Unas complicaciones en el parto provocaron que José María Rodríguez, más conocido como Chema, naciera con una parálisis cerebral del 94%. “La madre no abría el hueso de la pelvis, se quedaba ahí atascado y no se atrevían a sacarlo”, cuenta su padre, José, quien relata que durante sus primeros tres días de vida estuvo ingresado en la UCI y los médicos daban por hecho que se moría. Pero resistió. La madre, Manuela Vázquez, tardó en saberlo. “No quería decirle nada”, dice José. Hasta que cumplió la cuarentena no se dio cuenta de que algo no iba bien. Pero eso no impide que Chema haya llevado una vida “igual que la de los demás niños”. Jugaba a la pelota o al escondite, hizo la comunión… “Mi niño ha sido feliz”, apunta su madre, que se entiende con él tan solo con mirarlo. “Con la vista lo dice todo, cuando llega del colegio —así llaman al centro de Upacesur— sé si le han dado rehabilitación, y me cuenta todo lo que ha hecho”, dice.
Precisamente en el centro, especializado en la atención a personas con parálisis cerebral, fue donde Chema escuchó por primera vez una palabra que marcaría su vida. Boccia. Este deporte adaptado para personas con discapacidades físicas graves, que se parece a la petanca, y que se juega con bolas blandas, deslumbró a Chema desde la primera vez que lo practicó. Como es habitual, al principio no confiaron en que pudiera jugar. Pero, como acostumbra, rompió los esquemas de quienes lo veían incapaz. Probó, le gustó, comprobó que se le daba bien, y desde entonces no para de ganar. Ya lleva 21 años consecutivos siendo campeón de Andalucía y también lo ha sido de España, individual y en pareja, del mundo, y hasta tiene medallas paralímpicas. Su padre muestra orgulloso la de Pekín 2008, que guarda en la caja original, junto al diploma olímpico que le otorgaron.
Chema, con 17 años, en sus inicios practicando boccia. FOTO: MANU GARCÍA.
La habitación donde Chema y sus padres atienden a lavozdelsur.es está llena de trofeos, medallas, diplomas y condecoraciones de todo tipo que ha conseguido desde que el 12 de abril de 1997 se hiciera con el campeonato andaluz de boccia, junto a su compañero Manuel Sánchez. El trofeo, con forma de Giraldillo, luce en una estantería, donde lo acompañan otros muchos. También tiene fotos de todos los campeonatos en los que ha participado y, por lo general, ganado. José Luis Rodríguez Zapatero, el Rey emérito Juan Carlos I o la exministra Ana Mato aparecen junto a Chema en alguna instantánea de las que adornan la habitación.
“Ha llevado a Jerez por todo el mundo”, dice su padre, que cuenta así cómo explica en el extranjero de dónde son: “Donde está el vinito bueno y los caballos, y lo entienden”, comenta entre risas. Y es que la pasión de su hijo le ha servido para conocer muchos países, sobre todo por su participación en Juegos Paralímpicos. “El día de descanso que tuvieron estando en Brasil —Juegos de Rio de 2016— fuimos a ver al Cristo del Corcovado y desde allí Maracaná parecía un huevo frito”, dice el padre de Chema, que lo acompaña siempre. De hecho es su ayudante, quien le coloca las bolas en la rampa que utiliza para dejarlas caer al terreno de juego.
Chema, en los Juegos Paralímpicos de Pekín, con otros deportistas españoles. FOTO: MANU GARCÍA.
Por él hasta dejó su empleo. José Rodríguez, Pepe, era albañil —ya está jubilado— y cuando su hijo comenzó a competir se pedía días libres para poder acompañarlo. Hasta que llegó un momento en que tuvo que decidir entre el trabajo y su hijo. Eligió lo segundo, claro. Desde entonces lleva sacrificando su tiempo y su dinero por un deporte que, aunque llegues a lo más alto, no reporta beneficios. Apenas 6.000 euros —a repartir entre tres, matiza Pepe— recibió Chema por ser medalla de plata en los Juegos Paralímpicos de Pekín. De ahí para abajo los premios son mucho más modestos o, directamente, inexistentes. “Antes te daban unos 1.000 euros en concepto de beca por ganar el campeonato de España”, dice el padre, “pero lo quitaron y ya ni eso”. Por eso estira su pensión, de 760 euros, como puede, para seguir dando rienda suelta a la pasión de Chema.
Pero no le llega. Para el último campeonato de España tuvo que pedir prestado a la familia, unos 1.500 euros, para pagar la inscripción, el desplazamiento, la comida y el hotel. “No tenemos dinero. Nos prometieron que nos iban a ayudar y todavía estamos esperando”, cuenta Pepe, que pide una furgoneta a Upacesur cuando tienen que hacer un desplazamiento. “Le echamos gasoil, hacemos bocadillos y vamos donde sea”, dice. Unos 2.500 euros les hace falta para cubrir la temporada completa con garantías. “He ido a varias empresas y nadie nos patrocina”, confiesa el padre, que aún así siempre encuentra la manera de costear los torneos, todo sea por su hijo.
Chema Rodríguez durante un campeonato de boccia. FOTO: MANU GARCÍA.
Mientras discurre la conversación con Pepe y Manuela, los padres de Chema, él navega por internet en su ordenador. Gracias a un detector de movimiento que tiene en las gafas, y que le sirve de ratón, se desplaza por la pantalla al ritmo que marca con la cabeza. Escribe en Facebook, manda emails, se entretiene jugando —el de la granja es su favorito— y se informa. Ya sabe que el campeonato europeo de boccia se celebrará, previsiblemente, en verano de 2019. Y quiere estar como sea. Hasta estando enfermo ha practicado boccia en alguna ocasión. “Una vez estaba perdiendo sangre pero la doctora le dio el alta y compitió”, recuerda su madre.
Un campeón superlativo que busca ayuda para seguir ganando. "Estaré con él hasta que mi cuerpo aguante", dice Pepe, "si es por él fuera estaría 40 años más jugando", comenta entre risas. Chema, de momento, no piensa en otra cosa que no sea jugar a boccia, un deporte que descubrió en 1997 y al que nunca pensaron que pudiera dedicarse. Pero lo consiguió luchando, algo que no ha dejado de hacer desde que nació.
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