“La chusma Pemán y compañía, señoritos chulos y sanguinarios, supieron aprovechar los primeros momentos de la sublevación de 1936 para arrebatarnos para siempre a tan buenos militantes de la acción y la tribuna como lo fueron Sebastián Oliva, director de nuestro semanario La Voz del Campesino, Diego Martínez, Miguel Guerrero, Miguelito García, Tomás Torrejón, Rodríguez Barbosa, la mayor parte de esos viejos militantes de la cantera Sánchez Rosa”.
Esto nos decía en 1959 un tal Amador (seguramente un seudónimo) en el periódico Solidaridad Obrera que editaba en París la CNT en el exilio (5 de Marzo de 1959, número 728). En el artículo se defendía a Cristóbal y se recordaban sus vínculos con los “paisanos jerezanos” mencionados. Se trataba de una campaña internacional por la liberación de Cristóbal Vega Álvarez, preso político jerezano encarcelado en el penal de El Puerto de Santa María por delito de opinión, y condenado a 40 años de cárcel.
A Cristóbal le llamaban el “obrero poeta”, por su afición a escribir poesía. Pero durante su estancia en la cárcel se dedicó sobre todo a escribir novelas de Western (de esas que se vendían en los kioscos) con un seudónimo, C. Wheg Zheravla, poniendo al revés su segundo apellido con un acrónimo.
La campaña a favor de Vega Álvarez tuvo eco no sólo en la prensa obrera y libertaria, sino también en las organizaciones de derechos humanos y hasta en el catolicismo progresista suizo. El presidente de la Liga de los Derechos del Hombre, el socialista francés Daniel Mayer, y la revista católica de Ginebra L’Essor clamaban por su liberación.Cristóbal Vega fue compañero en prisión de Marcos Ana, comunista, y el preso político español que más tiempo estuvo encarcelado. Ambos fueron unos de los primeros casos que asumió la organización Amnistía Internacional, recién estrenada a principio de la década de 1960, a los que convirtieron en los Nelson Mandela españoles.
Las protestas por la liberación de Cristóbal se sucedieron en París, Londres, Roma, Nueva York y Montevideo entre 1959 y 1961. En diciembre de 1963, después de esta intensa campaña de apoyo internacional, en la que se implicaron también figuras como Albert Camus, Cristóbal fue liberado. El 29 de abril de 1964 se casó con la también poetisa y fotógrafa Antonia Burgos Béjar (Antoñita), con quien tuvo una hija (Ana), con la que hemos contactado recientemente, y que vive en Villafranca de Córdoba, localidad en la que falleció el personaje de este artículo en el 2008. Murió con 93 años, de los cuales había pasado 21 años tras las rejas.
Pero Cristóbal, más allá de su conocido aspecto de preso de conciencia internacional, había sido anteriormente un destacado militante del anarquismo jerezano de los años 30 del siglo XX. Apodado como Veguita, colaboró en la redacción del periódico La Voz del Campesino que dirigía Sebastián Oliva, se hizo prófugo al negarse a realizar el servicio militar por sus ideas pacifistas, y militó en el grupo anarquista local Armonía, perteneciente a la Federación Anarquista Ibérica (FAI).
En Villafranca (Córdoba) tiene una calle que le recuerda, “Poeta Cristóbal Vega”, y su hija Ana Vega Burgos continúa con la estela literaria de su padre, publicando novela y poesía.
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