Los clientes y turistas que iban el pasado jueves a tomar el aperitivo o encargar un pollo al Bar Nuestro de Cada Día de Cádiz, contiguo al freidor La Coñeta —ambos en la muy viñera calle de La Rosa—, se encontraban una escena particular el primer jueves de junio.
Cinco parroquianos metidos en años pero algo lejos de la vejez. Codo en barra, cuello estirado con la mirada hacia el televisor, que está muy alto, casi en el techo. Lanzan pequeñas onomatopeyas de aprobación y emoción festiva, como vítores y oles murmurados, por turnos. Ninguno tapaba a otro. La postura podría ser idéntica a la de ver fútbol pero la actitud era muy diferente, destensada.
En la pantalla, con la camarera cuando la faena se lo permitía, miraban una imagen fija. Una foto de Manolo Santander Cahué en el televisor. Primer plano con su abrumadora sonrisa y el tipo de La maldición de la lapa negra, con ese sombrero y ese maquillaje magnífico, al estilo de Piratas del Caribe. Al lado, en vertical, un listado temático de esos que hay por millones en Youtube o Spotify: ‘All Pasodobles Manolo Santander’ era el titular de la lista, muy larga, con más de 20 piezas. Esencia, tradición y tecnología en alianza perfecta.
De la reina al rey
Allí estaban, 72 horas antes del acto de homenaje de este sábado, a 30 metros de la plaza que ya lleva su nombre, seis o siete vecinos escuchando la palabra rimada y rítmica del desaparecido chirigotero. Una copla detrás de otra. Una sonrisa de nostalgia permanente como engarce. Gestos espontáneos como ese demuestran que si La Viña es una idea, Manolo Santander era su profeta. El chirigotero representó como muy pocos, quizás sólo como el grupo de Noly, la chirigota viñera.
Defendió un concepto de barrio ya en retroceso. Representó un modo de crear y cantar pasodobles, cuplés, estribillo y popurrí que están acorralados por el legítimo entusiasmo, la noble afición de grupos más jóvenes llegados de lugares exóticos y remotos como Puerto Real o San José de la Rinconada, alcanzados por la explosión del Carnaval.
"Su nieta levantará la vista y verá que está jugando en la plaza de su abuelo"
Por eso le quieren y le siguen escuchando, casi rezando, los viñeros mayores y los pocos jóvenes que quedan por allí. Entienden que les defendió y les representó. Que era uno de los suyos por convicción y, quizás, de los mejores. Convirtió la teoría en práctica a través de 38 años de participación en el concurso del Falla, entre 1981 cuando debutó como juvenil y 2019, año de su fallecimiento víctima del cáncer.
En esas cuatro décadas de pasión progresiva protegió su fe pagana como nadie. La Viña se lo reconoce y se lo agradece escuchándole. Hasta medio millar de personas se concentraron bajo el primer sol duro del año este sábado en la que fuera Plaza de la Reina, ya para siempre Plaza Manolo Santander. Su mujer, Meli Grosso, sus hijos Palmira y Manolo, con su nieta Manuela presidieron un acto emotivo hasta las lágrimas inevitables.
Todo sigue vivo en Manuela
"Es que no puedo decir otra cosa distinta: es un orgullo ver que esta plaza lleva el nombre de mi padre, de un obrero que se levantaba temprano para trabajar, para llevar un plato de comida a su casa, y que luego dedicaba las tardes al carnaval, a la cultura y las cosas de su ciudad. Es un orgullo, o lo siguiente, que el nombre de la plaza vaya a estar enfrente de donde juega su nieta todas las tardes", resumió su hijo, heredero del grupo y el compás en referencia a los columpios y toboganes de la zona, bautizados como Kichipark, en vez de Chiquipark, con notable carga chirigotera por los gaditanos hace mucho tiempo.
Su grupo estrenó un pasodoble dedicado a la rotulación de la plaza, las lágrimas se contagiaron a la mitad del numeroso público en La Viña
Cuando su hijo terminó de hablar y la viuda descorrió la cortinilla, la emoción ya se había contagiado como un calambrazo. La mitad de los presentes deslizaban los dedos bajo las gafas de sol para que las lágrimas no escaparan. Una parte del público empezó a cantar 'Me han dicho que el amarillo', al fondo, y el resto de los presentes acompañó el himno imperecedero que Manolo Santander legó al cadismo y a la ciudad.
El momento más señalado llegó cuando el grupo de su hijo, el de Manolo Santander padre, estrenó un pasodoble para la ocasión. Con decenas de vídeos grabando, temblones por los nervios de los portadores, la letra habla de que ya era eterno, de que su recuerdo ya estaba pero ahora queda grabado. La pequeña Manuela, nieta del fallecido, es la protagonista del remate. La copla imagina el orgullo que sentirá la niña cuando levante la vista y vea que el lugar en el que juega "es la plaza de mi abuelo".
Sus coplas y las de sus hijos
Su grupo, con el que aún ganó un primer premio en 2019, año de su fallecimiento, gracias a La maldición de la lapa negra, subió a un pequeño escenario para interpretar una docena de coplas. Empezó por Con la maldición de vivir siempre en La Caleta..., llave maestra de aquel repertorio, y siguió con otros tantos pasodobles memorables. Luego le siguió la comparsa de Palmira Santander, su hija, una de las revelaciones del Concurso en 2023.
Alguna de las coplas cantadas y muchas tarareadas están en las listas de Youtube o Spotify que los viñeros se ponen para sobrellevar las mañanas y las tardes sin Manolo Santander, para mantener su recuerdo tan vivo como si hubieran pasado cuatro horas en vez de cuatro años. Y así van a seguir.
¿El último acto público de José María González 'Kichi' como alcalde?
El acto de presentación de la nueva rotulación de la Plaza de Manolo Santander tuvo como interés añadido y secundario el hecho de ser una de las últimas apariciones públicas de José María González Santos Kichi. El aún regidor dejará el bastón de mando, de forma oficial, en dos semanas exactas desde este sábado: el próximo 17 de junio.
El alcalde se tomaba este acto como un objetivo personal, como demuestra que hubiera anunciado hace dos meses a la familia Santander que cumpliría con el anuncio del cambio de nombre de la plaza en estos días previos al relevo municipal. Al margen de que Kichi pensara que le iba a dar ese relevo David de la Cruz, Bruno García o, como estuvo a punto de suceder en la noche electoral del 28 de mayo, Óscar Torres. Precisamente el socialista encabezó la representación del resto de ediles. Le acompañaban la concejala de Fiestas, Lola Cazalilla, varios miembros del Partido Popular que han conseguido puesto en el pleno y los que se van con Ciudadanos. El nuevo alcalde, Bruno García, se ausentó en un gesto que puede interpretarse como un afortunado deseo de evitar distracciones y enfoques de cámara en un evento que tenía otros puntos de atención.
Entre los grandes del carnaval que hicieron acto de presencia llamó la atención la asistencia de Antonio Martín, mito viviente de la comparsa. González Santos recordó en su breve intervención que ahora se cumple un año de otro cambio en el nomenclátor muy señalado, "el de la calle dedicada a Emilio López", periodista fallecido y recordado, en la céntrica vía llamada hasta entonces Corneta Soto Guerrero. Kichi recordó la circunstancia de que el hijo de ese redactor, que fuera reconocido miembro de Diario de Cádiz, también forma en la chirigota de Manolo Santander. Es el caja. De vuelta al inmortal autor viñero el alcalde saliente resaltó que el acto de este sábado permitirá que "Manuela sepa quién fue su abuelo", en referencia a la pequeña nieta del fallecido e involuntaria protagonista del acto.