Adiós a un quiosco con 65 años de historia en Jerez: Paco Ramírez se jubila

El quiosquero alcanza la jubilación después de 38 años y medio al frente de un negocio que heredó de su abuelo: "Cada vez se va acercando más la fecha y me crece un pellizco en el estómago", asegura

Paco asomado al ventanuco que le queda después de colocar todo el género, un marco en el que cuelga algún simpático cartel.

Otro quiosco de prensa y revistas de los que podríamos considerar ‘históricos’ en Jerez cierra sus puertas. Es el situado en la actual rotonda de la Guardia Civil, junto al puente de la estación de tren. Se trata del quiosco de Paco, que lo abrió su abuelo en 1959, hace 65 años, y que lo heredó su actual propietario, Francisco Ramírez Páez.

El próximo 18 de agosto Paco llega a la edad de jubilación y desde ese día dejará del verse en ese rincón de la plaza las dobles puertas del establecimiento, mostrando prensa y multitud de revistas, además de un sinfín de artículos. Francisco Ramírez se habrá llevado en ese lugar 38 años y medio, desde que lo recibió de su abuelo: “Ya tengo ganas de descansar y no tener que levantarme más a las 5 de la mañana todos los días”.

Paco ante el quiosco que ha sido su segunda casa durante casi 39 años. MANU GARCÍA

“Me voy a jubilar a lo justo, porque sabes que ya la prensa en papel cada vez se vende menos”, se lamenta Paco, mientras mantenemos esta conversación con él asomado al ventanuco por el que atiende a la clientela. A través de ese hueco ve la gran profusión de publicaciones que ocupan todo el frontal del artístico quiosco. Paco es afable y sobre todo transmite mucha simpatía. Le gusta hablar con la gente, siempre regalando una sonrisa y buen humor, algo difícil de encontrar en estos días.

Cuando se remodeló la plaza, el puesto lo tuvo que trasladar desde del pequeño jardín, que ahora es la rotonda, al lugar que hoy ocupa. También le pidieron que la antigua estructura debía cambiarla por otra más adecuada y ‘artística’: “Tuve que ir a Asturias a por él porque se le antojó al arquitecto municipal de aquel momento. Me costó cinco millones y medio de pesetas. Lógicamente, tuve que pedir un préstamo, pero bueno, ya está pagado con creces”. Por cierto, que la preciosa instalación no se pierde. Se irá con él. Negocia su venta a una bodega que quiere usarlo para atender a sus visitantes.   

Ordenando las revistas que tapizan todo el frontal. MANU GARCÍA

“Como siempre he dicho, no tengo clientes, son amigos y lo he pasado muy bien”, concluye Paco, que insiste en que tiene ganas de jubilarse. Reconoce que fundamentalmente echará de menos a las personas, “pero el levantarme a las cinco cada día me cuesta más trabajo. Eso seguro que no lo echaré de menos”.

Mirando atrás en el tiempo, evoca la época de su abuelo y cuando este decidió abrir el quiosco, que al fallecer, su abuela se lo ofreció. Su ascendiente era bombero, “pero antes los funcionarios cobraban una miseria y decidió montar un quiosco para tener un suplemento a su sueldo”. Sembró tres pinos. Sobrevive uno, “que es una maravilla, uno de los pinos más bonitos que tiene Jerez”. Los otros dos los tiró una levantera con la mala fortuna de que cayeron encima del quiosco.

En el interior del puesto, su hábitat durante tantos años. MANU GARCÍA
Un 'anuncio' que es buena muestra del carácter de Paco. MANU GARCÍA

“En aquel momento le vi color a este negocio y es verdad que se vendía muchísimo”, una vez que consiguió tener permiso para vender periódicos y revistas, algo que logró con la ayuda “del difunto Paco Franco, que fue el que vino a verme, y con el recordado Paco Castro, el de la Porvera, que entonces era el presidente los vendedores de prensa”. Cuando las ventas empezaron a caer tuvo que buscar remedios para paliar la merma. Instaló una expendeduría de apuestas del Estado —Quiniela, Bonoloto…—, “pero sobre todo siempre he tenido una clientela muy fiel y muchos de ellos aficionados a las colecciones”.

El quiosquero pone de relieve que cada día que pasaba dentro de esos escasos metros cuadrados estaba “más contento y me lo pasaba mejor”. Cuando le resta muy poco para echar los ‘tableros’, reconoce que “cada vez que se va acercando la fecha, me crece un pellizco en el estómago, porque claro, son muchos años”. Cada día, antes de que salga el sol, Paco camina desde su casa hasta el establecimiento. La rutina es llegar, extender las puertas y empezar a montar todo el tinglado, “algo en lo que tardo media hora mínimo”. Por la tarde no abre “porque no merece la pena. Me he tirado muchos años hasta las nueve de la noche”.

Junto a un cliente al que atiende en el exterior. MANU GARCÍA

De momento no se ha planteado a qué dedicará el tiempo cuando cese en su actividad laboral: "Igual sigo levantándome a las 5, pero me volveré a acostar otra vez" (risas). Quiere recuperar hábitos que perdió y le encantaban como ir al centro “y más a la Plaza de Abastos porque de niño iba a recoger a mi abuela allí y me gustaba mucho la zona del pescado”. A esto le sumaría hacer deporte, “no sé si me apuntaré a un gimnasio o andaré, porque hay un grupo, entre ellos Pedro Pacheco, que anda muy temprano, y seguro que me voy a sumar”.

Paco es como un imán para la gente y sus amigos. “Mi mujer me dice que parezco el Papa diciéndole adiós a todo el mundo, como echando bendiciones. Siempre he sido y seré Paquito. Sé que me van a echar de menos porque me lo han dicho”. Esos 38 años y medio servirán para cerrar un capítulo fundamental en su vida, “el día a día desde esta ventanita y también desde aquella (señalando la rotonda donde aún sigue el pino y el lugar donde estuvo el primer puesto).

“Me han robado, me han sacado un cuchillo, he padecido el ambiente de prostitución que hubo en esta zona… en definitiva, buenos y malos momentos con estas situaciones y con el devenir de la vida en general”. Francisco Ramírez Páez, otro quiosquero de los de siempre que dice adiós a este oficio en peligro de extinción.

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