"El barrio ha cambiado mucho desde que me vine a trabajar aquí", asegura de forma contundente Norberto Chulián, dueño de la pescadería P. P. Soto, situada en el barrio de Juan XXIII. Norberto es sanluqueño, y junto a su mujer, se levanta todas las mañanas para traer a la barriada el pescado más fresco de Sanlúcar. Desde hace nueve años los vecinos del barrio le esperan. "Cuando yo me vine, aquí daba gusto vivir, daba gusto vender y daba gusto pasar las tardes en la tienda. Ahora esto se ha venido abajo, hay mucha gente que no es cívica y que hace que el barrio ya no sea el mismo de antes", confiesa a lavozdelsur.es.
Juan XXIII es un barrio jerezano situado en la zona Noroeste de la ciudad, que se levantó en los años 70 y que siguen esperando la culminación de su rehabilitación integral. Son un total de veinte bloques aproximadamente los que se erigen en esta zona que colinda con el barrio de La Coronación y con Eduardo Delage. Unos 250 vecinos y vecinas residen en el barrio, muchos de ellos pensionistas y personas de edad avanzada. Distinguir donde acaba un barrio y empieza otro no es tarea fácil para aquel que no frecuente la zona. Sin embargo, los vecinos de toda la vida, los que han vivido aquí desde siempre, esos sí que lo tienen muy claro. "Mira, tú ves dónde está ese edificio blanco, pues de ahí, hasta el fondo es Eduardo Delage, y esos edificios rojos y blancos, es Juan XXIII. Pero no te puedes confundir con los que están aquí recto al fondo, que esos ya pertenecen al barrio de La Coronación", indican.
Ese, en todo caso, es el menor de los problemas que sufren quienes habitan estas populosas zonas residenciales de la ciudad. Debido a la cercanía en la que se encuentran estos tres barrios es fácil encontrarse a vecinos que viven en diferentes zonas sentados compartiendo algún banco. Y, claro, comentando el ambiente y la situación de la zona. "Mira, yo no quiero que aparezca mi nombre en ningún lado porque nunca se sabe, pero es que este barrio y el de mi amigo están dejaos de la mano de Dios", se queja un vecino de Juan XXIII que aguarda en uno de los parques de la barriada. Un parque en el que hay de todo menos niños. "Aquí ya no hay niños, y los que hay son muy pocos, ya ni juegan en los columpios. ¿Tú te puedes creer que una criatura que viene aquí tiene que jugar en un sitio donde sólo hay basura? No hay derecho a esto y es que parece que no nos escuchan, o mejor dicho, parece que no nos quieren escuchar".
Un acerado totalmente levantado a causa de las raíces de un árbol es lo que uno se encuentra cuando va a entrar al parque, además de excrementos de animales por todos lados y papeleras hasta arriba de basura. Los vecinos señalan a la falta de mantenimiento municipal, pero también al incivismo creciente. "Tú no puedes venir aquí y destrozarlo todo. Hay gente que lleva viviendo aquí desde hace más de 30 años y ahora tiene que hacer frente a los niñatos de turno que no tienen cuidado con nada y que agreden, sobre todo, a la gente mayor cuando ve que está sacando el monedero del bolso", comenta Norberto.
"La barriada está asquerosa, y no sabes lo que me duele decir esto", confiesa un vecino. Él, como otros vecinos del barrio, entró en estos pisos cuando la promotora Darsa —vinculada a las bodegas— en 1967 los entrega a las familias de bodegueros. "Me trasladé con mi mujer, y llevo viviendo aquí desde hace más de cincuenta años". Este vecino cuenta que el día a día de este barrio no es el ambiente que se respiraba cuando se vino a vivir aquí . "¿Tú te crees que esta zona no estaría llena de gente en verano con la fresquita si hubiera unos bancos decentes para sentarse? Es que se te quitan las ganas ya hasta de salir", se lamentaba este vecino. No hay más que echar un vistazo a los alrededores para darse cuenta que la realidad de este barrio es muy distinta a la de otros. "¿Qué pasa que Montealto sí tiene derecho a estar limpio y este barrio no? No señora alcaldesa, eso no es así", lamentan en San Juan XXIII.
Junto al Centro de Salud de La Serrana, zona que sufre del mismo descuido que el resto de la barriada, se encuentra una farmacia que desde hace cincuenta años ha vivido la evolución de Juan XXIII. Al acabar la carrera, Lourdes Ríos decide levantar un negocio de la industria farmacéutica que llevaría el mismo nombre del barrio en la que se erigiría. "Mi madre ha visto evolucionar este barrio. Es una zona con gente muy variopinta, de todas las clases y de todos los caracteres", afirma Lourdes Díaz, que, junto a su hermano, dirige la farmacia tras la jubilación de Lourdes Ríos, su madre. Esta farmacia es frecuentada por vecinos de los barrios de alrededor: El Calvario, San Valentín, San Juan de Dios, Los Naranjos, Eduardo Delage... "Estamos acostumbrados a ver de todo, y es cierto que la cosa ha cambiado en estos últimos años, pero te digo una cosa, no es algo solo de este barrio ¿eh? Jerez está muy sucio y muy descuidado, lo mires por donde lo mires", zanja.