La lenta burocracia impide adjudicar la mitad de los puestos del mercado de la zona sur y a su vez arruina a unos comerciantes que, sin clientes, apenas pueden siquiera pagar sus impuestos. Las nuevas instalaciones, cuya obra se retrasó cuatro años, costaron 700.000 euros y se inauguraron en diciembre de 2013 sin el equipamiento necesario, por lo que hasta octubre de 2014 no estuvieron operativas.
En diciembre de 2013, María José García-Pelayo inauguraba el mercado de la zona sur sin que ni siquiera estuviera equipado para que los comerciantes de la plaza pudieran instalarse. Parecía que había prisa por hacerse la foto de rigor ante la placa que para la historia diría que fue durante su mandato cuando se terminó una obra que se eternizó durante cuatro años. El motivo, entre otros, los impagos a la empresa constructora durante el mandato de Pilar Sánchez.
Lo cierto es que tendrían que pasar otros 10 meses, octubre de 2014, para que el mercado abriera sus puertas. A pesar de sus magníficas instalaciones –cerca de 700.000 euros a cargo de fondos europeos y otros 70.000 aportados por el Ayuntamiento costaron- había un pequeño detalle que los políticos parece que no captaron. No había comerciantes suficientes que ocuparan sus 13 puestos.
Nueve meses después, las trabas burocráticas siguen impidiendo la adjudicación de los siete puestos que aún permanecen cerrados por los seis que actualmente resisten a duras penas. Otros, como el de verduras de La Chirri, una histórica de la plaza, no pudieron aguantar las consecuencias de un mercado que sin comerciantes y por ende, sin oferta, no atrae a clientes.
Esto, unido a los problemas económicos y de desempleo que arrastra la zona sur, provoca un clima de desasosiego y desesperación entre los valientes comerciantes que aguantan.
“Mira cómo está esto. Esto no está triste, está peor”, comenta resignado Manuel Domínguez, pescadero que lleva 42 años en la plaza y que ve cómo a las 12 del mediodía aún tiene mucho género que vender. Su mujer, Toñi Huertas, reconoce que lo acompaña “para apoyarlo moralmente, porque vender no vende”. “Aquí no entra nadie. Mi marido no hace negocio ninguno. No se gana ni para pagar los impuestos”, lamenta.
Blas Escudero, carnicero, también critica las trabas que pone el Ayuntamiento para que los interesados en adjudicarse un puesto en la plaza puedan estar ya trabajando. Pero también reconoce como factor importante los problemas económicos del barrio. “La gente se ha acostumbrado a los 426 euros y se ha acomodado, y más aquí que el 90 por ciento vivía de la construcción. Cuando aquí había dinero éste era el mejor sitio del mundo para vender, pero ahora es el peor que hay”.
El carnicero también considera que el lugar donde se enclava el mercado quizás no es el más idóneo. “La gente que viene es mayor. La más joven que viene por aquí tiene 60 años. A lo mejor el mercado debería haberse trasladado a la zona del campo de la Juventud, donde ponen el mercadillo, o enfrente de la Tamoil, donde están todos los negocios grandes y gente más joven”.
La alcaldesa, Mamen Sánchez, se muestra también crítica con las trabas que se encuentra la ciudadanía para hacerse con un puesto en la plaza -“no se puede permitir tener una administración tan lenta", afirmó durante una visita a las instalaciones- a la vez que considera que “partimos de un error como fue el abrir un mercado de abastos sin tener los puestos dados, porque aquí hay personas que han puesto sus ahorros, su ilusión y ahora ven que están solos y abandonados”.
Sánchez prometió a los comerciantes que trabajará para que en septiembre la plaza ya esté totalmente ocupada. De momento, y lamentablemente, el de la zona sur seguirá siendo un mercado sin clientes y casi sin comerciantes. Un mercado fantasma.