"El ascensor nos hace falta de verdad, no es ningún lujo"

la_granja_sin_ascensor0108

Josefa y Juan llevan trece años viviendo en el primer piso de un bloque de La Granja, donde llegaron después de residir en una casa de San José Obrero que se les quedó grande cuando sus hijos dejaron el nido. Compraron la vivienda sabiendo que no tenía ascensor, una de las pegas que le encontraron, por lo que empezaron a ahorrar "como hormiguitas" para el día que los vecinos decidieran instalarlo. Y ese día está más cerca. El 1 de junio recibieron la buena noticia: la Junta de Andalucía aprobó otorgarles una subvención a trece bloques de La Granja —y uno de Icovesa— para realizar obras de rehabilitación en los bloques de viviendas —con cargo al programa de Fomento de la Rehabilitación Edificatoria en la Comunidad Autonóma de Andalucía de 2017—, por lo que Josefa y Juan, y el resto de vecinos, podrán sortear así las pocas escaleras que hay hasta llegar a la puerta de su piso. Pocas, pero a Juan Setó se le hacen eternas.

El médico le diagnosticó bronquitis —"he fumado mucho, pero ya no", dice— y por eso baja a la calle "lo justo", para andar un poco, eso sí, “parando a cada instante”. La subida a su casa la realiza haciendo paradas cada pocos metros, para descansar, porque se ahoga. Su mujer, Josefa Flores, lo espera arriba, donde cuenta que ella también está delicada de salud. "Tengo artrosis de rodilla y dos muelles en el corazón, me tuvieron que operar porque me dio un infarto”, comenta. Por eso, dice, salvan los peldaños que hay de la calle a su casa "con mucha fatiga". "Nos hace falta de verdad, no es ningún lujo", añade Josefa, que calcula que pagaron unos 2.300 euros —la ayuda de la Junta cubre entre el 35 y el 50% del coste total de la obra— para poder contar con ascensor.

En el mismo bloque, pero en la cuarta planta, está Carmen, la hija de una vecina que en septiembre sufrió una trombosis cerebral que le impide valerse por sí misma y que hace que sus doce hijos se turnen para cuidarla. Su hija cuenta, porque ella ha perdido el habla, que lleva toda la vida en ese piso, del que ahora sale en contadas ocasiones. "La bajaron entre cuatro hombres el Miércoles Santo, pero solo un ratito", señala Carmen, que espera que el nuevo ascensor del edificio esté disponible cuanto antes. "Así podré bajarla de vez en cuando, porque ahora es imposible", señala. Más de 2.000 euros ha abonado la familia para las obras, que incluyen mejoras de las condiciones de seguridad y accesibilidad de los bloques.

La barriada de la Granja es la mayor beneficiaria del último paquete de ayudas. Carmen, Josefa, Fernanda y Lola son vecinas de otro de los inmuebles “agraciados”. Cada una de estas “setentonas”, como se definen ellas mismas, tiene su historia particular. Carmen lleva aquí desde que entregaron las llaves de los pisos, hace más de 45 años. Antes, cuando su madre residía con ellas, la bajaban a la calle entre dos personas, sentada en una silla. Ahora, su marido, que tiene la rodilla tocada, es el que las pasa canutas para sortear los dichosos escalones. “Yo me caí hace dos años y medio”, recuerda Lola, que vive en un segundo, y tiene una placa y varios tornillos en las piernas como consecuencia de aquella caída. Su marido tiene una úlcera en la pierna y no baja con frecuencia a la calle. "Llevamos toda la vida intentándolo", asegura Lola, aunque ahora confiesa: "A mí me da miedo el ascensor". Pero cuando esté en funcionamiento no le quedará más remedio que utilizarlo, ya que la suya es una de las 352 familias jerezanas que se beneficiarán de esta subvención, que suman más de 1.200 en toda la provincia.