José Ramón Aragón, 53 años, lleva 23 trabajando como controlador del servicio de la ORA en Jerez. Este pasado miércoles, a las once de la mañana, durante una de sus rutas, sancionaba a un vehículo que había sobrepasado el tiempo de estacionamiento en la zona azul en la calle Arcos. A la altura de la plaza Aladro un conductor, acompañado de su mujer, le preguntó airado por la multa que había recibido. Le preguntó gritando que quién había sido el controlador que lo había sancionado y José Ramón, al comprobar la sanción, le confirmó que había sido él.
De inmediato, el conductor se quitó el cinturón de seguridad, se bajó del vehículo y se fue contra él. Le cogió del pecho, lo zarandeó hasta el punto de romperle la parte de arriba de su uniforme y empezó a golpearlo en el rostro. José Ramón cayó al suelo y con él su agresor, que mantuvo su actitud violenta. Afortunadamente en la plaza había varios transeúntes que al ver la situación se acercaron rápidamente y los separaron. Otros llamaron a la Policía Local, que se encontraba a escasos 200 metros de allí, pero para cuando llegaron el conductor ya se había montado en el coche y había emprendido la huida. Su mujer, antes de marcharse, pidió a José Ramón que no denunciara a su marido.
Un día después de lo ocurrido José Ramón tiene un molesto dolor en el cuello que, aun así, no le ha impedido acudir a su puesto de trabajo. Lo hace deprimido, lamentando la situación de desamparo que, afirma, tienen tanto él como los otros veinte compañeros del servicio que en Jerez presta la concesionaria Setex Aparki. Explica que, desde que esta empresa se hiciera con la concesión ha habido cambios en la manera de trabajar que ha perjudicado a los trabajadores. “Antes trabajábamos por pareja que, quieras o no, te hace trabajar más seguro. Pero ahora, como hay el doble de zonas de aparcamiento de pago que antes, tenemos que ir solos. Imagina que esto me pasa un sábado al mediodía en una calle estrecha. No se entera nadie”, lamenta Aragón, que añade otros problemas, como las obsoletas PDA con las que trabajan. “Son ladrillos, gastan la batería enseguida y en caso de una emergencia tenemos que pulsar una combinación de botones para ponernos en contacto con el 092. Lo ideal sería tener unos aparatos modernos que pulsando solo un botón ya dieran la voz de alarma”.
José Ramón dice que su agresión es el incidente más grave que ha sufrido nunca un trabajador del servicio de la ORA en Jerez. Un compañero suyo, Antonio Barea, afirma que una vez también sufrió un intento de agresión, pero no llegó a ser tan grave. Aun así, los insultos y las amenazas están a la orden del día para estos controladores. “Este es un trabajo muy ingrato. Para todos somos los malos, los que ponemos multas. Pero la gente no piensa que también estamos para ayudar, para responder dudas…”. “El otro día —interrumpe Antonio a José Ramón— se cayó una persona en una moto y estuve con él media hora hasta que llegó la ambulancia”.
Lo que más le duele a José Ramón es la sensación de indefensión que tienen. Explica que desde la delegación de Movilidad se pusieron en contacto con él justo 24 horas después de lo ocurrido “y porque mi mujer llamó para comunicarlo”, y recuerda que “el Ayuntamiento debería ser el garante de que se cumple el pliego de condiciones, que entre otras cosas dice que debe haber un controlador para cada 200 plazas de aparcamiento, y eso no se cumple. Y que no estuviera al tanto de lo ocurrido hasta un día después no es de recibo”. Antonio añade que “a José Antonio Díaz —delegado de Movilidad— ya le advertimos que algún día podía ocurrir lo que finalmente ha ocurrido”, mientras que José Ramón considera que “aquí se le da más importancia a las máquinas y a las señalizaciones verticales y horizontales que a las personas. La vida de un trabajador de la ORA vale para el Ayuntamiento 3,65 euros, lo que le habría costado a mi agresor anular la multa”.
José Ramón afirma que tras su agresión comprende mejor “lo que pasan las mujeres maltratadas cuando alguien suelta la coletilla de ‘algo habrá hecho’. Ayer, cuando mi agresor se acababa de ir, una de las personas que había en la plaza me dijo que es que nos pasábamos con las multas. La gente parece que no se da cuenta de que lo único que hacemos es cumplir con nuestro trabajo”.
El controlador ya ha puesto la pertinente denuncia, y espera que los servicios jurídicos de la empresa concesionaria y del Ayuntamiento se pongan a su servicio. Aun así, dice no sentirse “respaldado” por el Consistorio después de 23 años en su puesto de trabajo.