“Pero, esto es Gallípoli, ¿no?… ¡Si es igual!”. Gabriella Tricarico, gestora del hotel Faro Bianco en esta localidad italiana, no termina de creerse que la vista que le muestran en una pantalla de móvil es, en realidad, Cádiz. “No me lo puedo creer, no sabía que en el sur de España existiese una ciudad que se parezca tanto”, añade Tricarico al percarse de las evidentes similitudes. No es la única vecina de este pequeño municipio -ubicado en la provincia de Lecce, región de Apulia- que se sorprenda al descubrir, a preguntas de un periodista de La Voz del Sur, a la aparente hermana gemela de su ciudad. Pero, ¿realmente se parecen tanto Cádiz y Gallipoli? ¿El parecido va más allá de las fotografías o es solo fruto de la ilusión óptica?
La respuesta a ambas preguntas no es rotunda y está llena de matices. Cádiz, bañada por el Atlántico y Gallipoli, por el mar Jónico están a casi 4.000 kilómetros de distancia. Las dos están al sur de sus países, en el caso de la segunda, ubicada justo en el tacón de la bota de Italia. Las fotos que se han viralizado en los últimos meses por el extraordinario parecido de ambas localidades son incónicas vistas aéreas realizadas desde el mar. En el caso de Cádiz, muestra la playa de La Caleta en primer término, flanqueada por los castillos de San Sebastián y Santa Catalina. En Gallipoli, es la Riviera Sauro y la playa della Purità. También es el caso de la clásica vista del Campo del Sur gaditano (famosa también por su parecido al Malecón de La Habana) y muy parecido a la Riviera Armando Díaz de la ciudad italiana.
Más allá de esas ya conocidas coincidencias, lo primero que sorprende de Gallipoli (del griego ‘Kalé-polis’ o “ciudad bella) son las proporciones. Mientras que la capital gaditana roza los 119.000 habitantes, los de la ciudad de la Apulia superan a duras penas los 20.700. Los cascos históricos de ambas ciudades se asientan sobre un tómbolo de arena que penetra en el mar. Sin embargo, el de Gallipoli apenas tiene un diámetro de 500 metros (desde su entrada amurallada a su costa) y el de Cádiz rebasa los 1,5 kilómetros en el mismo trazado. Con todo, la ciudad del sur italiano asentada en el Golfo de Tarento tiene un término municipal de 40 kilómetros cuadrados, frente a los 13,3 de la ciudad española, gracias a que el municipio se extiende tierra adentro.
El parecido visual de ambas localidades no se limita a las fotografías. Si se pasea por la línea de costa de la zona nueva de la ciudad (asentada en el brazo que conecta con el casco histórico, igual que en Cádiz) se descubren reminiscencias constantes entre la Riviera Armando Díaz y el Campo del Sur. Lo mismo ocurre si se transita por el propio paseo exterior de su casco histórico. Uno de los motivos del parecido de esta zona es que ambas localidades están rodeadas por un cinturón amurallado que las protegía en el pasado de los constantes ataques venidos por mar. Al acceder al casco histórico gallipolino a pie, el Castello Angioino Aragonese servía para el mismo fin que las Puertas de Tierra gaditanas, aunque en el caso de Gallipoli el mar sigue haciendo las veces de foso, salvado por un puente.
En el malecón que da al mar de Armando Díaz, la conexión con el mar se resuelve con una muralla, defendida también por bloques de hormigón parecidos a los del Campo del Sur. Eso, sumado a la escasa altura de los edificios y la estrechez de sus calles (no más de dos plantas en esta zona), completan el artificio del parecido entre ambas ciudades, de forma que la diferencia de proporciones no se hace tan apreciable. Sin embargo, en el paseo por el interior del casco histórico es más difícil encontrar parecidos tan reseñables.
Sí lo es el hecho de que la mayor parte de su caserío esté compuesto por bellas fachadas de casas, palacios e iglesias de estilo barroco y neoclásico. En el caso de Cádiz, ambos estilos son también los más predominantes (especialmente, el segundo) en casco histórico. Y es que, más allá de lo visual, hay más paralelismos que se puedan trazar. El más evidente es que algunas de sus calles llevan nombres aparentemente españoles, como Ribera o Armando Díaz. Esto se debe a que Gallipoli y la propia provincia en la que se encuentra Lecce, fue española durante tres siglos durante tres siglos, como parte del Reino de Nápoles.
Hoy, ese pasado español ha dejado rastro en el nomenclátor y en el abundante patrimonio histórico que puebla calles e interiores exubertantes, como su Catedral de Santa Ágata. Gallipoli fue fundada por los griegos y Cádiz por los fenicios, pero ambas tuvieron gran esplendor durante el imperio romano. En la Edad Moderna, ambas comparten protagonismo comercial en sus puertos. Mientras que Cádiz era famosa por su comercio de Ultramar de variados productos como el vino; Gallipoli lo era por el aceite. Al igual que la capital gaditana, la ciudad italiana contó con una gran cantidad de consulados extranjeros y su población se imbricó socialmente con naciones extranjeras como Portugal, Rusia o Turquía.
“Esto no es Gallipoli, es Cádiz, lo conozco. Yo estuve allí porque mi hijo vivió allí unos meses por una beca Erasmus. Es preciosa, ojalá vuelva pronto”
Hoy esa combinación de historia, patrimonio y costas de aguas cristalinas hace que la ciudad italiana sea afamado destino de turismo. Como Cádiz, sigue exhibiendo un pasado eminentemente marinero, con multitud de pequeños barcos de pesca apostados en su puerto (aunque con un muelle mucho más pequeño que Cádiz). Esa presencia de marineros se convierten en un atractivo más, casi testimonial ya, para el gran motor económico de la ciudad, el turismo.
La ciudad gallipolina se ha hecho famosa en los últimos años como destino vacacional entre público familiar y juvenil. Queda patente en la gran cantidad de pequeños carteles de hoteles, bares, restaurantes o bed and breakfast que se ven por la localidad. Pero, a juzgar por sus tranquilas calles y comercios cerrados durante la primavera, sufre como Cádiz la fuerte estacionalidad. Apenas unas decenas de turistas alemanes en grupos con guía pasean por el casco histórico en una tarde cualquiera de esta primavera. En la única y céntrica farmacia de la calle Antonietta de Pace apenas tienen faena. Cuatro dependientes esperan atender al público, cuando, de repente, uno sí sabe lo que ve en la pantalla del móvil del periodista: “Esto no es Gallipoli, es Cádiz, lo conozco. Yo estuve allí porque mi hijo vivió allí unos meses por una beca Erasmus. Es preciosa, ojalá vuelva pronto”.