A la hora que suele suceder cada año, sobre las tres y media de la tarde, la Hermandad del Rocío de Jerez se presentó en la ermita ante la Matriz de Almonte, rindiendo a la Blanca Paloma cuatro días de camino. Miles de jerezanos se dieron cita en la aldea para entrar en ella con la hermandad, tanto los que venían en la comitiva como los que ya estaban allí desde hace días en sus casas o llegados el mismo sábado por carretera.
Sobre la una y media de la tarde, los rocieros jerezanos entraron en la aldea por la calle Bellavista y se situaron como es costumbre en la de Muñoz y Pavón. Fue una larga espera hasta que la megafonía instalada en el núcleo de la población anunciara que Jerez podía acceder al recorrido que conduce hasta la ermita y presentarse oficialmente, como lo hacen todas las hermandades filiales en este sábado.
Esos previos, más de dos horas, se adornaron con el gran ambiente que moviliza la hermandad a su alrededor y con los habitantes de las casas situadas en esas calles, en su mayoría peñas, grupos de amigos, familias… todas de Jerez que desde hace años han tomado Muñoz y Pavón como si de la calle Larga se tratara.
Cantes a coro de sevillanas, rocieras vestidas con las mejores galas, voces soberbias desde los porches de las casas, pétalos lanzados al simpecado morado, jinetes y amazonas como solo se pueden ver en la tierra del caballo, muchos vivas y mucho rebujito y más emociones en la mañana más pura de rocierismo jerezano. Una sincronización de cantes sin que faltara, al compás por bulerías, el ¡ya está aquí Jerez!
No se cabía en esas calles del corazón de la aldea, reeditándose las memorables llegadas jerezanas. Hasta que tronó en los altavoces el conocido aviso “adelante la hermandad de Jerez ¡viva la hermandad de Jerez!” Y así entró en el recorrido que desembocó ante la ermita.
El rito de la presentación es sencillo pero cargado de emoción. La comitiva la abrieron muchas decenas de caballistas, una preciosa cabecera que precedió a la carreta del simpecado y tras esta, las trece restantes. A la altura de la puerta principal, el simpecado giró hacia la rampa de acceso mientras repicaban con fuerza las campanas y la banda, dispuesta en un estrado, interpretaba el himno de España.
Formando en el pórtico, los integrantes de la Hermandad Matriz que recibieron a Jerez. Se rezó la Salve, el hermano mayor, como corresponde, dio los muy protocolarios y muy sentidos vivas; media vuelta y camino de la calle Almonte para dejar depositado el simpecado y la carreta en la capilla de la casa de la hermandad.
Así cerró el Jerez romero la última etapa del camino, bajo un cielo bastante nuboso que propició una temperatura más que agradecida para un día de enormes multitudes en la aldea. Ahora toca descansar o seguir con la juerga mientras, los animales se reponen del trajín y los coches son recargados de combustible, si es de la estación Sal Eloy mejor, para dentro de tres días iniciar el regreso a la ciudad.
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