cucurella. Habría sido el final de todo, pero el árbitro interpretó que el lateral estaba guardándose el brazo. Luego se vio que la jugada inicialmnte era fuera de juego. Pero el temor estaba ahí.
Cuando ya todo sonaba a penaltis, ganó España con otra alemanada. Un balón colgado que para prosperar debía superar al mejor central -hoy no, en realidad- del mundo. Rudiger no llegó y Mikel Merino, centrocampista de esa Real Sociedad que lleva un año frustrada por falta de gol, se convirtió en el mejor rematador de todos los tiempos. Se elevó abriendo las piernas en el aire como un gimnasta, encontró el equilibrio y se la puso en la escuadra para jubilar el sueño de Alemania. Increíble.
Si España no era la mejor al empezar el torneo, hoy sí lo es. Favorita una vez derribada la primera candidata, aún queda tralla por el camino. Pero lo que se ha ganado España es el título del carisma. Solo los más peloteros daban opciones a esta Roja, que ahora sí se va a llevar todo el apoyo de una sociedad que no estaba volcada, que a veces ni conoce los nombres y las caras de estos chavales que juegan en el Athletic, la Real... No estará en semis Carvajal, que se ganó la expulsión, ni Morata, por ver una amarilla en la celebración del 2-1. Pero da igual lo que ocurra. Esta España tiene aura. Será lo que sea, pero hoy se ha ganado a las terrazas de los bares y los sofás de casa.
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