El cierre de Amalia deja desnudo al comercio de Cádiz

La célebre tienda de ropa interior se acaba por la jubilación de su emperatriz y marca el fin de una etapa para todo el sector tras 39 años de éxito ininterrumpido a prueba de crisis y multinacionales

Amalia Martín, dueña de la tienda de ropa interior del mismo nombre, a pocos días de su cierre.
Amalia Martín, dueña de la tienda de ropa interior del mismo nombre, a pocos días de su cierre. MANU GARCÍA

La definición del carisma resulta complicada. Digan lo que digan los diccionarios tiene diferentes versiones. Podría buscarse un acuerdo. Viene a ser la capacidad para atraer la atención y las miradas.

Otra actriz, cualquier otro elemento alrededor de la persona carismática se vuelven secundarios. Nada distrae del que lo tiene. Ni se compra ni se aprende, "como el amor verdadero" decía la copla. Es ineludible, aunque el escenario sea grande. La propietaria del don se queda todo el interés sin remedio.

Cuando se habla de una tienda pequeña, tirando a diminuta, menos escapatoria queda. Amalia tiene un aire de puesto en algún zoco de alguna ciudad a caballo entre Oriente y Occidente, entre esto y aquello. “Casi 40 años aquí”, proclama la homónima emperatriz con ese gesto explosivo pero algo melancólico que la ha convertido en leyenda local. Abrió en 1984 y 39 años después llega la clausura definitiva de este negocio de Cádiz.

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Numerosas clientas en la tienda de Amalia.   MANU GARCÍA

Símbolo y bandera

Para entender el gran impacto que supone arriar esta bandera del pequeño comercio local hay que recordar que da nombre a todo un sector. Nadie habla en su ciudad de lencería o corsetería. Qué será eso. Igual que no existían el pan de molde o el cacao soluble porque las marcas triunfadoras se quedaron con el nombre, en Cádiz basta decir “tienes que ir a Amalia”, “vengo de Amalia” o “pásate por Amalia” para dejar claro que los interlocutores hablan de ropa interior.

Da igual la edad que tengan los que conversan. Si tienen más o menos presupuesto. Si son de un barrio cercano, de la gran puñeta (distancia superior a los 500 metros en este lugar angosto). Es mencionar el nombre y todos entienden. “Yo he visto colas hasta los churros de La Guapa”, en la esquina opuesta de la plaza, dice con satisfacción bien ganada para resaltar el éxito crónico de un negocio que resistió las reconversiones industriales, la aparición de la venta online y de las grandes cadenas con nombres en Italiano o Inglés.

Casi 40 años la contemplan

Aunque Amalia Martín Saavedra (Cádiz, 1958) siempre ha vendido también calcetines para niños, calzoncillos, batas o camisones, su éxito se ha basado en bragas y sujetadores. La especialidad de su casa. “Te veía entrar y si le preguntabas por un sujetador, te miraba tres segundos, levantaba las manos y abría los dedos, sin tocar, desde lejos, como el brujo de una tribu en pleno ritual, y te decía la talla exacta”.

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Amalia, con algunas clientas y amigas.  MANU GARCÍA

Su autoridad llegó a superar el autoconocimiento de las compradoras: “A veces, la talla que te decía, o la copa, era otra diferente a la que tú creías tener, a la que usas. Amalia te lo discutía con dulzura, con su ángel y, al final, resultaba que ella tenía razón. Sabe más del cuerpo de las clientas que ellas mismas”. Así resume Ana, que además es vecina de la calle y se para ante la puerta atestada, como siempre, para dar testimonio del talento instintivo de Amalia.

Antes de 1984, el local fue lechería y pollería, “ya ves” dice con una sonrisa de sarcasmo la vendedora. La vena comerciante le viene de su padre, “que tenía la zapatería allí, enfrente de Simago”. Con ese nombre, desaparecido hace más de 40 años, se refiere al actual Carrefour en la calle Libertad.

"Te veía entrar, te preguntaba la talla, le decías, te la discutía, calculaba y acertaba ella"

Ella lo cogió con su marido y llegó a tener cuatro personas atendiendo. ¿Cómo cabrían ahí? Las ventas bajaron a partir del décimo año de apertura, como en todos lados y ya para siempre. Fue complicada la segunda mitad de los años 90. Así que fueron tres las que atendían, luego dos, y finalmente volvió a estar sola desde 2014 frente a ese lleno constante formado por, al menos, ocho personas.

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Amalia, detrás del mostrador en el que lleva casi 40 años.   MANU GARCÍA

Desde que anunció su adiós en redes sociales -“porque el boca a boca llega pero siempre es bueno que lo sepa más gente para soltar todo el género”-, la cola es todavía más grande. Hay liquidación aunque siempre tuvo fama de ofrecer una estupenda relación entre calidad y precio cuando ese concepto ni se mencionaba.

Amalia comparte finca con otra referencia del comercio tradicional como la cafetería La Marina. La dueña y protagonista aún recuerda las que se liaban en días cercanos a Navidad y Reyes, cuando un ejército de personas hacía un movimiento combinado, en turno de mañana o tarde, para tomar los famosos churros y comprar algo en su tienda. O viceversa.

Llenos finales

Aunque ya no están las piezas y las perchas colgadas en la puerta, distintivo y reclamo publicitario que hicieron palidecer a los luminosos de la Puerta del Sol, dentro queda el ambiente de siempre, el que la hizo célebre. Hay un desorden calculado, un caos medido al milímetro. Los sujetadores rodean el mostrador como si fueran cortinas abiertas de un teatro pequeño.

Ahora que ha anunciado el cierre, por jubilación, el 31 de julio, mantiene la alegría que fue sello. Lleva la tienda en la cabeza así que puede dedicar el cuerpo a otras funciones. A representar la función que la hizo famosa.

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La tendera atiende a dos mujeres, a pocos días del cierre.  MANU GARCÍA

Presume de su condición “de gitana gaditana o gaditana gitana” y siempre tiene música sonando fuerte. Así que cuando tiene que coger una caja de un estante alto, aprovecha para volver al mostrador dando unos pasitos, meciendo las manos con elegancia flamenca.

En 2011 recibió el reconocimiento oficial de su ciudad con la distinción municipal con motivo del Día Internacional de la Mujer

Es una celebridad comercial con fecha de caducidad. Un mes y medio queda de una comerciante que es leyenda de la pequeña historia local de una ciudad. Incluso, de forma oficial. En marzo de 2011 recibió la medalla del Ayuntamiento de Cádiz con motivo del Día Internacional de la Mujer. Las instituciones, como siempre, por detrás del tiempo. Amalia era un símbolo de su ciudad mucho antes y mantuvo esa condición después. Hasta el 31 de julio de 2023.

En ese momento pasará a ser nostalgia y en vez de ser propietaria de una de las tiendas más célebres de Cádiz pasará a ser dueña de todo su tiempo. “Merece mucha felicidad, la que ella nos ha dado”, dice la clienta Milagros secándose una lágrima con el dedo. Todo no iba a ser cante, baile y risa.

Sobre el autor:

Afot

José Landi

Nacido en Cádiz, en 1968. Inicia su trayectoria en 1990. Columnista, editorialista, redactor, colaborador, corresponsal o jefe de área en 'Guía Repsol', 'El Periódico de la Bahía de Cádiz', 'Cádiz Información', 'Marca', 'El Mundo' y 'La Voz de Cádiz'. Ha colaborado en magacines o tertulias de Canal Sur radio y tv, Cadena SER, Onda Cero y COPE. Premio Paco Navarro de la Asociación de la Prensa de Cádiz en 1997 y 2012 (a título colectivo). Premio Andalucía 2008 a la mejor labor en internet (colectivo). Ganador del I Premio de Relatos Café de Levante. Autor de la obra de autoficción 'Ya vendrán tiempos peores' (2016). Puso en marcha el proyecto de periodismo gastronómico 'Gurmé Cádiz' y mantuvo durante diez años blogs como 'El Obélix de San Félix' y 'L'Obeli'. Forma parte del equipo que realiza el podcast de divagación cinematográfica 'A mitad de sala'.

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