El rugido de un motor resuena con fuerza. Varios vehículos deportivos clásicos de entre los años 50 y 90 esperan, pacientes, a que las manos –y la mente– de Christian Thoma haga maravillas. Son reliquias que se convierten en el deseo de cualquier amante del automóvil, aunque a veces son casi chatarra rescatada de un vertedero. “La afición por coleccionar coches es una cultura importada que se mueve por la nostalgia”, comenta este francés de padre austríaco y madre canadiense desde su taller Toro Classics, en Jerez.
Los coches que tiene frente a él no son solo un medio de transporte, son símbolos de una época en que fascinaban a los niños de otras generaciones. “Cuando eras pequeño tenías un recuerdo de un coche y ahora, como adulto, quieres el mismo”, dice Chistian, de 42 años, que lleva desde su infancia embelesado por el mundo de la mecánica en el que le introdujo su padre.
El look clásico está de moda y el francés vio la oportunidad de dedicarse a ello hace ya casi ocho años. Pero antes, su vida circulaba por otras carreteras. Con 20 años, al mismo tiempo que estudiaba Ciencias Políticas e Historia en la Universidad de París, completó un curso profesional de mecánico. “Tenía una pasión de rico y no podía permitírmelo, entonces, compraba coches en mal estado, los restauraba, después los vendía”, comenta a lavozdelsur.es.
Mientras trabajaba como manager logístico de eventos y películas, se fue haciendo una pequeña colección. “Mi trabajo pagaba mi vida, y los coches se pagaban solos”, dice rodeado de carrocerías. Hasta que en 2009, con la llegada de la crisis, los rodajes se paralizaron y se quedó en standby, así que pensó en España, país que había visitado por primera vez tres años antes, en 2006.
“Cuando vine conocí a un inglés jubilado y rico que tenía muchos barcos y coches, me dijo que si quería ayudarlo con la reconstrucción de un velero grande”, recuerda Christian, que a la vez que hacía algunas películas, optó por trabajar con él gestionando colecciones de coches y de arte en Estados Unidos, Europa o Nueva Zelanda.
Entre ellos, hubo “una conexión muy buena” que dio sus frutos. Como el francés no estaba del todo a gusto en París y siempre se había imaginado viviendo fuera, hizo las maletas y se mudó a España. Desde 2010 hasta 2016 estuvo realizando su trabajo con el inglés hasta que quiso tener su propia aventura. Como él dice, “volar con mis propias alas”.
Así nació Toro Classics, una rareza en Andalucía por restaurar desde cero vehículos con solera y llevar su mantenimiento a fondo. Al negocio lo bautizó con el nombre de este animal porque para él “simboliza esta tierra” y, pronto, empezó a restaurar colecciones completas de Lamborghinis, también con unos cuernos en el logo.
En tres intensos años, por sus manos pasaron once coches seguidos y otros coches de los años 40 y 50, caso de Alfa Romeo, artesanía pura y dura que al público no parecía llamar mucho la atención. “Paralelamente, estaba haciendo proyectos propios de Porsche y cuando los clientes venían nunca miraban los coches artesanales, sino a estos”, dice señalando los vehículos de esta firma que predominan en el taller.
Christian consideró que era una buena idea encaminar su negocio hacia los Porsche y se convirtió en especialista independiente de esta marca que en los últimos años ha “expulsado a los otros”. Su taller es el único de la zona enfocado al fabricante alemán con seguidores en todo el mundo y, en España, solo hay unos pocos, en Madrid, Barcelona o País Vasco.
“Estos coches pasaron por una época en que no valían absolutamente nada, cuando había llegado a costar en su día hasta 400.000 euros actuales, la gente quería lo más nuevo y moderno, nadie los quería porque eran viejos y no había esta cultura de buscar un elemento de colección. Ahora hay muy pocas unidades y valen cientos de miles de euros”, explica frente una foto de un vehículo que salió de un desguace de Estados Unidos.
Por su taller han pasado coches raros de los 70, 80 y 90 como Diablo Jota, del que existen muy pocas unidades en el planeta. “El más interesante para nosotros ha sido un Alfa Romeo 6C 2500 Touring de 1948, modelos que se envían a concursos de belleza y a exposiciones”, comenta.
Christian construye coches a medida, restaura modelos, busca piezas donde haga falta y, en ocasiones, ha llegado a realizar dibujos para deducir cómo eran en la época. Para los materiales, la soldadura, la tapicería o la pintura apuesta por proveedores de la provincia de Cádiz, por ejemplo, los forros de piel de Ubrique.
Una vez que el coche está finalizado, Michel Ligonet Ramírez se encarga de la puesta a punto. Este piloto profesional que compitió durante más de 25 años, además de trabajar con Christian, es uno de sus clientes, que son tanto nacionales como extranjeros, residentes o no en la zona.
Michel posa su brazo sobre un Porsche Turbo look del 83 de color gris, su primer vehículo clásico propio después de haber participado en carreras de resistencia con distintos modelos. “Estaba hecho un desastre, lo encontramos en Barcelona y fuimos a verlo juntos”, comenta el piloto, de 62 años, que ha participado en campeonatos internacionales como las 24 Horas de Le Mans, considerada la más prestigiosa del mundo de resistencia, o en Daytona, o en el circuito de Suzuka, en Japón.
También ha sido director de la construcción de los circuitos de Ronda, Monteblanco y Navarra. “Yo siempre quise tener un Porsche, casi siempre corría con ellos. Cuando estaba pensando en comprarme una casa, caí enfermo y no estaba para meterme en obras, así que decidí comprarme uno. Christian y yo siempre habíamos hablado de hacer uno juntos y este fue el proyecto de mi curación. Pasé dos años de visitas al hospital, de quimio, de trasplante de médula, y necesitaba algo para mantenerme vivo y alegre”, cuenta Michel frente al vehículo que tardó casi un año en darle vida.
Cuando se recuperó, se interesó por el back dating y en el taller Christian montó un coche celeste reconstruido a base de una mezcla de piezas de distintos años. El aspecto es de un coche del 73, pero el chasis el del 85, la tecnología del 2020 y el motor del 92.
“En el mundo de los porschistas hay dos tipos, los que quieren un coche exactamente igual que el original y no les vale comprar piezas copiadas, y los que quieren un backdate, con aspecto antiguo, pero tecnología moderna”, explica Michel. El coleccionismo es un mundo por descubrir que cada vez interesa a más público. Pisar el acelerador es un placer.
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