Hay muchas formas de vivir la Feria del Caballo. Cada cual tiene la suya. Desde luego, para cuando llega el lunes, tercer día de fiesta oficial —cuarto para los jartibles que empezaron el viernes—, muchos cuerpos están ya pidiendo auxilio. Y muchas carteras también. Después de dos años sin fiesta, se ha cogido con ganas. Y claro, todo se resiente.
El lunes de Feria es un buen ejemplo de ello. Tras los días de locura del fin de semana, en los que era casi imposible andar por el Real, sobre todo a partir de media tarde, y mucho menos comer en una caseta en las horas punta —sin reserva no hay paraíso—, al tercer día la Feria se resintió. Al ser festivo local, muchos optaron por descansar en casa o por irse a la playa. El agobio de los días anteriores era mucho menor, también por la falta de mucho visitante foráneo.
Los que optaron por acudir, fieles a su cita en el parque González Hontoria, lo hicieron más relajados. Por eso es ésta una crónica escrita en homenaje a la tiesura feriante. A esas personas, que por diversos motivos, no tienen la capacidad económica suficiente para comer jamón y marisco en una caseta, pero saca de debajo de las piedras para disfrutar de un buen rato de Feria con familia y amigos, gastando menos, pero disfrutando al máximo.
La tiesura como elogio, que no hay que confundir con el valvuleo. Dícese de la habilidad para beber/comer gratis aprovechándose de la buena voluntad del conodido de turno o cobrándose el favor aquel que te hice... lo mismo antes de la pandemia. Eso merece capítulo aparte. Los hay que hasta casi dan para un libro.
En la Feria del Caballo, majestuosa ella, se puede encontrar de todo. Bajo el postureo de muchos, de aparentar ser lo que no se es y tener lo que no se tiene, se esconden historias de todo tipo. Pero los más son los que no pueden permitirse una feria a todo trapo y hacen malabares para exprimir la raquítica economía familiar al máximo y, si hay niños de por medio, que lo noten lo menos posible. Unos malabares que ya quisieran muchos economistas.
En la vuelta de la Feria del Caballo tras dos años de ausencia por el maldito covid, muchos caseteros confirman estas sospechas. "Hay mucha gente paseando, pero no se gasta igual". Los sueldos son los mismos que hace dos años y, los precios, más altos, con el IPC por las nubes. Con estos mimbres, lo más común es tener que recortar en ocio, por mucho que duela.
Una jarra de rebujito pagada entre unos cuantos —de copas largas ni hablamos—; tortilla y pimientos fritos, el jamón para otra ocasión; si se es fumador, tabaco de liar antes que paquetes; en los cacharritos, una vez al día; la cena, ya mejor en casa... Las formas de evitar grandes gastos son múltiples y variadas. Cada cual tiene la suya.
Lo importante es disfrutar, como mejor se pueda. Después de dos años sin Feria del Caballo, había ganas de volver a llenarse los pies de albero, de compartir vivencias y comidas con amigos, de encontrarse con gente a la que hacía tiempo que no veías, de reenamorarse de una fiesta que genera su propio universo paralelo, difícil de igualar en otro momento del año. Aún queda tiempo para exprimirla al máximo.
No te pierdas la galería gráfica del lunes de Feria del Caballo
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