El nombre de Cádiz resuena en muchos rincones del planeta. La Tacita de Plata está conectada con lugares que, a priori, no tienen ningún vínculo con el sur. Sorprende que la capital guarde una estrecha relación con Liérganes, un pueblo remoto de Cantabria atravesado por el río Miera considerado uno de los más bonitos España. De hecho, cuenta con un centro de interpretación donde la palabra Cádiz se repite en muchos de sus paneles. El lazo entre el municipio cántabro y el gaditano es una leyenda que perdura con el paso de los siglos. Una historia que ha marcado de por vida a Líerganes y que la mantiene en su imaginario colectivo, incluso dando nombre a algunas de sus calles o establecimientos. Es el hombre pez, que tanta presencia tiene en este pueblo que hasta le han dedicado un espacio en el interior del molino del siglo XVII en el que trabajaron sus padres.
La fotografía de la partida de bautismo de Francisco de la Vega cuelga de la pared de esta infraestructura que del mismo vio construirse desde que era niño. Este hombre, vecino lierganés nacido en 1660 disfrutaba en el entorno donde hoy se encuentra una estatua en su honor. El motivo de que se acercara tantas veces a la que es una de las pozas más profundas del Miera se debe a que siempre había sentido especial atracción por el agua y llegó a alcanzar gran habilidad en la natación y una extraordinaria resistencia a la inmersión.
Su historia es de esas que estremecen y que cuenta con muchas versiones, referencias y estudios, pero la más plausible es la de Fray Benito Jerónimo Feijóo, monje benedictino gallego nacido en 1776. Con unos 15 años el hombre pez, llamado Francisco, fue enviado a Bilbao para que aprendiera un oficio, cerrajero o carpintero.
Estuvo en tierra vasca hasta la víspera de San Juan de 1673, cuando desapareció tras darse un baño en la ría junto a unos amigos. Al no volver a la orilla, se pensó que se había ahogado. Cinco años más tarde, en 1679, fue visto en Cádiz por unos pescadores que, según versa en los cuadros expositivos del molino, tras varias tentativas, lograron atraparle con unas redes y llevarle a tierra, donde fue examinado por todo el pueblo.
“Al parecer no hablaba, tenía el pelo pelirrojo, enmarañado y ralo”, recoge. En plena Bahía, el hombre pez apareció causando un gran revuelo en el sur. Tanto que fue trasladado al Convento de San Francisco, ubicado en la plaza del mismo nombre, en pleno casco antiguo. Entre sus muros, el curioso hombre fue sometido a interrogatorios e incluso a rituales ya que se pensaba que era un ser diabólico. “No hay que olvidar que en aquella época, siglo XVII, los exorcismos se practicaban habitualmente, ya que se creía en la existencia de brujas”, recoge el panel.
Su presencia en tierra gaditana llegó a oídos del intendente de Marina, Don Esteban Fanales y causó asombro a muchos vecinos que pudieron verle. Un día, gritó la palabra Liérganes y el caso fue consultado por Don Domingo de la Cantolla Miera, sacerdote y secretario de la Inquisición y casualmente natural de este pueblo cántabro. El religioso ató cabos y mandó al fraile franciscano Fray Juan Rosendo que lo llevara de vuelta a casa con su madre, viuda, y sus hermanos.
El hombre pez se quedó junto a su familia, pero manteniendo un comportamiento que no dejaba de ser extraño. No hablaba, solo para decir pan, vino o tabaco, y se dedicada a hacer recados a nado desde la ría de Cubas a Santander. Cruzaba dos kilómetros con facilidad, de modo que sus travesías eran consideradas una proeza y más en esa época en la que no todo el mundo sabía nadar.
Nueve años después, volvió a desaparecer y nadie más supo de él. Sin embargo, el recuerdo del hombre pez continúa vivo en este pueblo y en Cádiz, donde la historia también se ha difundido.
“La ausencia de explicaciones científicas en una época donde las disciplinas del conocimiento estaban empezando a renacer no encontraban otras respuestas fuera de lo sobrenatural. La superstición y el miedo a lo diferente, a lo desconocido, no eran ajenas a aquella sociedad totalmente cristiana y profundamente religiosa. Una persona como Francisco será más una criatura que un ser humano, especialmente debido a que sus características eran semejantes a aquellas de los hombres pez de las antiguas historias”, reflexiona la información recogida en el centro interpretativo.
Cádiz y Líerganes se dan la mano en esta curiosa leyenda que se relaciona con un antiguo rumor gaditano. Se dice que los masones sabían dónde se encontraba la entrada o salida de los túneles subterráneos y las cuevas de Mariamoco que existen bajo la capital gaditana gracias a la cara de un hombre pez. ¿Una casualidad o un guiño a este atípico hombre?