Casi todo el mundo se enteró por el móvil en la barriada del Polígono San Benito de lo ocurrido. Dos personas habían sido detenidas tras arrojar presuntamente el cadáver de una mujer de 39 años a un contenedor de basura. La habían visto entrar por la mañana en una casa, y luego alguien vio a dos sujetos tirar el cuerpo, envuelto en sábanas o en una cortina. Era la madrugada del sábado al domingo, alrededor de las cinco de la mañana, tras lo que alguien alertó a la Policía. Poco después les localizaron en la avenida Tomás García Figueras, muy cerca del lugar del suceso. Uno vivía allí, conocido más o menos por la gente; el otro merodeaba y algunos les sonaba la cara.
Esta es una calle relativamente tranquila de la llamada zona de las Casitas Bajas, un conjunto de viviendas de dos plantas en el Polígono. Lo más complicado, dicen, suele darse en la otra punta de la barriada, colindando con la zona del hospital. Sí que había menudeo, señalan testigos, y considera la Policía. Muchos intuían que J. C. estaba metido en el negocio. De complexión delgada, rondando los 50 años, era un vecino "de toda la vida, de aquí de la calle, aquí todos se conocen, te podías parar a hablar con él". Cuentan que había por épocas un importante trasiego de vehículos, alguna pelea sin sangre, nada de navajazos, por ejemplo, nada de agresividad. "No me lo explico, no era alguien agresivo, ni era de ningún clan ni nada, se han dicho muchas tonterías". Por eso, hay dos versiones en el Polígono este lunes: los que decían que se veía venir y los que decían que de él no se esperaban que estuviera implicado en ningún suceso de este tipo.
Cerca de la vivienda y del contenedor donde se localizó el cuerpo solía pasar muchas tardes, charlaba con sus vecinos de toda la vida, con los que se había criado. "Toda su familia era buena gente, aunque éste si les salió peor". A pesar de que se han dicho muchas cosas, como que llevaba una semana en la calle procedente de la cárcel, "es mentira, hacía por lo menos cuatro años que habían salido". Diversas fuentes apuntan a problemas de tráfico de drogas, pero J. C. vivía sin lujos, uno más quizás en ese negocio. La Policía sí lo cree, y esa es una de las tesis que sigue para dar explicación, encontrar los porqués además del cómo murió la mujer de 39 años.
Otras personas de la barriada sienten muchísimo lo ocurrido por la víctima, como es lógico, una chica joven que paraba por la casa y a la que refieren haber visto en otras ocasiones. Una chica de otra barriada de Jerez y con hijos. "Por lo menos se lo han llevado y ya no está en la calle", dice otra vecina. La leyenda, lo que se ve en los medios y los que dicen conocerle primero pero luego reconocen que apenas le trataron han ido agrandando una bola, lógica entre el temor y la confusión del impacto de una muerte presumiblemente violenta.
La investigación mantiene este lunes varios frentes abiertos. La declaración ante el juez no se produce hasta el martes por la mañana. Son algunas horas más, dentro de lo que marca la legalidad, para terminar de presentar al juez el contenido probatorio e indiciario. "La Policía está preguntando a drogadictos que casi no lo habían tratado, ellos qué van a decir, que si era muy peligroso, pero es que no lo era y a los que lo conocen le sorprende lo que ha pasado", viene a decir otro vecino.
Entre las posibilidades, cobraba fuerza que los presuntos autores estuvieran bajo el efecto de drogas y hubieran atacado a la víctima. Pero los agentes del CNP siguen trabajando para esclarecer los hechos. El juez instructor estuvo presente el domingo en el Polígono para recabar un testimonio in situ, en el que al menos uno de los detenidos fue conducido al lugar para que realizara indicaciones, pero no ha trascendido si media confesión o acusación. Las pesquisas continúan. Mientras, rondan medios de comunicación. "Estuvieron grabando unas manchas rojas en el suelo al lado del contenedor, pero no es sangre. Esas manchas llevan tiempo ahí".