Paquita Jiménez, presidenta de la organización de la ELA jerezana, explica el inicio y los logros de la comunidad conformada por casi 100 vecinas de la pedanía: "Estaba mal visto ver a la mujer sin su marido".
Paquita Jiménez y Carmen Castillo aguardan sentadas en un banco del Centro Social de Nueva Jarilla. No hay nadie más junto a ellas, y a escasos metros un grupo de mujeres participa en un taller de costura. Ningún hombre en la sala y ningún juicio sobre el aire. Hace 50 años esta estampa era un sueño, una utopía. "Estaba mal visto ver a la mujer sin su marido", lamenta Paquita ya durante la entrevista. En los años sesenta las mujeres vivían en la campiña jerezana como “señoras de su casa”, enclaustradas y a merced de sus maridos. Nueva Jarilla, creada una década antes por el gobierno franquista como un pueblo de colonización, no era menos. Mientras los hombres —la mayoría venidos de Rota— trabajaban la tierra, las mujeres cuidaban de los hombres e hijos. Si el hombre tenía libertad para moverse por el municipio, la mujer quedaba relegada a las tareas del hogar. "Estaba mal visto que la mujer fuera sola a los sitios", insiste Paquita."Y todavía hay mujeres que no van solas", apostilla.
Si bien Paquita se considera una mujer adelantada a sus tiempos, no fue hasta que cumplió 53 años de edad cuando decidió fundar la Asociación de Mujeres de Nueva Jarilla (Amunja) en 1992. Natural de Medina Sidonia y la mayor de ocho hermanos, Paquita llega a la pedanía con 21, cuando contrae matrimonio. Narra que empieza a trabajar con 13 años sirviendo a una mujer en su tierra natal, pero que una vez que se casa, comienza a ser costurera en Nueva Jarilla. La historia de Carmen es otra. Granadina de nacimiento, llega a Jerez siendo una niña junto a una de sus tías, la fundadora de la mítica farmacia La Vid, según cuenta. Vecina de la ciudad jerezana, se marcha a la ELA una vez que se casa con 20 años de edad. Y desde entonces, no se despega del mostrador de su tienda de productos de limpieza. "45 años trabajando en ella". Carmen es una de las últimas mujeres en apuntarse a las filas de Amunja y Paquita fue la primera que inauguró la asociación.
"El pretexto de la asociación era para que las mujeres salieran de la casa, que fueran a tomarse un cafelito..."
25 años de la fundación de Amunja. ¿Por qué decidieron crearla en la década de los noventa? "El pretexto de la asociación era para que las mujeres salieran de la casa, que fueran a tomarse un cafelito, que pudieran ir a Jerez con las amigas, para comprar…", responde la presidenta de la comunidad. "No es que se fueran de pingoneo, sino que no tuvieran que estar tan pendientes del marido", aclara con fuerza. Por aquella época los temas de conversación entre las mujeres se centraban en los asuntos de la casa y siempre, atentas al horario del esposo: “Mañana necesitaría ir a por mandaos, pero mi marido no puede ir porque tiene que hacer no sé qué… Pero bueno, ¿por qué no vas con tu hija? No, no, hasta que mi marido no…, decían. Tenían que ir con el marido siempre por delante", recrea Paquita. “Los maridos eran siempre…”, musita Carmen. Pero, ¿cuándo y por qué decidieron dar el paso de agruparse todas para cambiar esta realidad?
La idea de crear una asociación llegó gracias a las numerosas excursiones que Consuelo Argudo, una trabajadora del Centro de Mayores de La Granja, organizaba con muchas mujeres de la zona rural de Jerez. "Consuelo nos llevó al Centro de Mayores de Ronda para que viéramos todas las actividades que hacían. Nosotras quedamos encantadas y le dije que quería hacer lo mismo en Nueva Jarilla. Pues vamos a hacer una asociación de mujeres. Y vamos a hacer otra de mayores. Tú encárgate de buscar mujeres para hacer la asociación, me dijo ella". Y eso hizo. Casi 100 mujeres tuvieron la primera reunión en febrero de 1992 y se constituyeron como Asociación de Mujeres de Nueva Jarilla (Amunja), el 1 de septiembre del mismo año. El objetivo de Amunja no es otro que las mujeres se reúnan, debatan entre ellas y se empoderen. Desde la asociación realizan cursos de manualidades, inteligencia emocional, autoestima, memoria… Además, acuden a seminarios y jornadas pedagógicas, traen a Nueva Jarilla los diferentes talleres que se realizan en la Casa de la Mujer de Jerez, organizan concursos gastronómicos o de calles y portalillos, colaboran con las diversas fiestas que el Ayuntamiento de la ELA llevan a cabo y hacen muchas excursiones por la provincia y Andalucía. "Nosotras somos ya mayores y ahora es cuando estamos saliendo", sonríe Carmen. "Ahora es cuando vamos a todos los viajes", continúa. "Pero hoy el problema que hay es que las jóvenes no quieren reunirse con las viejas", apunta Paquita. En la actualidad el número de mujeres asociadas ha descendido levemente, casi 90 mujeres de entre 40 y 80 años. "Aquí han pensado hacer una asociación de jóvenes unas pocas de veces, y siempre han terminado cerrándola". añade.
Conseguir que un centenar de mujeres se concentren es un gran logro, pero ambas destacan la lucha que llevaron a cabo durante cuatro intensos años para conseguir que conectar Jerez y Nueva Jarilla con un autobús urbano. "Teníamos que ir andando hasta Caña Ancha, y cuando llegábamos allí había un autobús que nos llevaba a la ciudad. Y ya está. Si no, tenías que irte andando, en camión o haciendo autoestop", cuenta Paquita. Sin embargo, llegó un punto en que la población crecía y esta desconexión se hacía insostenible, sobre todo para las mujeres y los niños. "Fue por ello por lo que nos planteamos traer un autobús aquí y gracias a Dios lo logramos”, dice mientras mira al cielo. La asociación empezó a movilizarse a finales de los noventa con una recogida de firmas por toda la ELA. Sin embargo, tenían que tener el respaldo del Ayuntamiento pedáneo y aseguran que el alcalde de entonces —del Partido Andalucista— les afirmó que él lo arreglaba, "que no hacía falta mujeres ninguna".
"Aquí hay maltrato psicológico a algunas, pero las mujeres se quedan como están y lo padecen mientras vivan"
Pero las firmas ya habían sido enviadas al Consistorio jerezano, eso sí, sin el apoyo de aquel alcalde que rechazó el movimiento vecinal que había creado Amunja. El problema continuó: "Las mujeres y los niños se tenían que buscar la vida para trabajar o estudiar. Y nosotras venga a dar la lata para que llegara el autobús". Ya mismo va a venir, les prometía el regidor. Y no fue hasta que dicho alcalde dejó el gobierno para en la legislatura de José Manuel Castillo Garrucho, naciera por fin la primera línea de autobús urbano entre la ciudad y Nueva Jarilla. Tanto Paquita como Carmen sostienen que desde entonces el Ayuntamiento de su pueblo siempre ha velado por el bienestar de la asociación. Algo que algún que otro vecino ha llegado a criticar: “A ver cuándo se acuerda el Ayuntamiento de los hombres”. “Hagan ustedes una asociación”, les contestan desde Amunja.
Si bien estas mujeres han roto muchas barreras sociales, las desigualdades de género persisten en la actualidad. "Aquí hay maltrato psicológico a algunas (y antes el físico también existía), pero las mujeres se quedan como están y lo padecen mientras vivan", confiesa Paquita, al tiempo en que prosigue: "Porque esa no va a decir nunca que su marido la maltrata psicológicamente". Un ejemplo que expone es cuando el marido llega a la casa y ella no está: “Esta mujer, a saber qué hace en la calle. A saber a donde va y qué es lo que hace..., le reprende el hombre. Por lo que luego ella prefiere no salir para que él no se ponga así. Ellas saben que es maltrato, pero no lo quieren aceptar como tal. Eso es porque mi marido quiere que yo esté en mi casa, mi marido me quiere, él es muy trabajador, el no es malo…, se dicen a sí mismas. Pero se está metiendo en tu libertad", finaliza.