Cuando Sonia se quedó en paro en 2009 tenía más de 40 años. Eso, siendo mujer y con cargas familiares, cuenta ella misma, “es una bomba de relojería”. Si además se le suma que forma parte de un sector, el de la comunicación, que cuenta con 30.300 desempleados a final de diciembre de 2016, la situación se complica aún más. La cifra es un 2,4% superior al ejercicio anterior, aunque muy lejos de las registradas en 2012, cuando había 60.300 profesionales de la comunicación en la listas del paro. Por aquel entonces, Sonia Arnaiz, periodista navarra afincada en Jerez desde los años 90, era una de las inscritas en las listas del Servicio Andaluz de Empleo (SAE).
Parada y divorciada. Con dos hijos a su cargo. Y sobrecualificada. Ya en Jerez, Sonia se licenció en Publicidad y Relaciones Públicas, tiene varios expertos universitarios, cursó el CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica) para poder impartir clases y realizó varios cursos. “Me entró mucho vértigo, sobre todo por el futuro de mis hijos, por eso decidí formarme”, confiesa, pero una vez agotó la prestación por desempleo dice que se vio “abocada a emprender”. Así surgió la idea de crear Vacas y Ratones, su propia agencia de comunicación.
“Hace años que tenía la idea de emprender”, cuenta Sonia, que asegura que dio el paso obligada por sus circunstancias. “No te quiere nadie y mucha gente me decía que quitara cosas del currículum. Pero yo, que he estado durmiendo cuatro horas en una cama llena de libros, y que trabajaba por la mañana, comía con mis hijos y luego iba por la tarde a la facultad, ¿voy a quitarlo con lo que me costó?” Su vida, seis años después de tomar las riendas de su carrera profesional, es diferente, dice. La forma de trabajar no tiene nada que ver con la que conocía hasta entonces. “No se puede decir que emprender sea fácil, no tienes un sueldo fijo a final de mes”, señala, pero eso sí, asegura que es “muy gratificante”. “Me permite organizarme —continúa—, por lo que no me pierdo ni una consulta médica de ninguno de mis hijos, ni un concierto —el mayor, Íñigo, toca el fagot—”.
Sonia fundó su empresa en 2011, por lo que dejó de formar parte de las listas del paro hace seis años. Una cola de desempleados que, en enero de 2017, la forman 31.490 personas en la ciudad, 287 más que en diciembre, aunque 1.386 menos que hace un año. Ahora esta periodista y publicista, con más de 20 años de profesión a sus espaldas, tiene jornadas laborales intensas. Cuando se cita con lavozdelsur.es viene de San Fernando, donde gestiona la comunicación del CRMF Imserso, un centro de formación y rehabilitación para personas con discapacidades físicas. Es uno de sus clientes. Antes ya había impartido un curso en Guadalcacín, estuvo en una rueda de prensa del Ayuntamiento pedáneo, al que le gestiona la comunicación, había tenido una reunión y entrevistado a un médico especialista en espina bífida. Y la jornada laboral continúa: “Ahora voy a recoger a mi niña de cuatro años, le doy de merendar, y luego tengo que escribir dos notas de prensa”.
Sonia, tras estar 13 años trabajando en la comunicación del PSOE local —“no soy afiliada ni lo seré, un periodista trabaja mejor desde el balcón”, señala— y luego en el Ayuntamiento, se vio en la calle. Anteriormente había trabajado en Radio Navarra Antena 3 durante dos años y medio, y en Onda Cero Cádiz apenas tres meses. La radio, dice, es el medio en el que se siente más cómoda. “Es lo que más me gusta, pero es muy esclava”. Eso sí, dice que es “el medio más libre, porque la voz es el instrumento más valioso de las personas”. Pero llegado el momento, decidió que quería ser madre y lo antepuso a su trabajo. Hasta que poco a poco retomó su carrera profesional. “Una temporada estuve dándole el pecho a mi hijo, iba a trabajar unas horas y volvía a darle el pecho de nuevo”, señala.
“Cuando emprendes no tienes que tener miedo a cambiar de camino si hace falta, tienes que ser inteligente y valiente para tomar esa decisión”, resume Sonia, que sin duda reúne todas esas cualidades. Ella, la primera universitaria de su familia, alaba a una generación de mujeres, la suya, que es luchadora y comprometida. “Nuestras madres no estudiaron, pero nos impulsaron a luchar contra la desigualdad normalizada que hemos sufrido muchas”, relata. Su pareja también fue clave a la hora de dar el paso y emprender. “Si no hubiera sido por él…”, dice Sonia, que confiesa que se planteó marcharse de Jerez para trabajar si era necesario, pero encontró aquí su medio de vida trazando ella misma el camino. “Es la necesidad lo que te impulsa”, cuenta, y añade que su mayor premio, tras años de lucha, familiar y laboral, es “que mis hijos me adoran y me valoran como profesional”. No es para menos.