En la Feria del Caballo se trabaja —el que lo probó lo sabe— antes, durante y después del macroevento que cada año mueve a miles y miles de personas (propios y extraños) de un lado a otro de los cientos de metros cuadrados del parque González Hontoria.
Como si de una realidad paralela se tratase, mientras el país se paraliza para celebrar otro festivo Día Internacional de los Trabajadores, Primero de Mayo, decenas y decenas de empleados —muchos de ellos voluntarios— se afanan a destajo para poner a punto interiores, fachadas y terrazas de las 174 casetas que conformarán eso que pomposamente vienen llamando la ciudad efímera.
Este miércoles el Real olía ya a Feria. Fachadas destapándose, interiores rebosando de farolillos, puestas a punto antes de que este jueves tengan que estar los boletines de enganche de la luz eléctrica, pruebas del alumbrado y, en fin, un trasiego constante de coches, camiones y operarios de diferentes oficios maquillando y acicalando el parque para los siete días de gloria que se vienen.
Tras una mañana lluviosa, el cielo se abrió y comenzó el ritual de los Primeros de Mayo del González Hontoria. Día festivo nacional que solo durante dos años de pandemia de covid se mantuvo tristemente en calma y paralizado. Esta vez volvía ser el hervidero de siempre.
Módulos a falta de pintura. Fachadas que repiten y novedosas creaciones exteriores para que la celebración luzca plena de belleza e identidad. Casetas que, por arte de magia, aún están a medio montar y que, a buen seguro, estarán de punta en blanco para el estreno del próximo sábado por la noche. Será el momento en el que el alumbrado de la Feria del Caballo se encienda por primera vez este año y haga palidecer al mismísimo Abel Caballero y sus nueve millones de led de la Navidad de Vigo.
A todo esto, también se suma este festivo el trabajo de los feriantes de los cacharritos, de los vendedores ambulantes del entorno del parque, y por supuesto, del batallón de empleados de servicios públicos que continúan, en la misma línea de contrarreloj frenética, mimando hasta el último rincón del gran escaparate de Jerez, una fiesta declarada de Interés Turístico Internacional que, un año más, tratará de superarse.
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