Policía y bomberos desalojan el número 15 del céntrico enclave por el desprendimiento de una viga de carga, una construcción que data de 1856 y que, según sus vecinos, "no ha pasado controles en la vida".
Un crujido proveniente del techo fue lo que alertó a Francisco Javier, vecino del tercero derecha del edificio número 15 ubicado en la plaza del Arenal. "Escuché un ruido y vi que una viga de carga empezó a afectar a la escayola. Hice un pequeño hueco, ya había uno, pero hice uno más grande para ver mejor, y de repente observé que la viga del muro de carga estaba deteriorada. Cuando vi la viga afectada llamé a los bomberos y se desalojó el edificio entero", relata. Todo ocurrió sobre la una de esta pasada madrugada. "Al ser consciente de la situación, vi que había peligro y que había que desalojarlo ya porque podía hacer efecto dominó", agrega. Fue avisando a los vecinos (diez adultos y dos menores, según informó el 112). Llamó a los Bomberos para que partiesen un poco más la escayola y viesen mejor la viga desprendida, y también a la Policía Local.
"Sobre la una empecé a escuchar unos golpes encima de mi casa. Pensé que a mi vecino Javi le estaba pasando algo, abrí la puerta y sentí a los Bomberos y a la Policía", cuenta Ana María Millán, vecina del segundo derecha del edificio desde hace cuatro años. “Todo el mundo para fuera, lo que tenéis puesto y para fuera que se ha roto una viga”, gritaron los agentes de Policía. "A la una y media salimos en pijama y zapatillas a la calle. Le dije a mis dos niños que cogieran mantas y ahora nos querían meter en un albergue. Pero yo no quise y me fui con mi madre y mi hermana", señala la inquilina del segundo. Los vecinos agradecen la rápida actuación de Francisco Javier y se cuestionan qué hubiese pasado si le llega a ocurrir a otra persona. "Gracias a él y a sus conocimientos pudimos abandonar el edificio a tiempo", cuenta otra residente.
La entrada al edificio ha estado precintada, al igual que los dos negocios situados en los bajos, el restaurante Arenal y el bar Río Viejo, hasta pasado el mediodía, tras apuntalarse los techos y verificar los técnicos de Urbanismo que ya podían volver a sus casas, como así ha sucedido. Entre los vecinos, Francisco Javier está bastante tranquilo porque lleva al menos 30 años "viendo estas cosas". Otros, como Ana María Millán, están algo más asustados ante el suceso: "Estoy fatal. Yo ya no vivo tranquila ahí, porque cualquier crujido que yo sienta… Yo no sé si es que se va a partir o se va a caer".