Paneles fotovoltaicos, una lámpara encima de la mesa pequeña o un armario junto a la cama. Más allá de amueblar una vivienda, existe un lugar en Cádiz donde una familia se dedica a reorganizar el espacio y cambiar las sensaciones que se perciben al entrar en una habitación. De Alba lleva desde 1991 montando chalets, vendiendo librerías o diseñando hogares.
“Hemos sobrevivido a grandes crisis como la del ladrillo, en la que nadie vendía nada”, dice Fernando de Alba Valiente, gaditano de 69 años que fundó hace 31 su propio negocio. Tras 15 años como delineante técnico en la fábrica de artillería de San Fernando, tomó la decisión de emprender en una rama que había vivido de cerca. “Mi abuelo fue carpintero, ebanista, y mi padre también, empecé ayudándole”, comenta.
Durante años aprendió el oficio de la mano de su familia, pero también de forma autodidacta, investigando por su cuenta el arte de fabricar muebles. Hasta que abrió su primera tienda en la calle Cánovas del Castillo, para continuar en Santo Tomás. En sus inicios, solo se hacían muebles coloniales más clásicos, sin embargo, él no seguía la tendencia.
“Él siempre ha tenido una mirada muy moderna y contemporánea. Desde entonces ya miraba hacia el mueble más simple, algo que fue un salto importante en una provincia donde todo pasa tarde”. Son las palabras de su hija, Mercedes de Alba Chaves, de 42 años, licenciada en Bellas Artes, que observa a su padre desde una enorme mesa.
“Cuando contactaba con marcas del Norte, con muebles más modernos, le decían que esta loco y que en Cádiz no iban a funcionar nunca”, recuerda con una sonrisa en la cara esta gaditana que en la actualidad trabaja junto a su progenitor y a su hermano Fernando de Alba Chaves, de 39 años.
Ella aporta la faceta creativa y, Fernando, arquitecto, la técnica, en este negocio que “ya no solo se contempla como una tienda de muebles sino como un estudio de arquitectura e interiorismo”. De Alba ofrece un servicio que va más allá de la venta de una lámpara.
“Nos hemos criado aquí y lo hemos vivido desde pequeños”, comentan los hermanos que son el rostro de la segunda generación, esa que ahora utiliza programas informáticos para crear muebles en 3D.
Ellos no son los únicos creativos de la familia, su madre se ha llevado años cosiendo y, su otra hermana, Paloma, trabaja como sastre de vestuario para teatro en Madrid. Ella diseña moda y, Fernando y Mercedes, espacios.
“Esa exposición de armarios es difícil encontrarla en la provincia”, dice el fundador señalando la estructura colocada en el interior del local. Desde sus orígenes cuentan con proveedores tanto nacionales como internacionales, de Italia o República Checa, de sofás, de mesas o de lámparas. “Aquí nada es genérico. Son marcas que tenemos muy controladas y sabemos que tienen la calidad que queremos y no nos van a fallar”, comentan.
Colores, bases, tapas, todo se puede personalizar en función de los gustos y necesidades de los clientes, en su mayoría familias de Cádiz o de la provincia -alguna vez de Málaga- que valoran la estética de sus viviendas. Al estudio llegan grandes chalets pero también pisos pequeños, proyectos que los gaditanos tratan con el mismo nivel de detalle. “Cuidamos la atención de los particulares y trabajamos para cumplir las necesidades. Quizás pecamos de tiquismiquis”, dice la familia, que tiene la virtud de ser perfeccionista.
"A veces la palabra interiorismo asusta"
Su pasión por este mundo se transmite en cada paso que siguen para que los espacios se hagan realidad. Desde la elección de los materiales y las luces hasta la distribución de una sala. Durante el proceso, “la honestidad es muy importante” y tratan con mimo el asesoramiento personal.
“A veces la palabra interiorismo asusta. A las personas les gustaría cambiar su estilo antiguo por uno moderno pero da miedo. Muchas veces se eligen los colores erróneos y todo pasa a ser muy frío”, explica Mercedes que también destaca que “no vendemos muebles prefabricados que puedes comprar en internet. Vienen de marcas con diseñadores y fábricas propias. Nosotros jugamos con ellos para aprovechar el espacio trabajando a medida”.
Fernando enseña una plantilla en la pantalla de un ordenador en la que se distingue un salón en 3D con todo lujo de detalles. Un modelo que parece formado a base de fotos y que permite a los clientes ver cómo va a aquedar esta parte de su hogar, sin sorpresas. Pero antes de plasmar virtualmente la escena que los clientes tienen en la cabeza, padre e hijos utilizan su capacidad para dibujar perspectivas. “No tiramos de un catálogo frío, aquí se coge una hoja y se traza lo que quieran”, dicen.
A lo largo de los años, De Alba ha experimentado de cerca los grandes cambios en el sector. El más notable fue la aparición de Ikea que aunque tenga una oferta totalmente distinta, contribuyó a que el diseño no fuese cosa solo de personas adineradas.
“Hay lugares a los que no llegaban los muebles y hoy en dia todas las personas tienen acceso. La idea del sueco fue fabulosa para que estos llegaran a todo el mundo”, sostiene Fernando padre. Además, su hija considera que “Ikea ha ayudado a culturizar a la población sobre el diseño de mobiliario y la gente ahora valora más la calidad, el diseño y la estética”.
El gigante sueco abrió la mente de muchas familias que, hoy en día “ya se han cansado del apaño porque al final es lo mismo” y optan por dejarse asesorar por otros expertos. Mercedes nota que en Ikea ya no vale todo mientras que su hermano Fernando observa que desde la pandemia, “la gente no solo viene a comprar un sofá sino que traen la idea global de amueblar un salón”.
La familia muestra sus herramientas de trabajo, esas que, aunque evolucionen con los tiempos, están respaldadas con su profesionalidad y su vocación.
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