Cuando arrancó la preproducción de la serie había un runrún en Cádiz. Algo así como que la todopoderosa Netflix se había fijado en el Campo de Gibraltar para rodar la nueva entrega de la serie Narcos más allá de la muerte de Pablo Escobar. Incluso se recogieron firmas en change.org para frenar la producción. Era más madera, más gasolina, en el peor momento, para alimentar el incendio en la principal puerta de entrada de la droga en Europa. Más mala imagen, más estigma, menos contexto.
Recientemente se anunció el estreno de La Línea: la sombra del narco y lo primero que podía intuirse se cumplió: su imagen promocional, más propia de una película que de un documental, apuesta claramente por la espectacularización de la tragedia social y económica que vive una comarca que lleva décadas golpeada por esta lacra. Sin embargo, era solo el envoltorio que se requería para convertir este trabajo en tendencia en Netflix España desde su estreno la pasada semana.
Con más de 80 entrevistas y cerca de 336 horas de grabación, el trabajo dirigido por Pepe Mora, con la producción de Mediaset —esto también nos puso en guardia sobre el resultado final— y Cuerdos de Atar, retrata la cruda realidad de la ciudad fronteriza sin caer en lo morboso, en el sensacionalismo barato, sin recrearse en los excesos o en lo caricaturesco. Da sitio a testimonios desde todos los puntos de vista y ahonda en el germen de la situación extrema que recorre un municipio que “no es Cali, ni Medellín, pero podría llegar a serlo”, como asegura una de las voces de esta miniserie documental de cuatro episodios que se ventilan de un plumazo.
Quizás falte contexto histórico sobre de dónde viene todo esto, y también mayor profundización en las relaciones con Gibraltar y Marruecos, ya que la serie, rodada el año pasado, puede decirse que arranca en el punto máximo de violencia de los últimos años —cuando en junio de 2017 murió Víctor Sánchez, un policía local atropellado mientras perseguía a un contrabandista, y en febrero de 2018, cuando veinte encapuchados asaltaron el Hospital de La Línea para rescatar a un narco detenido previamente por la Policía.
A partir de estos graves sucesos, que empezaron a revelar cómo las bandas operaban ya con total impunidad, traza un paralelismo entre las reivindicaciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que se vieron mínimamente escuchadas con el Plan Especial de Seguridad para el Campo de Gibraltar del Gobierno de Pedro Sánchez —1.806 personas detenidas, más de 286 toneladas de droga incautadas, 8,3 millones de euros requisados, 1.286.277 cajetillas de tabaco y 1.403 vehículos recuperados en apenas dos años—; la vida de una joven narco con un hijo pequeño que huye de esa vida, pero regresa al inframundo porque “es lo que sé hacer”; y el empuje de un alcalde en la primera línea de fuego, el independiente Juan Franco (La Línea 100%), en plena carrera hacia las municipales de mayo del año pasado, cuando arrasó en los comicios obteniendo 21 de 25 ediles en la Corporación linense.
Es cierto que quizás falte esa vertiente de exhibir que La Línea es mucho más que persecuciones, violencia, canis en las azoteas cobrando dinero fácil como puntos (de información), gomas descargando a todo trapo en La Atunara, todoterrenos último modelo que embisten contra la ley y billetes manchados de sangre. Igual que no es menos cierto que ver el documental no invita a mudarse o a querer disfrutar de las playas de esta ciudad junto al Estrecho, “un embudo que une dos continentes” y donde terrorismo, narcotráfico y redes de inmigración ilegal suponen un rompecabezas casi imposible de resolver para los poderes públicos. En esa situación geográfica, como recuerda el alcalde de la localidad, se halla una de las causas históricas de este cáncer que se ha vuelto metástasis de un tiempo a esta parte. Lo reconoce su propio alcalde en el documental, apresurándose también a poner el foco en el olvido sistemático de las administraciones hacia esta zona de la Península y a defender a la “inmensa mayoría” de una economía local que vive honradamente.
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“Creo que soy el alcalde con más problemas de Europa porque es verdad que tenemos una minoría de la población —27,4% de tasa de paro— que se dedica a actividades ilegales, fundamentalmente narcotráfico y contrabando de tabaco. Tengo censo de bares, pero no tengo un censo de cuánta gente se dedica a eso, pero es una minoría pequeña, pero no ínfima, ni despreciable. La inmensa mayoría de la economía es una economía legal, y hay una parte, por las circunstancias geográficas, que genera esa narcoeconomía”. “Si Marruecos está a treinta y tantos kilómetros y Marruecos es el principal productor de hachís del mundo… evidentemente, el hachís no va a entrar por Polonia”.
La gente del municipio, casi 63.000 vecinas y vecinos, de siempre tiene la sensación de abandono, de olvido, de que van a hacer algo pero nunca llega… “La Línea de la Concepción sigue siendo el pueblo de España más maltratado por los poderes públicos. Tenemos que demostrar a Madrid que estamos dispuestos a luchar por nuestro pueblo todos unidos y todos juntos”, asegura un vecino en una concentración que exhibe el documental. “Aquí se hace una vida completamente normal. Ojo, no vayas a ir a tal playa a las 4 de la mañana tal día porque te vas a encontrar con lo que te vas a encontrar. Negar eso es negar la evidencia”, asegura Franco, quien dice ir “sin escolta, pese a que esto se ha hablado que es el pequeño Medellín. Intento ser precavido y evitar ciertas situaciones, pero miedo no he sentido nunca. No quiero decir que tenga que estar mirando debajo del coche a ver si me han puesto una bomba, pero que tengo que ir con cierto cuidado en ciertos sitios, sí”.
“Miedo quién diga que no, miente, siempre hay momentos que se tiene miedo”, dice una agente en otro momento de la miniserie. Una de las muchas unidades que ha luchado contra el clan de los Castaña, encabezado por Antonio Tejón, “un Dios” para muchos vecinos de la localidad. Un “Dios” que aun estando en prisión logra dirigir al Real Madrid, como llaman al equipo de narcotraficantes y colaboradores, con precisión. El teniente de la Guardia Civil Campillo no oculta que “evidentemente hay gente que sufre con todo ello, pero tenemos una sociedad divida. Si no fuese por la presencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad esto sería salvaje, una ciudad de narcos con su propia ley como pasa en Colombia”.
No es Narcos, ni es El Niño. La Línea: la sombra del narco es un documental que quiere ser riguroso y poliédrico, y que también muestra las grietas del sistema, con jueces excesivamente garantistas que a veces desarman a la Policía —pone el ejemplo de un encargado de una guardería de droga que es puesto en libertad sin cargos por un registro que no había autorizado la juez—, y la ambivalencia de un estilo de vida, el de los propios narcos, tan “tentador” como destructivo.
“Donde antes entraban las gomas cargadas con hachís, hoy vienen con cocaína”, apunta un narco envuelto en un pasamontañas, cuyo testimonio ha recabado el documental. “Empecé por necesidad y continué por la descarga de adrenalina. Procuramos llegar una vida lo más normal posible, nadie en mi entorno sabe a qué me dedico, este es el trabajo en el que hay que ser lo más honrado del mundo”, añade sin ambages. En el otro lado, quienes lucha contra esta lacra. A nivel municipal, su alcalde: “La imagen de la ciudad está por los suelos y está provocando graves daños colaterales en el sector turístico y de inversiones. A quién le vas a decir que tengo 12 kilómetros de playas vírgenes… Todo el que viene se va encantado, pero el problema es cómo les convences de que vengan”.
Franco, aparte de las demandas de más medios humanos y materiales —los narcos cada vez tienen medios más sofisticados, más armas de guerra— que vierte en el documento Policía y Guardia Civil, apunta a que “hace falta un plan que ataque a la falta de formación que tenemos en este pueblo. Una población con un 30% de paro, sin estudios secundarios y la mitad, no tiene estudios primarios. Cinco comisarios en tres años y medio, no hay estabilidad ni incentivos… El Estado ha hecho dejación de funciones, cada vez menos guardias, menos policías, y ahora ¿cómo se arregla esto? Hasta que no haya una apuesta real y efectiva del Estado y de la Junta de Andalucía no podemos salir solos de ésta, por muchas horas de trabajo que yo eche”.
El PSOE de La Línea ha considerado “esperpéntica y vergonzosa” la participación del alcalde, Juan Franco, en el documental y considera un “error supino” la aparición del alcalde en esta serie, calificando de “patética, grotesca e indecente” la forma en la que la hace.
Esta tarde iba en el coche, un día después de ver la miniserie, y escuche a Francisco Mena, toda la vida luchando al frente de la coordinadora antidroga Nexos en el Campo de Gibraltar, hablando con Carles Francino en la SER. Hablaba, claro, de todo lo que sufren la comarca y sus buenas gentes con este cáncer tan doloroso, con ese tumor que no extirpan, que no dejan al menos en unos niveles de sufrimiento soportables. Y hablaba porque La Línea es tendencia en Netflix. En los mismos días en los que un policía luchaba por no perder su brazo izquierdo tras ser embestido con un todoterreno conducido por un joven de 27 años, natural de La Línea, cargado hasta arriba de fardos de droga. No es el mejor spot promocional de esta ciudad gaditana, pero sí un amplificador enorme, hecho con criterio y profundidad, para que su grito de auxilio encuentre pronto respuestas. Ya es hora.