Acaba de hacer un Backside Air en La Bodega Skate Park. O lo que es lo mismo, “volar agarrando el skate por aquí”. Leo Fernández señala el nose, la parte delantera de su pequeño patín y, con una vocecilla explica el truco que más le gusta practicar. Habla con conocimiento de causa, pero tan solo tiene 8 años. Este jerezano asomó la cabeza en el mundo del skate cuando tenía 4, con uno más pequeño que el que ahora sujeta con su mano y que guarda en su habitación de recuerdo.
Fue en pleno confinamiento cuando a Leo se le despertó el gusanillo de este deporte. Antes ya patinaba un día en semana, sin embargo, el encierro propició que pudiera practicarlo con más frecuencia. Eso, y que su padre, Javier Fernández Braza, contaba con unas instalaciones en Conil para que los alumnos y alumnas a los que enseñaba surf pudiesen patinar. Allí, al aire libre, en una parcela con bungalows, la familia pasó estos tres meses en los que el mundo se paralizó.
“Como teníamos una mini rampa, todas las tardes patinábamos dos y tres horas. Yo me echaba mis ratos y él se ponía al lado de la rampa, me veía patinar y un día me dijo: -yo quiero también”, recuerda su progenitor, de 48 años, aficionado al skate desde los 12, que ha estado durante más de 20 años sacando adelante Vértigo, una tienda pionera especializada en surf y skate.
Ambos comparten esta pasión que les lleva a entrenar juntos y compartir ratos de Kickflip. “No lo obligaba, se sentaba al lado mía y me miraba”, comenta Javier sentado junto a su hijo, que pronto se animó y le cogió el gusto. Tanto que “si me ponía a patinar y no lo avisaba, se enfadaba”. El niño mira a su padre. “Una vez me levanté y pensé, está patinando sin mí”, expresa el que se lo tomaba como una traición.
Leo progresó adecuadamente de forma veloz y en cuanto levantaron el confinamiento, se fueron a un Skate Park a probar. En tres meses, había cogido soltura. “Yo me lo llevaba a patinar como un amigo. Yo nunca he tenido la sensación de estar patinando con un niño chico de la mano”, comenta Javier a lavozdelsur.es.
Desde entonces, el pequeño ha seguido practicando, no se ha bajado del patín y en apenas un año ha participado en competiciones por todo el país. Leo repasa junto a sus padres Javier y Lorena, los numerosos campeonatos que ya acumula a sus espaldas pese a su corta edad. Federado por la Real Federación Española de Patinaje Leo lleva desde marzo de 2023 demostrando sus habilidades.
“Nos hemos pegado todo el verano dando vueltas en la autocaravana”, expresan con una sonrisa de oreja a oreja mientras mencionan algunas de sus paradas. La primera vez que compitió, en Huelva, en un campeonato del circuito no oficial -el que organizan las escuelas y las tiendas-, quedó tercero.
Después, cogió carrerilla y, con siete años, ganó el primer puesto en el circuito oficial de la Comunidad de Madrid. “En el Rincón de la Victoria, en Málaga, me apunté y no quería salir, me daba un poco de vergüenza, y este año he quedado tercero en sub 16”, comenta Leo, que también ha rodado en el circuito andaluz e incluso en la World Cup Skateboarding, la copa del mundo del skate O Marisquiño, celebrada en Galicia, donde compiten todos contra todos, sin diferenciar edad o sexo. “Ahí quedé el 19 en la categoría de rampa”, dice la familia, orgullosa.
Leo es, sin duda, el más pequeño que compite en estas citas para las que prepara con ilusión sus rondas. En 45 segundos, hay que patinar lo mejor posible. “Tiene una cosa muy buena que es que cuando sale a competir, se aísla completamente y es capaz de hacerlo y de hacerlo bien, se concentra”, explica su padre.
En función de la dificultad, la altura de los aéreos, el estilo y otros factores, los jueces otorgan una puntuación de 0 a 100 para calificar los trucos y movimientos de los skaters. “El que me gustaría hacer se llama 540, el patín tiene que dar una vuelta y media”, dice Leo que estuvo a punto de conseguirlo.
El pequeño tiene tesón y constancia. Cada caída es un soplo de fuerza para levantarse y, a pesar de las lesiones, no se rinde. Ni los nueve puntos que le pusieron en el labio impidieron que hiciera su ronda en un campeonato nacional, ni un chocazo en la cabeza que “se me puso verde”, ni un esguince son obstáculos para él. No le coge miedo y se esfuerza siempre por mejorar. “Yo le digo a mi padre que cuanto antes pueda volver a patinar mejor, porque yo en casa me aburro”, dice recordando las veces que ha tenido que estar en reposo.
Una joven promesa que sorprende con sus trucos y disfruta, no solo con la técnica sino también haciendo amigos. Que al fin y al cabo, como dice su madre, “es lo más bonito”.