Para qué andar con prioridades. Es imprescindible la combinación. Para qué buscar quién dijo aquello de "sólo podemos hablar de metafísica si hemos comido". Ya se sabe que es cierto.
Para qué tratar de convencer a nadie sobre quién gana más, si el que lee o el que se alimenta. Sin lo último, no existe ni lectura. Sin lo primero se puede vivir, imperfectamente, sólo una vida.
Todos saben que el frío y la existencia se soportan mejor con papas y páginas que con pan solamente. Todos saben que sin plato ni sopa las letras nunca llegan a la sangre, ni a la imaginación, ni a la memoria. Para unir están las matemáticas, que son poesía. La respuesta es sumar y multiplicar, hacer circular la generosidad.
Las bibliotecas municipales de Cádiz pusieron en marcha este lunes, 4 de diciembre, la campaña Libros solidarios. Consiste en regalar un libro de sus fondos públicos, a elegir entre cientos de títulos, por cada kilo de alimento no perecedero (o para desayuno) que se entregue en estos centros. La iniciativa está en marcha hasta el 18 de diciembre.
La respuesta ha sido notable. En las primeras 48 horas, más de 100 kilos. En teoría, cien libros echados a volar. En una visita a una de las bibliotecas implicadas se vio despegar hacia una nueva vida, con destino a nuevos ojos, manjares como Mi familia y otros animales, Ensayo sobre la ceguera y El guardián entre el centeno.
"La idea del trueque de libros por alimentos surge de dar a conocer el nuevo concepto más cercano, más en consonancia con el objetivo que la Unesco vincula a las bibliotecas públicas: ser centros de la comunidad lectora, referentes de los barrios, mejorando los niveles de lectura y contribuyendo al cambio social", detalla Yolanda Vallejo, responsable de estos centros en Cádiz y autora de la idea.
La iniciativa, más que revolucionaria, es un avance dentro de la colaboración entre bibliotecas y vecindario: "Llevamos años colaborando con asociaciones, colegios, institutos de los barrios en los que están situadas pero teníamos la necesidad de dar un paso más y así surge la idea".
La riqueza de los fondos de estos centros permite la donación sin perjuicio para el usuario común: "La Red de Bibliotecas Municipales de Cádiz tiene un reglamento de donaciones por el que se aceptan libros de particulares y entidades. Siempre que estén en buen estado. Cuando los libros que llegan por donación ya estaban en todas las bibliotecas se va formando un almacén de libros del que disponemos cuando alguna entidad o asociación nos lo solicita".
La campaña solidaria, que se realiza por primera vez en estos términos concretos (un libro por un kilo) forma parte del proyecto municipal Cádiz, una ciudad de libro. "Por un lado, intenta dar a conocer a los usuarios la labor de asociaciones sin ánimo de lucro y, por otro, queríamos dar a conocer los servicios de nuestras bibliotecas, que son mucho más que salas de estudio o lugares para llevarse una novela en préstamo".
Al final, libros que han sido donados por personas y colectivos acaban en manos de donantes de alimentos. "Es lo que nosotros llamamos solidaridad circular", detalla la impulsora, porque los libros regalados, intercambiados por alimentos, proceden de donaciones particulares, de autores gaditanos y de librerías.
La selección resultante, y que se actualiza a diario dado el éxito de la iniciativa, es muy variada y atractiva. "Hay fondo local, infantil y juvenil, clásicos de la literatura y novedades. Para que las personas que contribuyan con la campaña puedan llevarse el título que quieran".
Los libros que se regalan, donaciones de ciudadanos y entidades, acaban en manos de las personas que acudan con alimentos: "Lo llamamos solidaridad circular"
El criterio de cercanía, de vecindad, también es importante. Los alimentos que se recogen van destinados a asociaciones que trabajan en el barrio en el que se encuentra cada centro. Así, la biblioteca José Celestino Mutis y la biblioteca de La Viña envían todo lo recogido a Calor en la Noche, con una sede muy cercana al Mercado Central de Abastos.
La Biblioteca Adolfo Suárez, en el barrio de Guillén Moreno, manda todo lo recogido a la Fundación Manuel María Vicuña que trabaja con mujeres en riesgo de exclusión social. Tiene sede en la cercana calle Trille.
La Biblioteca de Santa María, a la asociación de vecinos La Tres Torres del propio barrio. "Así, las bibliotecas se convierten en centros comunitarios donde la solidaridad es un valor añadido. Todo lo recogido de alimentos se queda en el mismo barrio", detalla Yolanda Vallejo.
Muchos usuarios se interesan ya por ampliar la iniciativa más allá de los alimentos, con recogida de productos de higiene personal o material escolar. La idea está en el primer capítulo de su primera edición pero tiene buena pinta. Atrapa al lector.
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