Al abrirse la verja que separa la fortaleza del camino de piedra sobre el mar se oyó una sincera ovación. Luego entraron más de 200 personas que habían esperado durante muchos minutos.
La mitad de ellas no sabía por qué aplaudía. Un tercio de ese respetable ni siquiera se comunica en Español así que no está para atender cuitas locales, para porfías políticas y urbanísticas.
Lo único que une ahora a unos y a otros, a locales y visitantes, es la satisfacción por poder entrar. Unos por tener la ocasión y los otros por reencontrarse con un tesoro turístico y tradicional tras seis años de cierre. Los forasteros ni sabrían lo señalado del momento pero aprovechan por legítima curiosidad.
Gaditanos o antiguos residentes añaden el alivio por recuperar un escenario de recuerdos infantiles y familiares, una rareza desaprovechada, maltratada en el siglo XXI pese a su atractivo. Si alguien duda de que lo tenga, la reapertura de este lunes vuelve a confirmarlo. El faro parece hecho de metal imantado.
El castillo de San Sebastián abre de nuevo sus puertas al público al atardecer de este 12 de agosto con un jolgorio inocente, como sacado de una película de Fellini. Ni los niños tirándose del Puente Canal faltan al retablo ritual. Ha estado cerrado desde el tormentoso invierno de 2018.
Un acto tan sencillo y festivo es el fruto de un acuerdo infrecuente entre instituciones, todas. En este caso, entre Ayuntamiento de Cádiz y Subdelegación del Gobierno en Cádiz, en nombre de la Dirección General de la Costa y el Mar.
A la historia hermosa y grande, la del recinto de pasado religioso y militar, surgido en 1457 como ermita de venecianos apestados y confinados, legible en algunos paneles, se añade la pequeña y gris, la de los desencuentros burocráticos que han impedido hasta ahora su constante conservación y aprovechamiento.
Los discursos previos a lo que importaba, a la visita, dejan ver la marejada institucional que siempre rodea al fuerte sobre piedra ostionera. El alcalde de Cádiz, Bruno García, y la subdelegada del Gobierno en la provincia, Blanca Flores, escenifican alegría y satisfacción por el señalado momento.
"Es un día grande para los gaditanos, los caleteros y los quiñoneros", arranca la representante de todos los ministerios. "Una demanda ciudadana que su cumple gracias a la coordinación entre administraciones".
Inmediatamente pasa a leer un párrafo del espléndido escritor que da nombre al paseo que permite llegar al castillo, Fernando Quiñones. El pasaje de El Noroeste es uno de los muchos que recrean, en su obra, una obcecada querencia por este trozo de mar de Cádiz.
La apertura del castillo de San Sebastián que proclaman con sonrisas es temporal y parcial, como su afabilidad. Las instalaciones, "desbrozadas" y limpias, en un agradable estado de revista, sólo serán hábiles para el recorrido turístico por el exterior durante siete semanas.
Todas sus dependencias están clausuradas. Hay textos informativos, históricos, nueva imagen promocional, algunos aseos y fuentes para hidratarse. Lo imprescindible. En un escenario así puede que sea mucho. Quizás, bastante.
Así permanecerá, abierto al público y con visitas guiadas o teatralizadas, todos los días de manera ininterrumpida desde las 9 de la mañana hasta 15 minutos después del ocaso. Hasta el 30 de septiembre. Luego volverá a la situación anterior.
Acabadas las cortesías, comienzan las leves hostilidades políticas, las que nada incumben a los cientos que esperan tras la puerta metálica. Blanca Flores aprovecha su discurso para resaltar que el Gobierno sí ha estado al cuidado del perímetro amurallado de la ciudad.
Resalta que ha invertido 2,49 millones de euros en el castillo en los últimos años, desde la reparación de los destrozos del temporal que lo clausuró en 2018 hasta los últimos retoques de este 2024. Sólo desde abril se habrían efectuado obras de emergencia por valor de 865.000 euros.
Su mensaje esencial es que el Gobierno nunca ha dejado abandonado el recinto originario del siglo XV, que siempre ha velado por su posible recuperación a pesar de lo costoso y difícil de su mantenimiento.
El alcalde lanza su contragolpe, igualmente cubierto de visible cordialidad y alegría justificada. Bruno García reitera que "un espacio como éste no puede estar cerrado al público".
Resalta que un concejal, José Carlos Teruel, ha estado varias semanas casi sin dormir para coordinar un equipo de entre 20 y 25 personas. Es el que ha acondicionado el espacio durante este verano.
En su discurso, deja caer por sorpresa un mensaje de "25 toneladas". Es la basura, los restos de plantas y matojos, los escombros que ha sido preciso eliminar "por el estado de dejadez y el paso de los años". Reparación de luces, puertas y ventanas destrozadas forma parte del inventario en el reproche velado, también.
Inmediatamente lanza su mensaje político, su versión de la celebración. Este alcalde, este Ayuntamiento, no va a parar de pelear para recuperar "espacios públicos en una ciudad a la que no le sobran. Cada metro cuenta".
Incluso lanza una lista de próximos propósitos en los que incluye la zona trasera de Valcárcel, el Campo de las Balas visible desde aquí o un solar entre la estación ferroviaria y la Cuesta de las Calesas.
Su eslogan viene a ser "aquí los que nos preocupamos de recuperar lugares abandonados por los demás somos nosotros". También desliza que el castillo de San Sebastián tendrá ahora "vigilancia durante 24 horas".
Sea por el interés y el trabajo de unos o de otros, del gobierno local o del estatal, la situación de fiesta y apertura es temporal y parcial. Como casi todo lo que tiene que ver con las vacaciones de verano, dura un tiempo y luego se desvanece.
El prodigioso castillo caletero, el que arrancara como sanatorio improvisado para venecianos enfermos de peste en el siglo XV, el que luego fuera batería defensiva, sede de faros (incluso derribados y vueltos a levantar), acuartelamiento, prisión militar y escenario de películas volverá el 30 de septiembre a la situación anterior, al cierre y a la nada.
Ambas partes aseguran "estar estudiando" fórmulas para mantenerlo activo y abierto pero los ciudadanos ya saben cómo suele traducirse tal perífrasis al lenguaje real: ya veremos.
El número de visitas que registre hasta entonces será el mayor argumento para convencer a las instituciones de la necesidad de formalizar un acuerdo permanente de conservación y uso.
Ese pacto es el que no han sabido mantener -salvo efímeras excepciones culturales o universitarias- desde que el Gobierno empezara a ceder el uso del recinto, en 1999, por considerar terminada para siempre su histórica función militar y defensiva.
Cualquier nuevo desencuentro, toda dificultad (técnica, climatológica, presupuestaria o administrativa) que no puedan superar ambas partes será indiferente para los que esperaban en la puerta a la reapertura, para los gaditanos o visitantes que sólo quieren disfrutar, pasear siquiera, un castillo asombroso como pocos en España.
La única duda esencial radica en saber si a partir del 1 de octubre volverán a encontrar la puerta cerrada, como desde 2018, o podrán esperar a que se abra varias veces por semana, cada mes, cuando el tiempo lo permita, con los horarios que sea, para disfrutes distintos.