El economato Hermano Adrián en Jerez, una iniciativa de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios para dignificar su programa de ayuda alimentaria en Jerez que nació en septiembre de 2011, amplía sus servicios. Este proyecto, que se ha convertido ya en un referente de acción social que llega a atender una media de 2.000 personas al mes, da un paso más en su misión.
Ha puesto en marcha un programa de reparto a domicilio con el principal objetivo de prestar una ayuda integral a las personas mayores que viven solas o para aquellas que tienen problemas de movilidad.
Según explica el Hermano Juan Manuel López, coordinador de la Obra Social de San Juan Grande, “hay personas a las que desplazarse hasta nuestro economato les supone mucha dificultad, porque no tienen vehículo o ninguna persona que les pueda acercar hasta nuestras instalaciones, o bien porque tienen problemas de movilidad. Gracias a la implicación y a la impagable ayuda de nuestro equipo de voluntariado, ha sido posible organizar este programa de reparto a domicilio. Estas personas realizan su compra por teléfono, con el apoyo de un voluntario que toma nota del pedido y al día siguiente se le entrega en su casa”.
“Por otra parte el momento del reparto se convierte también en un momento lúdico para la persona que recibe la compra, teniendo en cuenta que en su mayoría son personas mayores que viven solas, por lo que la visita de los voluntarios de reparto les aporta una buena ocasión para interactuar socialmente. Y, además, a nosotros nos permite conocer la realidad cotidiana de dichas personas de un modo mucho más cercano para llegar a detectar otras necesidades u otros puntos de vulnerabilidad”, explica el Hermano.
Javier y Paco son los dos voluntarios que han colaborado en la primera jornada de reparto a domicilio y ambos califican la experiencia como muy enriquecedora y gratificante. “El cariño, la alegría y la sonrisa con la que te reciben en sus casas supone una experiencia personal única. Para nosotros, dejarles las bolsas de la compra en la cocina es un gesto muy simple, pero para ellos supone acabar con un problema que tenía muy difícil solución. Además, nos encanta pararnos a charlar con ellos un rato, que nos enseñen las fotos de cuando eran jóvenes o las labores de punto y croché que hacen por las tardes. Nos sentimos privilegiados de poder sentirnos útiles y de poder aportarles a la vez un rato de conversación”.