La Cepa Gallega de Cádiz festeja la jubilación de Pepe Caballero, una de sus ramas principales

El mítico local de la calle Plocia, con más de un siglo, celebra la última jornada de un trabajador fundamental en la transición de ultramarinos de zona lumpen a exquisita taberna en la vía más turística del casco antiguo

José Caballero, tercero por la izquierda, junto a clientes y amigos este miércoles en La Cepa Gallega.

Hay barras y barriles que son pilares esenciales de una ciudad. En Cádiz, uno de esos lugares de encuentro permanente es La Cepa Gallega. Originariamente fue un ultramarinos, que abastecía a barcos del puerto con bocadillos, otras viandas y bebidas.

Con los años, los del siglo XXI, se ha convertido una glamourosa taberna que ejerce de imán turístico y ágora en la que se encuentran, casi a diario, profesionales y vecinos, visitantes y paseantes, lo más parecido a la burguesía local, en Plocia, una calle esencial en la explosión turística gaditana.

Pepe Caballero, en su último día de trabajo en una de las puertas de La Cepa Gallega.  REYNA

En esa historia, tiene protagonismo especial Pepe Caballero. A sus "64 años y medio" le ha llegado la hora de la jubilación tras "40 años de atención a tantos amigos y clientes". Este miércoles reunía a su familia alrededor de una de las mesas altas en una jornada particular, la última.

"Ya veré qué hago a partir de ahora. Seguiré viniendo de vez en cuando pero de paisano, sin trabajar. Aprovecharé para pasar más tiempo con mi familia, para disfrutar de mi madre", y la señala sentada junto a su mujer, Carmen, sus hijas, Miriam y Natalia, su nieta.

Queda lejos aquel mes de mayo de 1984, cuando José Caballero Álvarez, Pepe para todos, entró a trabajar en La Cepa Gallega. Llevaba trabajando "desde los 14 años, en bodegas, como repartidor, comercial, casi siempre en el mundo del vino".

Con esa función le conocieron en La Cepa Gallega, su simpatía, su don de gentes y su carisma se convirtieron en el mejor currículo para fichar por el más célebre de sus propietarios, el que dirigió el tránsito desde modesto garito a lugar de culto.

Desde entonces, sin más pausa que "un año que estuvo cerrada La Cepa Gallega entre la jubilación del dueño anterior, Félix Fernández, y la reapertura con los nuevos", ha estado al frente de una de las barras señeras de la ciudad, un establecimiento con siglo y pico (104 años) de actividad documentada.

Ambiente en La Cepa Gallega con Pepe Caballero abajo, a la derecha, con un papelón de embutido.   REYNA

Ahora está bajo la dirección de Sophie Sjodhal y Bernardo Cruz, que han sabido mantener el sello, la clientela y el éxito hasta el punto de exportar la misma fórmula al centro de Málaga.

Pepe Caballero echa la vista atrás y recuerda una calle Plocia que tenía poco que ver con el actual paraíso de instagramers y cruceristas. Por entonces, en los años 80 de la reconversión industrial y la heroína, perduraban los bares "con bombillas rojas" que alertaban de la prostitución.

Era una vía por la que, a los escolares de la época, los padres les pedían que no pasaran nunca. Ahora, cuando le llega su jubilación, todo es distinto. Cuesta pasar entre tanta gente pero no hay amenazas, o son distintas, para la moral y las buenas costumbres.

La familia de Pepe Caballero celebra en un barril de la calle Plocia la jubilación de un referente de la hostelería local.   REYNA

Entre los clientes fijos que le felicitan en la jornada definitiva se acerca Fermín del Moral, ex candidato socialista a la Alcaldía de Cádiz. Prefiere no enumerar a los muchos artistas, políticos, deportistas o periodistas de ámbito local, regional y nacional a los que ha tenido el gusto de atender.

"Mejor me quedo con los amigos de siempre, los que han venido todas las semanas y los que han pasado por aquí cada vez que venían a Cádiz desde Madrid, Sevilla, Barcelona, Bilbao... De todas partes, de muchos países. Muchos están llamando estos días para felicitarme".

La vida de Pepe sigue sin La Cepa Gallega. La vida de La Cepa Gallega sigue sin Pepe. Ambas mitades del mismo ritual volverán a encontrarse con frecuencia. Muchos afectos comunes serán testigos, ya sin horarios, obligaciones ni nóminas de por medio.

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