Cada vez que Jorge Alberto González Barillas (San Salvador, 1958) pisa Cádiz, la ciudad siente un temblor. Por sus calles suena un rumor y todo el mundo está atento a sus movimientos. “Mágico está aquí”, se oye decir tras cada esquina. Una foto es un bien preciado. Un autógrafo, una reliquia.
Mágico González, leyenda cadista, el jugador que pudo instalarse en el Olimpo del fútbol y que no quiso subir porque estaba “muy lejos” —una justificación que empleó para no ir a París a fichar por el PSG, por ejemplo— está pasando una semana en Cádiz, cuatro años después de su última visita, en 2018.
El Cádiz CF ha aprovechado que cumple 112 años de vida el día que juega con el Barcelona —este sábado— para traer de vuelta a su emblema, y aprovechar así para calmar los ánimos de una afición, que aún no ha visto ganar a su equipo esta temporada. Ni siquiera marcar.
Durante los días que Mágico está en Cádiz es imposible encontrar un hueco en su agenda para concertar una entrevista. Más de una quincena de peticiones acumulaba el responsable de prensa del club, por lo que la decisión final fue convocar convocar una rueda de prensa, a la que llega una hora tarde, ahondando en su leyenda. Es la convocatoria que más periodistas acreditados ha tenido el club en los últimos tiempos. Como si de un fichaje estelar se tratara.
“Hablar nunca ha sido ni va a ser lo mío, trataré de responder lo más coherentemente posible”, avisa la leyenda cadista nada más comenzar a responder preguntas de periodistas. Ahora, dice, está “dolorido” por la situación en la que se encuentra el equipo, al que recomienda “hablar menos y actuar más”, todos como “una piña”.
“Es difícil expresar lo que siento, solo espero que sumemos, como es lógico”, acierta a decir Mágico, que hará el saque de honor antes del inicio del partido entre el Cádiz y el Barcelona, equipo éste donde estuvo a punto de jugar, pero no fichó por un episodio en un hotel —cuenta la leyenda que saltó la alarma de incendios y no quería salir de la cama, donde estaba con una mujer—.
“Hay que tratar de unirnos lo máximo posible”, pide el exfutbolista al equipo y a los aficionados. “Después podemos discutir o hablar sobre la polémica”, agrega, “pero me gustaría que si perdemos lo hagamos juntos, que no estemos separados”.
Durante la rueda de prensa, que no llega a los 20 minutos de duración —y que Mágico está deseando que termine nada más empezar—, habla de su estancia en la ciudad, de su relación con Camarón, de su futuro… “Es una dicha haber conocido Cádiz. Tengo que dar muchas gracias al fútbol y al Cádiz CF, por supuesto”, acierta a decir.
Mágico, que llega a confesar que está más feliz jugando en una plaza con niños que atendiendo a los periodistas —provocando unas risas que no entiende, porque le salió del alma sin pensarlo—, descarta que vaya a vivir en Cádiz —“no está en mi panorama”— y da las gracias por el cariño que recibe: “Me hacen sentir que soy algo cuando ya lo fui”.
A Camarón, con quien se le ha comparado en muchas ocasiones por su carácter similar y su genio gigante, contra lo mucho que se ha escrito, dice que no lo conoció. “Había similitud”, reconoce, “con el debido respeto a su arte, pero nunca tuve la oportunidad directa de conocerle”, asegura. "Para mí era un lujo y un honor esa comparación, sentía que salía ganando mucho”.
A Mágico le preguntan cual es en su opinión el mejor jugador de la historia, y ante eso no sabe qué decir. Entonces cita a Messi —“es un adivino”—, a Cristiano Ronaldo —“es puntería”—, Lewandowski —“que está de moda, espero que el sábado no tenga su día”—, o a Enrique Montero, con quien compartió vestuario. Y, por supuesto, a Maradona, quien dijo de Mágico: “Hay uno mejor que yo, es salvadoreño y juega en el Cádiz”.
Después de atender a los medios en el estadio Nuevo Mirandilla, Mágico estuvo en el Ayuntamiento, donde fue recibido por el alcalde, José María González. Allí lo pararon muchos aficionados para hacerse fotos e intercambiar unas palabras con el salvadoreño, que apura los últimos días de su visita a la ciudad a la que lo trajo “Diosito”.
Hace poco más de 40 años, en el verano de 1982, un salvadoreño menudo y tímido aterrizó en el Aeropuerto de Jerez con una radiocasete en el hombro el día que, sin saberlo, empezó a cambiar la historia del Cádiz. Y de la ciudad. “Yo no pienso, yo tengo música en la cabeza”, llegó a decir en una ocasión. Y también que no le gustaba tomarse el fútbol como un trabajo. “Solo juego por divertirme”, confesó una vez. Y que lo diga.